Jueves, 25 de Abril de 2024

La globalización de la polarización

ColombiaEl Tiempo, Colombia 20 de enero de 2019

El Gobierno de la superpotencia está parado

El Gobierno de la superpotencia está parado. El de una exsuperpotencia, el Reino Unido, quedó paralizado tras sufrir una andanada de autogoles. Angela Merkel, quien hasta hace poco fue la más influyente líder europea, se retira. Su colega francés enfrenta una sorpresiva convulsión social. Italia, el país con la séptima economía más grande del mundo, es gobernado por una coalición cuyos líderes tienen ideologías diametralmente opuestas y cuyas declaraciones nos dejan perplejos. Los italianos han decidido probar cómo se vive cuando se empuja el desgobierno a sus límites más extremos. El jefe del Gobierno español no ocupa el cargo porque su partido goce de una mayoría parlamentaria, sino que llegó a él gracias a un tortuoso procedimiento legislativo. El primer ministro de Israel, la única democracia del Medio Oriente, ha sido acusado por las autoridades policiales de corrupción, fraude y otros cargos. En todos estos países, la sociedad parece sufrir de una enfermedad política autoinmune -una parte de su ser está en guerra contra el resto del cuerpo social-. La polarización de la sociedad y, por ende, de la política es el factor común y el signo de estos tiempos. Esto no quiere decir que la polarización no existía antes. Pero ahora, las situaciones excepcionales de parálisis y caos gubernamental que provoca se han vuelto la norma. Antes, los gobiernos democráticos lograban llegar a acuerdos con sus oponentes o podían armar coaliciones que permitían tomar decisiones. Ahora, los rivales políticos con frecuencia mutan en enemigos irreconciliables que hacen imposibles los acuerdos, compromisos o coaliciones con sus adversarios. La polarización es una pandemia que se ha globalizado: sus manifestaciones son evidentes en la mayoría de las democracias del mundo. ¿A qué se debe esta tendencia? El aumento de la desigualdad económica, la precariedad económica y la sensación de injusticia social son, sin duda, algunas de las causas. La popularización de las redes sociales y la crisis del periodismo y los medios de comunicación tradicionales también contribuyen. Las redes sociales, como Twitter o Instagram, solo permiten mensajes cortos. Tal brevedad privilegia el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser. En las redes sociales no hay espacio, ni tiempo ni paciencia para los grises, las ambivalencias, los matices o la posibilidad de que visiones encontradas hallen puntos en común. Pero hay más. La polarización no solo resulta de los resentimientos causados por la desigualdad o la pugnacidad estimulada por las redes sociales. La antipolítica -el total repudio a la política y los políticos tradicionales- es otra importante fuente de polarización. Los partidos políticos ahora deben enfrentar una plétora de nuevos competidores (‘movimientos’, ‘colectivos’, ‘mareas’, ‘facciones’, ONG) que los empujan a adoptar posiciones más radicales e intransigentes. Irónicamente, para retener seguidores y ser electoralmente competitivos, los partidos políticos tradicionales también deben adoptar posiciones moldeadas por la antipolítica. Muchos de estos nuevos contendores agrupan seguidores atraídos por la idea de pertenecer a organizaciones políticas en las que militan personas con quienes comparten una determinada identidad. La suposición es que la identidad que une a los adherentes a un grupo político genera intereses y preferencias similares. Como la identidad suele ser más permanente y menos fluida que las posiciones políticas ‘normales’, a este tipo de agrupaciones políticas se le dificulta más el hacer concesiones en asuntos que conciernen a la identidad de sus miembros. La polarización política no va a atenuarse muy pronto. Muchas de sus causas son potentes e indetenibles. La esperanza es que, de la misma manera que la polarización genera parálisis en los gobiernos o un ambiente político tóxico, también puede producir cambios y rupturas en países con sistemas políticos corruptos, mediocres e inoperantes. Al igual que el colesterol, que lo hay bueno y malo, hay casos en los cuales la polarización política puede tener efectos positivos. Ojalá sean muchos. @moisesnaim
El observador global
Moisés Naím
Muchas de sus causas son potentes e indetenibles. La esperanza es que de la misma manera que genera parálisis en los gobiernos o un ambiente político tóxico, también puede producir cambios y rupturas.
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