Viernes, 19 de Abril de 2024

El espectáculo más entretenido del mundo

ArgentinaLa Nación, Argentina 20 de mayo de 2019

"Este país tan aburrido que es la Argentina de un día para otro se ha convertido en uno de los espectáculos más interesantes del mundo", anota Witold Gombrowicz en una página que no figura en sus famosos diarios, sino en un entretenido libro lateral: Peregrinaciones argentinas

"Este país tan aburrido que es la Argentina de un día para otro se ha convertido en uno de los espectáculos más interesantes del mundo", anota Witold Gombrowicz en una página que no figura en sus famosos diarios, sino en un entretenido libro lateral: Peregrinaciones argentinas.
Lo de aburrido es un decir. Cuando, a fines de los años cincuenta, escribió las piezas radiofónicas reunidas en ese volumen -se las había encargado la sección polaca de Radio Free Europe, pero nunca llegaron a emitirse-, ya hacía dos décadas que el autor de Ferdydurke vivía en la Argentina, donde quedó varado al estallar la Segunda Guerra Mundial. El tono es de charla, como si Gombrowicz se divirtiera transmitiéndoles a sus distantes connacionales en el exilio no solo curiosidades paisajísticas -de la Pampa y los Andes al Iguazú-, sino también la desorientación que le produce un país ajeno en el que por momentos puede reconocer en espejo dilemas de su Polonia natal.
Hay algo, sin embargo, que para un lector de hoy desconcierta más que cualquier rasgo de estilo. Lo inaudito, por ejemplo, de "Demagogia en apuros o un breve reportaje sobre Argentina" -el capítulo donde figura la frase que se cita al comienzo- es que parece escrito anteayer. Pasó el agua de más de medio siglo bajo el puente, pero Gombrowicz insiste en reírse ahí como si nada de la calesita discursiva argentina que -¿lo habrá intuido?- permanece fiel a sí misma, por mucho que el mundo haya seguido andando (y cambiando).
El polaco escribe sus consideraciones un año después de que Arturo Frondizi asumió el poder. ¿Cómo funciona la política? El presidente llegó al gobierno con un programa al que Gombrowicz define de izquierda y nacionalista, y resume en una serie de consignas: "¡Los imperialistas fuera de nuestro petróleo!", "¡No seremos colonia de nadie!", "¡Viva la progresiva nacionalización de la industria!...". Primera medida: aumentar los salarios.
"Apenas nueve meses más tarde -se sorprende el escritor-, ese mismo Frondizi entrega la explotación del petróleo a los magnates extranjeros. Anuncia un programa de reformas financieras y económicas que es uno de los más draconianos del mundo".
Tamaño bandazo político, reconoce Gombrowicz, es un escándalo, pero a él, artista poco interesado en la política, le resulta sobre todo instructivo. Hasta hacía poco veía a los argentinos arrebatados por el entusiasmo. Con los precios subiendo al galope, de pronto se le aparecen aturdidos y estupefactos. "Sí, claro, la inflación y devaluación vienen desde hace quince años -consigna Gombrowicz, reflejando las quejas de la gente de 1959-, pero los precios subían poco a poco y enseguida se aumentaban los salarios... Ahora Frondizi borró de un plumazo el cambio oficial del dólar rompiendo con ello la presa que le garantizaba al país un nivel de precios artificialmente bajo. De modo que todo se ha precipitado hacia arriba de una manera insólita, fantástica".
La noria de la historia argentina, mirada de cerca, era para el europeo inmigrante fácil de explicar: lo único que ocurría era que se había agotado el dinero, ese "infalible instrumento de ilusión". El teorema cíclico de Gombrowicz tampoco tiene misterios: un gobierno aumenta sueldos, fomenta precios bajos, planifica, reestructura, manipula y declama hasta que se ve "el fondo de la caja". Empieza entonces la crisis: "El poder da un giro a la derecha, liberal, impopular, y al cabo de unos años de esfuerzo y ahorros las cajas vuelven a estar llenas y de nuevo se puede soñar, y planificar y engrandecer... e imprimir los billetes para cubrir todos esos gastos". Gombrowicz era un mordaz artista de vanguardia que quiso a la Argentina con absoluta originalidad. Su temporaria patria adoptiva no parece devolverle los honores. A base de repetición, amenaza con reducirlo -a poco de que se cumpla medio siglo de su muerte, allá lejos, en Francia- al más craso y profético de los realismos.

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