Jueves, 25 de Abril de 2024

Analía Gadé: una actriz bella y distinguida que brilló en dos continentes

ArgentinaLa Nación, Argentina 19 de mayo de 2019

Bella, distinguida, fotogénica, Analía Gadé paseó todo su encanto por dos continentes que la aplaudieron por igual

Bella, distinguida, fotogénica, Analía Gadé paseó todo su encanto por dos continentes que la aplaudieron por igual. Había nacido en Córdoba el 28 de octubre de 1931 como María Esther Gorostiza Rodríguez (era once años menor que su hermano, el dramaturgo Carlos Gorostiza) y murió ayer en un hospital de Madrid, víctima de un cáncer del que se trataba desde 2016.
Tenía 87 años y residencia permanente desde 1955 en España, país al que llegó junto a su marido de entonces, Juan Carlos Thorry (con quien había brillado en varias comedias de la época dorada del cine argentino), para buscar nuevos horizontes y, de paso, tomar distancia de la caída del peronismo, movimiento con el que simpatizaba.
En España consolidó todavía más su bien ganada fama como actriz en su país natal y la llevó todavía más lejos con permanentes apariciones en el cine, en el teatro y hasta con un programa de TV que llevó su nombre, Analía Gadé nos cuenta, durante los años 60.
Gadé enriqueció siempre con talento y expresividad actoral su belleza natural, realzada por los clarísimos ojos y la suavidad de las facciones. Supo lucir su gran desenvoltura en las comedias que protagonizó en su juventud para el cine argentino y a ese atributo se sumaron después, en los años de madurez, el sabio encanto y la elegancia de su fina figura y una voz seductora como pocas.
Muchos la recuerdan, por ejemplo, como la pianista que enamoraba a un joven alumno (Joan Manuel Serrat) en Mi profesora particular (1973), de Jaime Camino. Y muchos más por la fructífera alianza que la unió en una decena de películas con Fernando Fernán Gómez. "Fue una de las parejas con más química del cine español", recordaba ayer el diario El País, sobre un vínculo que se extendió a la vida real. Acompañó a los grandes galanes hispanos de su tiempo (Alberto Closas, Francisco Rabal, Fernando Rey) y llegó a compartir en 1961 un rodaje con Sophia Loren (Madame Sans Gene, de Christian-Jaque), una de sus muchas incursiones en coproducciones europeas.
Prefirió el teatro y la TV al cine cuando en tiempos del destape posfranquista algunos pretendían que mostrara mucho más de lo que insinuaba con su estilo en los albores de ese movimiento. Y desde allí alternó apariciones en clásicos de la escena madrileña con regresos ocasionales a Buenos Aires. En ellos, siempre recordaba sus comienzos. Fue en 1948, todavía estudiaba en un colegio religioso y concursó por un breve papel en la película La serpiente de cascabel. "Cuando la madre superiora se enteró me dijo: 'Usted no puede volver al colegio porque ha caído en brazos de la hoguera'. Decidí quemarme y hasta hoy no me arrepiento", confesó a LA NACION en 2004.
Más tarde se casó con Thorry, estrella de esa película, y los dos estuvieron juntos siete años en España. Cuando este volvió a la Argentina prefirió quedarse en España a instancias de Esteban Serrador, con quien había hecho una recordada versión televisiva en el viejo Canal 7 de Romeo y Julieta. Allí comenzó su larga y fecunda estada en Europa.
Su regreso a la Argentina más prolongado resultó el más fallido. Fue en 1979, cuando Canal 13 la llamó para conducir En casa de Analía, un ciclo que pretendía competir con los exitosos almuerzos de Mirtha Legrand con características parecidas. Gadé era anfitriona de un encuentro cotidiano de grandes figuras (Muhammad Alí y Plácido Domingo, entre ellas) en una lujosa mansión de Belgrano, pero el ciclo pasó del éxito inicial a un fracaso prematuro. "La pasé muy mal. Lo que vine a hacer no tenía nada que ver con mi profesión de actriz, aunque me gustaba mucho. Necesitaba un respaldo que no tuve. En este tipo de programa hay que improvisar cuando se sale al aire, pero cuando también la preparación anterior es improvisada sobreviene el caos", confesó tiempo después.
Nunca dejó de recibir homenajes y reconocimientos. "Me gusta que me quieran, me lo merezca o no. Lo que ocurre es que en los premios me va bien y en el amor me va fatal", admitió en 1989. Su belleza no se merecía tantos desengaños.

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