Hazard merece el Balón de oro

Con lo que entregó en este Mundial no debería ni existir debate. Pero, es claro que en materia de fútbol todo es opinable y mucho más cuando se trata de entregar una percepción sobre la calidad de un futbolista y, especialmente, sobre el sitial en el que se le coloca después de evaluar el desempeño de los más destacados de la Copa del Mundo.
A ojos de este simple admirador del juego más hermoso del planeta, Eden Hazard quedó bien arriba. Verlo tomar la pelota, meter la pausa, acelerar por la banda para dejar a los rivales girando su cabeza por encima del hombro porque fueron incapaces de detener el endiablado pique me generó muchas ganas de estar dentro del estadio para poder aplaudirlo.
Hazard me hizo viajar en el tiempo. Recordar las tardes del fútbol de barrio. Donde el más habilidoso con la pelota se adueñaba de los abrazos de sus amigos. Me permitió evocar los tiempos del jugador de medias bajas, pícaro y dribleador empedernido. Todo eso lo tiene. Y hay más. Porque este fantástico jugador belga agrega a eso una progresión vertiginosa. Lo saben bien todos los defensores, incluso los de Francia.
Su aceleración es incontenible. Es llamativo que de la misma forma que arranca para afuera lo hace para adentro, amagando, quebrando la cintura y sin perder el dominio de la pelota.
Alguna vez lo compararon con Lionel Messi, no se equivocaron. En realidad, solo alguien con los ojos vendados podría ignorar todo su talento. Tiene visión de juego, desborde, velocidad, gol. En tiempos de fútbol más físico, donde predomina la intensidad y la discusión se centra entre el valor de la posesión o la efectividad del contragolpe, Hazard confirma que el símbolo más importante que tiene el fútbol es la calidad de sus jugadores.
Este número 10 de Bélgica es capaz de lograr que miles de aficionados paguen una entrada exclusivamente para verlo jugar a él. En mi caso, solamente lo haría para poder aplaudirlo. >