Jueves, 25 de Abril de 2024

Vehículos eléctricos

ChileEl Mercurio, Chile 18 de junio de 2019

El Gobierno puede facilitar este proceso adoptando ciertas medidas, si bien un subsidio no parece recomendable.

En Chile se han vendido en los últimos años algo más de 500 vehículos eléctricos. Y aunque ello representa una porción ínfima del parque automotor, el crecimiento de las ventas se acelera cada año, junto con aumentar las variedades en el mercado, con modelos de menor precio y mayores comodidades.
De hecho, todo indica que el futuro del automóvil y de los buses de transporte urbano será eléctrico. Estos vehículos no contaminan, son silenciosos y mucho más eficientes que los de combustión interna (CI). Sus costos de mantenimiento y operación son menores, porque su mecánica es sencilla y porque el gasto en electricidad es varias veces más bajo que el costo equivalente en un vehículo CI. Con todo, en Chile aún enfrentan limitaciones para ser usados como auto familiar. Primero, porque los modelos que se venden en el país tienen baja autonomía: el mejor solo alcanza los 250 km. Dado que hay pocos lugares públicos donde recargar, y que -con las tecnologías hoy disponibles- la recarga es un proceso lento, por el momento serán vehículos de ciudad. En ese uso, sus propietarios los recargarán en sus casas, durante la noche, cuando la duración del proceso no es tan relevante.
Hay países mucho más avanzados en esta materia. En Noruega, la mitad de los automóviles son híbridos o eléctricos. El año pasado se vendieron 360.000 vehículos eléctricos en los EE.UU., y en China, más de un millón. En total, el año pasado se vendieron dos veces más vehículos eléctricos que el año anterior. En muchos países, parte del auge se debe a los subsidios que reciben, pero todo indica que estos últimos no son necesarios y que sus ventajas son por sí mismas suficientes para atraer a los compradores.
Una crítica que se ha hecho a los vehículos eléctricos es que, si bien reducen la contaminación local, no reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero, porque la electricidad que usan se produce con combustibles que emiten CO2. Hay dos errores en ese análisis. Primero, en el caso de Chile, incluso en un mes seco como mayo, la generación fue en un 35% renovable, y por lo tanto sin emisiones de CO2. Pero, además, las plantas termoeléctricas de gran escala son mucho más eficientes que el motor de un automóvil, por lo que emiten menos gases de efecto invernadero por unidad de energía producida.
El cambio que la progresiva introducción de vehículos eléctricos supone puede ser dramático. Buena parte de la actual tecnología del automóvil quedará obsoleta y muchas empresas no serán capaces de adaptarse. Los mecánicos tendrán menos trabajo, pues los autos eléctricos carecen de cajas de cambio y sus motores son muy sencillos y de larga duración. Será necesario instalar puestos de recarga rápidos a lo largo del país en las estaciones de servicio y en los estacionamientos en las oficinas, para quienes no puedan recargar en sus casas; otro motivo para esto último radicará en que el valor de la energía será diferenciado, siendo menor durante el día, cuando las centrales solares producen electricidad a bajo costo.
El Gobierno estima que habrá un crecimiento explosivo de estos automóviles. Es probable que así sea, ya que las innovaciones importantes tienen un comportamiento en forma de S, con un comienzo lento, una etapa siguiente de rápida adopción de la tecnología, para luego hacerse más lenta una vez alcanzada gran parte del mercado. La autoridad puede facilitar este proceso -que es útil para la sociedad- promoviendo lugares de recarga, adoptando reglamentos apropiados y tomando otras medidas similares. En cambio, un subsidio, que favorecería a personas de altos ingresos -quienes serían los primeros compradores de estos vehículos-, no parece recomendable. Ciertamente, el reemplazo del actual parque por automóviles eléctricos no eliminará la congestión, pero reducirá la contaminación asociada y ayudará a cumplir las metas de reducción de emisiones de los gases responsables del calentamiento global.
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