Viernes, 19 de Abril de 2024

Las risas amargas en los tiempos del chavismo

ChileEl Mercurio, Chile 18 de noviembre de 2018

El fallecido mandatario usó el humor para conectar con sus seguidores y para atacar a opositores, una práctica que modificó aspectos importantes de ese país.

Pedro León Zapata, caricaturista editorial del diario El Nacional desde 1965, publicó el año 2000 una viñeta con un sable y la frase: "A mí la sociedad civil me gusta, firme y a discreción". Hugo Chávez, que llevaba un año en la Presidencia, se sintió aludido, y en un acto público le preguntó a Zapata cuánto le pagaron por su dibujo. Zapata respondió con una caricatura de un rostro sonriente que preguntaba: "Y hablando como los locos, Hugo Rafael, ¿cuánto te pagó Zapata por ese propagandón?".
El próximo 6 de diciembre se cumplen 20 años desde que Hugo Chávez ganó sus primeras elecciones presidenciales en Venezuela, y con un discurso de izquierda, popular, redistributivo, divisorio y refundacional, prometió gobernar en nombre de los pobres, de los postergados, en un proceso que dos décadas después transformó en el país: la economía, las alianzas internacionales, la religión, la interpretación de la historia. Y el humor.
Criado en los llanos centrales de Sabaneta y de Barinas -donde aprendió canciones e historias populares-, Hugo Chávez usó su sentido del humor para conectar con sus masas y para atacar rivales. En sus actos públicos, bailaba, cantaba, recitaba, le hablaba directo a la señora que necesitaba un tratamiento de salud, al señor que quería un hogar o un trabajo. Y en esas mismas cadenas descalificaba a los opositores.
El que pensaba diferente a su proyecto de socialismo del siglo XXI era un escuálido, un "pitiyanqui", un sicario del imperio. Y a los líderes de la oposición les dedicaba sobrenombres: para las elecciones de 2012, Chávez se refería a su rival, Henrique Capriles, como el "majunche", un coloquialismo venezolano que alude a algo de mala calidad y que fue la palabra más buscada ese año en el sitio web de la RAE; en las presidenciales de 2006, Chávez le decía "el filósofo" a Manuel Rosales, luego que el candidato opositor llamara a sus seguidores a "taparse los ojos y cerrar los oídos"; antes, en 2000, a su rival y exaliado (y luego aliado otra vez) Francisco Arias Cárdenas le dijo "Judas" y "Frijolito II", "Frijolito I" era el caballo que el candidato Henrique Salas usó en la campaña presidencial de 1998, donde perdió contra Chávez.
También repartió sobrenombres afuera: el expresidente de EE.UU. George W. Bush era "Mister Danger", y al exmandatario peruano Alan García le decía "Ladrón de siete suelas".
Ocurrencias presidenciales que tenían un efecto doble.
Los paradigmas
Andrés Cañizález, uno de los principales estudiosos de la comunicación en Venezuela, es autor de "La presidencia mediática" (Alfa, 2012), libro en que analiza el estilo comunicacional de Hugo Chávez, incluido el humor. "Hugo Chávez cambió el paradigma de lo que es la comunicación presidencial clásica", dice Cañizález, y pone como ejemplo a Fidel Castro, el líder de la revolución cubana y mentor de Chávez, una persona "muy dada a las intervenciones públicas, a los discursos, a ejercer el poder mediáticamente, pero que nunca aplicó el humor".
El experto considera que Chávez simbolizaba al "venezolano popular", no porque aparentara serlo, sino porque él "era un venezolano popular". Si a eso se suman los ingresos del boom petrolero que comenzó en 2004, su ascendencia en las Fuerzas Armadas, el control sobre los medios, hace "que ese mensaje, en su origen muy popular, tenga una proyección, una conexión potente", y entonces, dice Cañizález, "es muy fácil que se rían de los chistes, que esas bromas se conviertan en algo cotidiano. Porque, además, esa sociedad que apoyaba a Chávez efectivamente sentía también desprecio por ese sector político tradicional que Chávez enfatizó en esa descalificación".
El chavismo usa las risas, pero no tolera que se rían de él: caricaturistas despedidos, humoristas vetados, libertad de expresión violada. Cañizález menciona dos casos emblemáticos: el de Laureano Márquez y el de Rayma Suprani.
La carta
Laureano Márquez es uno de los humoristas más famosos de Venezuela con sus rutinas de stand up, programas de radio y televisión, y sus columnas en el semanario Tal Cual. Márquez publicó en 2007, en el entonces diario, un carta a Rosinés Chávez, en que le hacía una serie de pedidos en tono de broma a la hija menor del Presidente.
"Una última cosa para que le pidas: que no se ponga tan bravo con los que no pensamos como él y que no nos regañe tanto. A veces nos llama golpistas y fascistas, y le provoca a uno responderle como tu sobrinito: '!pirata tú¡'", se lee en parte de la carta, que le valió una demanda a él y a Tal Cual.
"Obviamente perdimos (la demanda), porque en Venezuela los tribunales están todos al servicio del régimen. Al chavismo le molesta mucho el humor y le molestamos los humoristas", dice Márquez, quien ha estado casi todo este año fuera de Venezuela presentando sus monólogos, haciendo promociones, buscando oportunidades que en su país están negadas. Algo que lo conecta con el gran drama que viven los venezolanos hoy: el éxodo.
Laureano y los otros grandes comediantes de Venezuela, como Luis Chataing o Emilio Lovera, trabajan más fuera que dentro de Venezuela, tanto por la crisis en su país como por la demanda de presentaciones originadas por los 3 millones de venezolanos que han salido del país en estas dos décadas, especialmente desde 2015, cuando la hiperinflación y la inseguridad se dispararon.
"El humor le sirve al venezolano que está afuera para tener un momento nacional en medio de su inmersión en otro país, en otra cultura, que por muy similar que sea a la nuestra, tiene muchos rasgos distintos. Entonces, cuando el venezolano ve a un humorista se siente por un momento en su casa, en su país, viviendo con sus paisanos, compartiendo códigos de risa", dice Márquez.
Tal como los comediantes, los caricaturistas políticos de los grandes diarios venezolanos, golpeados por la crisis económica y por la censura, han debido buscar oportunidades afuera. Ilustradores como Eduardo Sanabria, "Edo"; Roberto Weil, Fernando Pinilla o como Rayma Suprani.
Hasta 2014, y durante 19 años, Rayma Suprani fue la caricaturista editorial de El Universal. Hasta 2014 y desde inicios del chavismo, El Universal fue uno de los grandes medios críticos con el gobierno venezolano. Hasta que ese 2014, capitales cercanos al oficialismo -dirigido entonces por Nicolás Maduro, luego de la muerte de Chávez el 5 de marzo de 2013- compraron El Universal (y otros medios independientes), y las investigaciones y las críticas al poder desaparecieron de a poco.
Hasta que un día, el nuevo director del diario llamó a Rayma y le dijo que acomodara sus caricaturas a los nuevos tiempos. La crisis del sistema de salud empezaba a ser noticia, y el miércoles 17 de septiembre, Rayma publicó una caricatura en que unía la firma de Hugo Chávez -un emblema oficialista presente en camisetas, gorros, afiches y de todo- con un cardiograma sin latidos. Ese mismo día fue despedida.
Después vinieron las amenazas. "Fui sometida a escarnio público. Pusieron mi foto en algunos canales de TV donde se me insultaba, decían que yo era traidora de la patria porque hacía humor, que yo era una persona no grata para la revolución. Y cuando tú eres una ciudadana civil, que te confrontas con un gobierno poderoso y que abusa no solo de los medios, sino del discurso del odio, te puede crear graves problemas, te pueden ocurrir cosas", dice Rayma desde Miami, donde vive hace dos años.
La caricaturista considera que los gobiernos como los de Chávez y de Maduro, "tratan de imponer una única manera de pensar, una sola línea", y por eso les molesta "todo lo que es la crítica, el humor gráfico, el espejo que se les presenta para verse, todo lo que es la capacidad de hacer pensar y de crear zonas inteligentes para que la gente pueda reflexionar".
Rayma cree que el humor implica "responsabilidad", y por lo mismo, cree que lo que hacía Chávez -"y que empeoró con Maduro"- no es humor, "es una burla muy grotesca ante ciertos sectores que no lo merecen, y que generó consecuencias nefastas".
Laureano Márquez, cientista político de formación, aporta un punto de vista sobre la función social del humor: "El humor es un acto de tolerancia. El humor no exhorta a la violencia ni clama por ella. El humor es un acto de paz. El humor es: 'vamos a decirnos las cosas duras que pensamos el uno del otro con gracia, para evitar llegar a la agresión'. Y una de las cosas que necesita Venezuela para el tiempo que va a venir, es tolerancia para reencontrarse".
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