Jueves, 28 de Marzo de 2024

En definitiva: qué está pasando en la música

ArgentinaLa Nación, Argentina 18 de noviembre de 2018

La era de la madurez, según los dos mejores discos del año
Algo pasó en 2018 además de todo lo que ya sabemos

La era de la madurez, según los dos mejores discos del año
Algo pasó en 2018 además de todo lo que ya sabemos. En realidad, tiene que haber ocurrido un poco antes, en algún momento de 2017,pero hace unos meses terminó de salir a la luz, cobrar dimensión. Entre todo lo importante de la vida social argentina surgen detalles culturales quizás imperceptibles, aunque dignos de analizar. Los dos mejores discos de rock del año ya tienen nombre y apellido. Y son muy distintos entre sí: uno es Discutible, de los Babasónicos, y el otro, Cargar la suerte, de Andrés Calamaro. Esta valoración (de lo mejor del año...) no es caprichosa, sino que responde a ciertos cánones de la industria, más que a una cuestión de gustos personales. Hecha la aclaración, mejor zambullirse en la obra. Discutible propone algo fuera de lo común entre las bandas de rock de primera línea: que el oyente les preste atención a los gestos artísticos que el álbum gotea como un manantial a veces envenenado. De entrada con el tema "La pregunta", el pulso entre Depeche Mode y The XX pone de manifiesto que no va a ser una canción pasajera ni para digerir como un canapé. Hay pasajes del disco que incluso podrían ser experimentales o krautrock. Adrián Dárgelos inicia así un rosario de interpelaciones ácidas a la industria de la música, la sociedad emocional y hasta sus propios fans. El tono del disco en general alcanza lugares oníricos y las líneas del bajo van al frente del resto. Un dato extraño dado que Gabriel "Gabo" Mannelli, el bajista original de la banda, falleció y nunca fue reemplazado del todo. Esa decisión artística habla de mucha "madurez". ¿Qué es eso? "Madurez": precisamente lo que les ha faltado siempre a los rockeros argentinos, que, en general, creen que "madurar" significa desactualizarse o perder su público juvenil, que en realidad a esta altura ya no existe y nadie se anima a decírselo. Entonces vemos a músicos grandes repetirse, disco tras disco, transformados en tristes caricaturas de sí mismos. Babasónicos adopta otra posición y desafía, con un discurso contra el afuera, a que el oyente descifre qué quisieron decir en cada compás. Las frases de Dárgelos son menos enigmáticas que antes, aunque más nutritivas. Esta vez, el cantante parece menos inclinado a la metáfora moderna y canchera y decide ponerse serio, profundo y algo místico. La banda termina despegándose artísticamente de cualquier otra que tenga ese nivel de popularidad. Y eso es valorable.
Del otro lado tenemos a Calamaro (ver nota de tapa). Con su nuevo disco va en el camino inverso al de los Babasónicos: sus letras son tan autorreferenciales que uno casi debería saber qué comía, qué leía y qué escuchaba en el momento de componer esas canciones. Y lo más raro es que esta vez le sale bien. Uno hubiera creído que Calamaro ya había llegado el cenit de la autorreferencialidad, pero en este disco habla de sí mismo en otro tono. Otra vez aparece la palabra "madurez" para hablar de lo que propone: muchas veces situaciones muy cotidianas que terminan elevadas a ensayos de lo cotidiano. Calamaro siempre intentó mostrar su faceta más autocelebratoria, ganadora, infantil y superada en cuanto a conocimientos y despliegues sociales. Los Babasónicos también. Pero en esta ocasión, uno hablando del "afuera" y otro del "adentro", suenan maduros. Y les queda muy bien.

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