Miércoles, 24 de Abril de 2024

amatar. Relatos de fútbol barrial

ChileEl Mercurio, Chile 18 de agosto de 2018

Pocos paisajes deben ser más familiares que la cancha de fútbol -de tierra, de pasto, con o sin graderías- donde corren once contra once, con un hombre de negro administrando el silbato

Pocos paisajes deben ser más familiares que la cancha de fútbol -de tierra, de pasto, con o sin graderías- donde corren once contra once, con un hombre de negro administrando el silbato. Cualquier paseo por la periferia urbana o por el campo dará con aquel espectáculo alejado del glamour y los sueldos millonarios, pero no de la pasión. Y de sus sentimientos aledaños: la rabia, el fervor, la explosión de la alegría, la negrura de la derrota. El viñamarino Pablo Otaíza se propuso crear ficciones a partir de ese escenario familiar y dio en el clavo. Es un buen creador de personajes, que son los que sostienen los cuentos. Trabaja sobre arquetipos como el gordito malo para la pelota, el diez talentosísimo que por alguna razón no quiere irse a un equipo profesional, el seductor impenitente que malogra su carrera futbolística por perseguir faldas comprometidas. En los cuentos más interesantes les da un giro, los descoloca, los pone bajo otra luz y así aborda temas y circunstancias actuales, como el sacristán pedófilo; el impecable delantero, lleno de fuerza y talento, que de noche se trasviste y se prostituye en una oscura esquina; el viejo cuya vida se ordenó en torno a las canchas de fútbol y que repasa la historia del siglo bajo esa luz. También aborda asuntos netamente futboleros, como la receta definitiva para ganar, simple y rotunda.
Al final del libro, Otaíza pone su selección de escritores. Borges en el arco; Unamuno y Kafka por los costados; Parra y García Márquez, defensas centrales; en el mediocampo, Capote y González Vera, con Bolaño a cargo de la creación; y tres delanteros, Camus por la derecha, Chéjov por el medio y Armando Méndez Carrasco por la izquierda. Es un manifiesto y el nombre más llamativo es el último, un escritor casi olvidado y que se esforzó como nadie en recuperar el léxico popular criollo y el coa de los delincuentes. El autor de Chicago chico y Cachetón pelota, entre otras obras, marca, sin duda, la escritura de Otaíza, viva y directa, algo atolondrada en la sintaxis pero siempre certera en el cierre de párrafos y cuentos. El autor, entre otros de las nuevas generaciones, apela a esa tradición de vidas mínimas, en la estela también de González Vera y Alberto Romero, y entrega un ventarrón de aire fresco en el paisaje narrativo reciente.
Pablo Otaíza
Emergencia Narrativa, Valparaíso, 2018.
130 páginas.
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