Jueves, 25 de Abril de 2024

La cólera francesa

ColombiaEl Tiempo, Colombia 16 de diciembre de 2018

Desde hace más de un mes, Francia, el segundo país más potente de la Unión Europea, se encuentra sacudida y semiparalizada por un movimiento de protesta que se ha dado en llamar de los ‘chalecos amarillos’, por la indumentaria de algunos de sus protagonistas, vinculada al tráfico rodado, y que está haciendo tambalear la presidencia de Enmanuel Macron, a quien se veía hasta ahora a nivel internacional como la figura más prometedora de una nueva forma de hacer política, más o menos tecnocrática

Desde hace más de un mes, Francia, el segundo país más potente de la Unión Europea, se encuentra sacudida y semiparalizada por un movimiento de protesta que se ha dado en llamar de los ‘chalecos amarillos’, por la indumentaria de algunos de sus protagonistas, vinculada al tráfico rodado, y que está haciendo tambalear la presidencia de Enmanuel Macron, a quien se veía hasta ahora a nivel internacional como la figura más prometedora de una nueva forma de hacer política, más o menos tecnocrática. Se trata de una rebelión de nuevo tipo, inédita en un país con larga historia de movilizaciones sociales -se acaba de conmemorar el cincuentenario de Mayo del 68-, que rechaza intermediaciones, liderazgos y la asimilación por partidos y sindicatos. En principio surgió en ciudades pequeñas y medianas y en zonas rurales (ya ha tomado París), protagonizado por gente de clase media-baja, empleados que han visto disminuir su poder adquisitivo en los últimos años y a los que nuevos impuestos, en especial el que gravaba el carburante, han lanzado a la calle para manifestar su hartazgo con un modelo económico que, consideran, no los tiene en cuenta, y que se sienten humillados desde la arrogancia de un presidente que estaría a favor de los ricos, a quienes acaba de suprimir el impuesto sobre las fortunas. Rápidamente, un movimiento convocado por las redes sociales, que suelen movilizar minorías, se hizo masivo hasta lograr la adhesión del 80 % de los franceses, según los sondeos oficiales. Con manifestaciones masivas y ciertos brotes de violencia, especialmente en el centro de la capital francesa. La Presidencia de la República, que en principio optó por la vía represiva, con detenciones de miles de manifestantes y despliegues masivos de la fuerza pública, cambió la semana pasada de estrategia y declaró el "estado de urgencia económica y social". El Gobierno revocó medidas como el recargo a los carburantes, concedió ayudas para pensionistas, ‘desfiscalizó’ cargas laborales, subió el salario mínimo, etc., mientras el propio Macron dirigía una sentida alocución a sus compatriotas, declarando que con su actitud distante podía haber herido los sentimientos de los franceses y reconociendo que "la cólera que se expresa a través del país es profunda y, sobre todo, justa en muchos aspectos". El joven presidente ha pasado en poco más de un año de lograr la mayoría absoluta de apoyos a cosechar el sentimiento de desprecio de un país enfadado. Como señalaba un analista, Francia no es como se la pintan sus asesores de imagen, y a nivel ciudadano pasan más cosas que la negociación parlamentaria: la oposición que está en la calle no forma parte del juego formal de mayorías/minorías. Mientras tanto, como me comenta el agudo historiador Frank Mintz, a partir del rechazo a los partidos de izquierda de centro o de derecha, o a grupúsculos activistas, "se ha constituido un movimiento social de nuevo tipo, un nuevo sujeto político que, frente a la verticalidad jupiteriana de la que presume Macron, o la delegación de poder en manos de diversas instancias, ha optado por la horizontalidad democrática". Respecto a las medidas anunciadas para desactivar la protesta, sindicatos y partidos coinciden en su insuficiencia. Mientras las movilizaciones sufren un cierto desgaste de convocatoria, pero permanecen activas y con apoyo masivo, todos los partidos tratan de apuntarse al carro de la protesta, empezando por la ultraderecha de Marine Le Pen, a la que se dice estaría apoyando el propio presidente Putin a través de las redes sociales, en su política probada de erosionar en lo posible todo lo que signifique la Europa política y unida, a la que, mal que bien, contribuye el presidente francés. Los próximos días van a ser decisivos para el mantenimiento o el cierre de la cólera social en Francia, un sentimiento extendido de rechazo con el cual es difícil negociar y que podría derivar en un populismo de cualquier signo en vísperas de unas decisivas europeas. Nadie sabe cómo terminará un país enfadado al que es tan difícil embaucar.
Un mundo sin rumbo
Antonio Albiñana
En Francia, los próximos días serán decisivos para

el mantenimiento o

el cierre de un sentimiento extendido de rechazo. Nadie sabe cómo terminará un país enfadado al

que es tan difícil embaucar.
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