Martes, 23 de Abril de 2024

La hora de la paranoia

Puerto RicoEl Nuevo Dia, Puerto Rico 23 de junio de 2019

En los tiempos de la gobernación de Pedro Rosselló, había un chiste que decía que los funcionarios de gobierno se saludaban unos a otros palpándose para cerciorarse de que no estaban alambrados, o diciendo sutilmente "probando, probando" por si alguien estaba grabando la conversación

En los tiempos de la gobernación de Pedro Rosselló, había un chiste que decía que los funcionarios de gobierno se saludaban unos a otros palpándose para cerciorarse de que no estaban alambrados, o diciendo sutilmente "probando, probando" por si alguien estaba grabando la conversación. Se contaba como chiste, pero, la verdad, dado el caso de cómo eran las cosas en aquellos tiempos, nadie podía descartar que fuera cierto.
Es que la paranoia entonces era de locura. Desde finales del segundo término de Pedro Rosselló en 2000, y durante los próximos años, los arrestos se sucedían con frecuencia de vértigo. Se apostaba quién sería el próximo. Cayeron lo mismo jefes de agencia, que estrechos colaboradores de Pedro Rosselló, que empresarios, que legisladores, ¿quién no?
Contaba uno de los que fue preso aquella vez que, obligado a recaudarle dinero al partido, se encontró con tanto efectivo que no pudo resistir la tentación de meter la mano en la bolsa y llevarse algo para su casa también. Al final del día, se ha estimado en unas 40 las personas vinculadas de una u otra manera a aquellos largos ocho años que terminaron tras las rejas.
El mismo Pedro Rosselló, al regresar a Puerto Rico para intentar recuperar la Fortaleza en 2004, declaró, en una conferencia de prensa en el aeropuerto, desafiante, levantando las manos: "Aquí estoy, arréstenme". No pasó, claro, porque contra él no había nada, aunque se dice que el entonces fiscal Guillermo Gil mucho trató.
Pero eso de ver a todo un exgobernador alzando las manos en público y desafiando a que lo arresten, dice mares de cómo eran aquellos tiempos en que parecía que todo el mundo miraba a todo el mundo de reojo y que cada cual andaba preguntándose: "¿Será fulano o será mengano?".
Al gobernador de ahora, Ricardo Rosselló, no le han arrestado a nadie cercano. (Tuvo el que escribe la tentación de intercalar un "todavía" en la oración anterior, pero decidió dejarlo para después porque nunca se sabe).
La cosa es que el honor de que le arresten a alguien bien cercano, hasta ahora, solo ha sido del presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz.
Le pusieron como prendas esposas de plástico (sin consideración con el medioambiente) a su jefe de asuntos gubernamentales y a un muchacho de Humacao, vendedor de crepas, quien llevaba un tiempo acompañándole en batallas políticas, así como a la media naranja de ese muchacho.
De esos arrestos parece hoy que hace un mundo. Pero no. Fueron el 30 de mayo. No ha pasado ni un mes. Es que ha llovido tanto desde entonces que parece que hace años. Llovido revelaciones, filtraciones y varios etcéteras más, quiérase decir. En qué va a terminar esto, nadie sabe. Pero luce que si la mitad de las pesquisas en curso termina en arrestos, las sacudidas que va a recibir el gobierno del hijo de Pedro Rosselló va a hacer parecer pequeño lo que pasó en el gobierno de Pedro Rosselló como tal.
Al cierre de esta edición (las pesquisas caen con tal frecuencia que hay tomar estas precauciones hasta en columnas), se investiga todo lo esencial de este gobierno. Agentes del FBI han husmeado, que se sepa hasta ahora, en los departamentos de Educación, Hacienda y Salud. Están examinado los contratos de la empresa que diseñó dos de las iniciativas emblema de esta administración: el cierre de escuelas y el plan de salud Vital.
Preguntan por un personaje misterioso, venido de vueltas anteriores del PNP, Alberto Velázquez Piñol, cuya silueta es vista donde quiera que hay un contrato grande que cuadrar.
El Departamento de Justicia de Puerto Rico, que le pasó a los federales la pesquisa de fantasmas en el Capitolio que dio frutos el 30 de mayo, también le pasó una del Departamento de Hacienda que involucra a una empresa que tenía bajo contrato al hijo del secretario Raúl Maldonado, quien el viernes fue al FBI, al parecer, a ver qué es la que hay. El último que hizo eso, ir a la Chardón a ver qué es la que hay, Jorge de Castro Font, en 2008, fue arrestado días después.
Están mirando las andanzas de Elías Sánchez, el poderosísimo exdirector de campaña de Ricardo Rosselló (de quien se ha comentado por ahí que no es la persona favorita de Pedro Rosselló), a quien se le atribuye haber diseñado un gabinete a su imagen y semejanza, de manera que medio mundo por ahí le deba favores.
Se sabe que los federales trajeron refuerzos, incluyendo expertos en rastrear dinero, que es el lubricante de las puertas del infierno y de mucha de la política de aquí.
Se sabe también que algunas de las pesquisas no se hacen aquí. La que tiene que ver con el Departamento de Educación la están manejando desde Washington. A Elías Sánchez lo están velando desde el Distrito Sur de Nueva York, donde mismo adoban las pesquisas más complejas del mundo, como las que tienen que ver con terrorismo o con crímenes financieros perpetrados en Wall Street.
Todos estos eventos, que han venido cayendo como en cascada, aumentando en intensidad con el pasar de los días, tienen el país sumido en un ambiente febril. Se levanta la gente ansiosa a ver qué nueva revelación le trae el día. Estamos, como en los tiempos de Pedro Rosselló, preguntándonos: ¿será este o será aquel?
No sabemos en qué va a parar, si en algo, alguna de las pesquisas. Pero es una apuesta bastante segura que en algo pararán. Mientras tanto, como suele pasar en estos casos, nos quedamos sin gobierno. Hemos visto que la principal ocupación de ciertos jefes de agencia es estar respondiendo requerimientos federales.
El gobernador Ricardo Rosselló, cada vez que asoma las narices en público, tiene que pasar rato contestando de esto. Gobernar, que nunca se le dio muy fácil, se le ha complicado tremendamente. Está el país paralizado esperando por el FBI.
Huele a miedo. Viene un golpe grande, pero no se sabe de dónde ni contra quién. Están como antes, los que gobiernan, mirándose de reojo, preguntándose quién, como dicen los mafiosos, se va a "virar", palpándose a ver si alguien se dejó alambrar. Se acuestan algunos temerosos de despertar con alarma de golpes en la puerta.
La paranoia, en serio, es una cosa bárbara. No se le desea a nadie. Pero, por si caso, cierren bien las puertas.

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