Jueves, 25 de Abril de 2024

Koons, entre el fraude y la enfermedad

ArgentinaLa Nación, Argentina 23 de mayo de 2019

El está enfermo

El está enfermo. La frase no es original. El poeta ruso Vladimir Maiakovski la usó para hablar del cine ("el cine está enfermo", dijo) en los años 20, cuando era el amanecer del cine. Al arte la enfermedad le llegó muy tardíamente. Pero llegó, y la venta, hace pocos días, de , confirma el diagnóstico de una condición terminal.
¿Cómo llegamos a este punto? ¿Cuáles fueron los estadios de la enfermedad? El primero fue, evidentemente, y su mingitorio traficado como objeto artístico (su greatest hit).
El malentendido estuvo desde el inicio: Duchamp -el flautista de Hamelin del arte contemporáneo- había sido hasta entonces artista, pero (como señaló el filósofo Giorgio Agamben) voluntariamente quiso dejar de serlo para convertirse en un hombre de acción. El segundo estadio fue y su invención del "artista comercial".
Koons, el gran simulador de nuestra época, procede de ambos, aunque con diferencias de fondo. Duchamp logró poner en crisis al arte hasta tal punto que, después de él, ya no sabemos (y tal vez no lo sabremos nunca más) : . ; le gusta presentarse como su discípulo (mérito muy discutible), pero le falta el respeto. Los objetos de bazar de Koons (perritos, conejos, bailarinas, todos banales, deliberadamente sentimentales) son, a diferencia de los de su maestro, conceptualmente inofensivos. No ponen en crisis nada, salvo, y ni siquiera, la cuenta bancaria de quien decide pagarlos.
En cuanto a Warhol, permítanme citar una frase de Donald Young (el nombre no dice mucho, excepto porque trabajó con Koons ya en 1988, cuando Koons no era Koons): "Es muy consciente del mercado. Piensa exactamente en qué lugares su obra encontrará su lugar y sabe cómo atraer a los compradores". ¿Y a quién quiere atraer Koons? Young no duda: "A los más ricos".
Warhol -hiperfamoso, farandulero- era crítico del mercado y, ambiguamente, sumiso a él. Como me decía un amigo los otros días: Warhol comparte el cinismo con Koons, pero en el fondo Warhol es trágico, sincero en su insinceridad. En el infantilismo de Koons no hay más que cálculo. Le falta el salvajismo de Duchamp y de Warhol. Algo los une, sin embargo: el cinismo; es decir, una completa carencia de espiritualidad. El arte más auténtico participa de este mundo y, al mismo tiempo, participa de otro, que no conocemos y que ese arte insinúa. Koons no despega jamás los pies de la tierra.
El filósofo francés Gilles Lipovetsky señaló hace pocos días cuánto había cambiado el mundo del arte. Los museos, concebidos para glorificar a una nación, se convirtieron en núcleos de rentabilidad turística para las ciudades y en negocio (muchos visitantes no pasan del gift shop). Además, ciertos artistas optaron por convertirse en mercancías globalizadas, mientras que para Monet o Giacometti el único horizonte eran las obligaciones contraídas con su arte. Su único cálculo y su único egoísmo era asegurarse el alcohol que les permitiría hacer obras que harían del mundo un lugar menos intolerable.
Pero las cosas cambiaron y Lipovetsky resumió ese cambio en dos nombres: y Koons. Digámoslo así: la obra contemporánea más cara (Rabbit) es a la vez la más pobre, la más barata artísticamente. Pero ya nos había enseñado Oscar Wilde: precio y valor no son sinónimos.
La inflación de los bibelots de Koons es inseparable de la depreciación de la crítica de arte, que ya ni existe. Si todo es bueno, nada lo es del todo. Lo "contemporáneo" se debate entre el residuo y la feria de variedades.Sí, el rey está desnudo. Y los críticos, quienes tendríamos que haber hablado antes, somos cómplices del fraude. Las enfermedades son a veces el efecto de la mala praxis.

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