Martes, 19 de Marzo de 2024

Macri, como Alsogaray: hay que pasar el invierno

ArgentinaLa Nación, Argentina 21 de abril de 2019

Mauricio Macri había terminado de grabar su segunda visita al departamento de Adriana y Alejandro en Colegiales, en cuyo transcurso anunció el nuevo paquete de medidas económicas, cuando en ese mismo entorno resolvió hacer una segunda toma

Mauricio Macri había terminado de grabar su segunda visita al departamento de Adriana y Alejandro en Colegiales, en cuyo transcurso anunció el nuevo paquete de medidas económicas, cuando en ese mismo entorno resolvió hacer una segunda toma. Entonces el Presidente decidió llevar la voz cantante, mientras sus anfitriones permanecían a su lado, pero de manera más pasiva.
No dejaba de ser algo muy novedoso en materia de comunicación oficial: en ocasiones extraordinarias, otros presidentes han hablado por la cadena nacional, pero acompañados por sus gabinetes o por algunos de sus ministros. En este caso, Macri elegía tener a su lado a algunos de los tantos argentinos que ha visitado desde que asumió la presidencia, el 10 de diciembre de 2015. Sin embargo, esta última grabación no vio la luz. Macri, en persona, evaluó que resultaba mucho mejor la primera conversación, en la que Adriana se mostraba locuaz al comentarle al primer mandatario sus estrecheces económicas. Juzgó que ese era el marco más propicio para contarles a ella y al resto de los argentinos las medidas paliativas que se iban a comenzar a implementar. Era también, en cierto modo, una revancha, o una respuesta más elaborada, a aquel "hagan algo" del obrero Dante, que le salió al paso en febrero último en medio de una actividad oficial.
Además de todo tipo de comentarios a favor y en contra que despertó el formato elegido por Macri para anunciar las medidas, muchos lo vieron cansado y demacrado. El Presidente no reconoce estarlo, aunque en su primera noche en las afueras de Alta Gracia, en este fin de semana largo, durmió ocho horas y media seguidas, algo que no le sucedía desde hacía tiempo. Pero más allá de los entornos más gratos en sus periódicas escapadas, la desconexión total no existe y las conversaciones presenciales, telefónicas o por WhatsApp nunca se cortan. Todo bulle alrededor de Macri, quien no duda de que competirá con Cristina Kirchner en las elecciones y también le atribuye a ella, y a las chances crecientes de regresar al poder que le asignan incluso encuestadoras cercanas al oficialismo como Isonomía, la reciente baja de los papeles argentinos y la suba del riesgo país. "Esto no puede fallar y no va a fallar", repite el Presidente como si fuera un mantra, y piensa que cuesta más porque acá hay "memoria inflacionaria".
Sin embargo, para una parte del llamado "círculo rojo" se perdió una oportunidad para represtigiar un dispositivo comunicacional del Gobierno violentado y abusado por la gestión anterior que podría haberles dado un marco de mayor formalidad y consistencia a los anuncios: la cadena nacional. Pero en su afán permanente de contrastar (y confrontar) con Cristina Kirchner, Macri solo acepta como inevitable una sola cadena al año, cuando concurre al Congreso a inaugurar un nuevo período legislativo.
En los otros 364 días del año se siente más a gusto comunicando informalmente por medio de videítos que casi a diario se suben a sus redes sociales. Ya lleva más de 350 mensajes en ese formato. Consisten en visitas a casas de familia, pymes, clubes de barrio, escuelas, comercios, fábricas y otras locaciones, tan pronto ubicadas en un barrio porteño como en el conurbano, la Puna o la Patagonia. En lo personal, Macri se siente energizado por esas interacciones tan variadas que lo oxigenan de los pesados climas e intrigas de palacio. En algún punto, en el oficialismo están convencidos de que los mensajes presidenciales tal como los conocimos ya fueron, suenan antiguos, poco empáticos y demasiado distantes. Prefieren, entonces, encuentros de cercanía con personas o grupos reducidos seleccionados entre los muchos que aspiran a ser invitados por la máxima autoridad política del país y que así lo peticionan en las redes sociales de la Presidencia.
Es una sorpresa a medias que termina por ser auténtica porque nadie cree en el fondo que el mismísimo presidente de la República tocará a su puerta. Algo parecido les sucede a periodistas que van a la Casa de Gobierno a entrevistar a un funcionario y en el momento menos pensado irrumpe el Presidente.
En esos marcos, más informales y breves, aparece un Macri más cómodo que afloja la tensión y en confianza se vuelve más coloquial y comunicativo. Ídem cuando es visitado en la Casa Rosada o en Olivos por emprendedores que le cuentan sus iniciativas o deportistas que comparten con él sus triunfos. De esta manera también marca un profundo diferencial con su antecesora, cuyos mensajes característicos eran kilométricos monólogos ante públicos silenciosos y de distinto porte que solo atinaban a vivar o aplaudir sus épicas piezas oratorias (desde actos masivos en la Plaza de Mayo hasta los más reducidos en distintos salones de la sede gubernamental y los "patios militantes").
En pocos días, Macri fue protagonista de dos piezas de comunicación bien distintas: por un lado, su compacto pero sustancioso discurso durante la cena del Cippec, en el que historió las recurrentes crisis económicas endémicas de la Argentina a las que nunca se encontró una solución definitiva, y la conversación informal con la familia de Colegiales. El Macri de la primera pieza es el más auténtico en lo conceptual; el de la segunda es un Macri incómodo y de emergencia. Una vez más, hay que pasar el invierno.
mailto:psirven@lanacion.com.ar
Twitter: @psirven

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