Jueves, 28 de Marzo de 2024

La leyenda de la Constitución

Puerto RicoEl Nuevo Dia, Puerto Rico 25 de abril de 2019

Dice una leyenda que una vez, hace muchos años, en un pequeño país del Caribe, tenía cierta importancia el momento en que el gobernador de dicho país, por mandato de su constitución, iba ante la Asamblea Legislativa a rendir cuentas al comienzo de la primera sesión ordinaria del año

Dice una leyenda que una vez, hace muchos años, en un pequeño país del Caribe, tenía cierta importancia el momento en que el gobernador de dicho país, por mandato de su constitución, iba ante la Asamblea Legislativa a rendir cuentas al comienzo de la primera sesión ordinaria del año.
Aseguran que en ciertos archivos hay informes que establecen que una vez los gobernadores tomaban en serio el artículo constitucional que dice que entre los deberes del gobernador está "presentar a la Asamblea Legislativa, al comienzo de cada sesión ordinaria, un mensaje sobre la situación del Estado y someterle además un informe sobre las condiciones del Tesoro de Puerto Rico y los desembolsos propuestos para el año económico siguiente. Dicho informe contendrá los datos necesarios para la formulación de un programa de legislación".
Ese pequeño país del Caribe es Puerto Rico y esa constitución es la del Estado Libre Asociado (ELA). Pero entre muchas cosas que con el paso de los años se fueron adulterando en esta atolondrada isla nuestra, está el de los antes solemnes mensajes "sobre la situación del Estado", que con el tiempo dejaron de ser un foro de rendición de cuentas y se fueron transfigurando, en cambio, en un mitin más de campaña, del que cuelgan, como guindalejos de los postes en ciudades en carnaval, promesas de todo tamaño y color y hasta gritos, altos en volumen sino en convicción, de "cuatro años más".
El gobernador Ricardo Rosselló hizo anoche importantes aportaciones a la adulteración de estos mensajes, con una larguísima alocución peluda de promesas, pero calva de detalles, cuyo fin tuvo muy poco que ver con "datos para la formulación de un programa de legislación" y demasiado con una armadura de palabras típica de discursos a caballo entre política y motivacional, para intentar exacerbar los ánimos de quienes todavía creen en estas cosas, que no son pocos, lo sabemos.
Hay que precisar, no obstante que el gobernador de este tiempo en particular, Ricardo Rosselló, está para todos los efectos inhabilitado para cumplir con la Constitución del ELA, pues lo que se refiere a "los desembolsos propuestos para el año económico siguiente" o "los datos necesarios para la formulación de un programa de legislación" no son, en estos tiempos de coloniaje a lo principios del Siglo XX, tema de su jurisdicción, sino de la Junta de Supervisión Fiscal.
En arroz y habichuelas: el gobernador no tiene cómo ir a hablarle a la Legislatura de cuestiones presupuestarias, pues eso está bajo análisis de la Junta, que no se rige por nada que tenga que ver con la Constitución de Puerto Rico, ni siquiera por su calendario y se siente con poder para, como ha hecho antes, darse puesto y terminar el análisis del presupuesto unas horas antes de su entrada en vigor el próximo 1 de julio.
Podemos seguir haciendo la pantomima de "gobierno propio" y cumplir como se pueda con rituales como el del "mensaje sobre la situación del Estado", pero la verdad es mucho de lo que ya antes tenía poco sentido en Puerto Rico, hoy lo tiene menos y este mensaje es de una de muchas cosas que perdió su razón de ser.
¿Qué le queda entonces al gobernador, no pudiendo cumplir con la Constitución en su comparecencia ante la Legislatura?
Puede ir a la Legislatura que ya no tiene ningún poder sobre el tema fiscal a hablar con franqueza de cómo van las negociaciones con la Junta, en qué hay coincidencias y en qué hay diferencias, para qué necesita apoyo del cuerpo político y en qué va a tirar la raya, si en algo, esta vez.
O puede hacer lo que hizo Rosselló: aprovechar la amplia cobertura que le da un ecosistema mediático que sigue atribuyéndole a estos rituales la importancia de antes y "explayarse" haciendo promesas que nadie sabe bien cómo podrá cumplir, tratando, al mismo tiempo, de encender los ánimos de una base que últimamente muestra rasgos letárgicos.
Todo lo anterior no quiere decir, no obstante, que no hayan habido momentos interesantes en el mensaje, como la presentación, entrado ya el tercer año de su término, una nueva "agenda de Puerto Rico" de cinco puntos, entre las que están aspiraciones boricuas de los años de las guácaras, como ser "el conector de las Américas" o "la isla de la innovación", la flexibilización de los requisitos para hacer negocios y revertir la ola migratoria, o el "estado posibilitador", que parece hoy, como tanto otro en Puerto Rico, más lema que idea concreta.
Otra aspiración muy interesante del gobernador fue la de crear un comité que estudie la posibilidad de otorgar educación universitaria gratuita, a la que el gobernador se refirió, quizás por primera vez, como "un derecho fundamental", "a quienes cualifiquen por sus méritos y credenciales para ello".
Esa fue la promesa que más llamó la atención porque se produce en momentos en que se multiplica el costo de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en medio de una intensa campaña de la Junta Fiscal y de sectores cercanos al Partido Nuevo Progresista (PNP) de plantearse la educación universitaria a precios accesibles como una "dádiva" no acorde a estos tiempos de estrechez.
Otro planteamiento muy interesante fue su reiteración de que quiere establecer en Puerto Rico un programa de "baby bonds", una iniciativa muy exitosa en otros países, que consiste en que el gobierno le abre a cada niño que entra a kínder una cuenta de ahorros de la que el beneficiario no podrá disponer hasta que tenga 18 años y quiera usar el dinero para estudiar o para echar a andar un negocio. Esa es una medida que ha probado que reduce la desigualdad, un gravísimo problema en Puerto Rico que el oficialismo nunca ha reconocido.
Pero, de nuevo, la iniciativa es parte de un nuevo Código de Incentivos que la Junta Fiscal no ha aprobado.
Casi todo lo demás, fue lo de siempre: cifras de desempleo y de actividad económica en las que casi nadie confía, sobre todo porque en algunos casos nos comparan, sin decirlo, con los primeros meses de 2018, cuando todavía la isla estaba medio mareada por el golpe unos meses antes del huracán María; agitación del banderín del status, que no falla en acelerarle el pulso a unos cuantos; dirigiéndose a un presidente estadounidense que todo el mundo sabe que no lo está escuchando; excusas por lo que salió mal y la consabida repetición de eslóganes, que en esta ocasión le tocó al muy poco original "vamos por más".
Como acto de entretenimiento político, cumplió su efecto. Para lo que de verdad importa, hay que mirar en otro lado.

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