Jolgorio y letargo
Estos días dieciocheros son, a mi juicio, una curiosa mezcla de jolgorio y letargo
Estos días dieciocheros son, a mi juicio, una curiosa mezcla de jolgorio y letargo. Por una parte, las celebraciones duran varios días y el homenaje al propio país pareciera no tener un brindis final. Siempre hay una próxima cueca y un motivo para alzar la copa. Pero, a su vez, este mismo espíritu tan festivo somete al compatriota a un letargo inevitable. Es una semana laboralmente bastante estéril, pues todo funciona a paso muy cansino, y, aunque no se quiera, es casi imposible sustraerse a esta transitoria modorra nacional.
Por lo mismo, si bien no deja de ser reponedor este descanso septembrino, también es cierto, al menos para mí, que luego de unos días viene bien el regreso a la rutina laboral de siempre. La algarabía es deseable, pero solo cuando es contenida y cuando el horizonte augura un pronto retorno a la cotidianidad habitual.
Enhorabuena, entonces, por esta alegría cívica que atraviesa Chile. Es sano para el país, sobre todo después de las divisiones que sigue generando el 11 de septiembre. Aun así, una vez que esta semana de fondas y de parras ha corrido su hoja del calendario, reconozco un pequeño alivio, el consuelo de saber que cada uno vuelve al quehacer que, al menos por unos días, había forzosamente interrumpido.