Viernes, 29 de Marzo de 2024

Cómo la coyuntura mata el desarrollo

ColombiaEl Tiempo, Colombia 15 de julio de 2019

Colombia es tal vez el mejor ejemplo de cómo la concentración en el análisis de la coyuntura económica mata las posibilidades de un verdadero desarrollo

Colombia es tal vez el mejor ejemplo de cómo la concentración en el análisis de la coyuntura económica mata las posibilidades de un verdadero desarrollo. Es decir, el mirar solo el corto plazo, el día a día de la evolución de las principales variables económicas, no permite tomar las decisiones necesarias que cambien el ritmo y composición del crecimiento y sus impactos sociales, ambientales y políticos. Basta con mirar las noticias diarias sobre este tema para comprobar cómo esos debates trascendentales sobre dónde están los verdaderos motores para construir la base productiva que el país requiere, se ahogan en medio de los eternos análisis del precio diario del petróleo, de la volatilidad de la tasa de cambio, del crecimiento mensual de los precios, del movimiento de importaciones y exportacio- nes… Mientras este es el debate económico permanente, dónde están, por ejemplo, los análisis sobre la parálisis del sector rural que al observar sus indicadores a través del tiempo es evidente que nada ha cambiado en las últimas décadas. Su potencial para realmente retomar la senda de crecimiento que Colombia requiere ha sido señalado reiteradamente por organismos internacionales. La FAO, por ejemplo, ve a este sector productivo dentro del contexto mundial, y señala que la demanda futura de alimentos y de productos agroindustriales le abre a este país unas inmensas posibilidades de crecimiento. Tenemos la tierra fértil, que muchos países no tienen; el agua, que también pocos países poseen, y una de las poblaciones campesinas más grandes de América Latina, lo que significa una mano de obra con gran potencial si se le brindaran las oportunidades de educarse, de tener la salud básica, de tener tierra, de disfrutar los bienes públicos indispensables para producir eficientemente y disfrutar de una vida digna. Al mismo tiempo, la ANDI y el Consejo Gremial están concentrados en los sectores de siempre y no se fijan en el otro gran potencial de la agroindustria, que también podría responder a las demandas crecientes de las clases medias de los países emergentes. Pero de nuevo, hacer realidad este potencial implica volver los ojos al campo y esto parece un tema vedado para quienes creen que urbano y modernización es lo mismo. También es un tema intocable porque el feudalismo alrededor de la tierra impide la postergada reforma agraria que se requiere. Otra seria limitación al crecimiento es la productividad de la mano de obra, de la cual se habla mucho pero se hace poco. ¿Será posible lograr cambios significativos, cuando la educación que recibe la gran masa de colombianos es mediocre, desactualizada y además accede a unos servicios de salud muy distintos a los que tienen acceso sectores privilegiados? Bien lo decía Cristopher Pissarides, premio Nobel de Economía 2010, en la reciente Convención Bancaria: no es cierto que subir impuestos sea necesariamente malo para el empleo porque eso depende de lo que el Estado haga con esos recursos. Si por ejemplo los utiliza para mejorar las condiciones de vida y entre ellas la educación de la fuerza de trabajo, el resultado será positivo. Pero este debate no se hace en Colombia. Además, ¿cómo puede el país llegar a tasas de crecimiento del 5 o 6 % anual, cuando el mercado laboral solo ofrece precariedad, como está sucediendo con las nuevas formas de servicios que crecen rápidamente? No se piensa en que con esos esquemas novedosos de contratación se está matando la posibilidad de asegurar algo fundamental en el mundo como es la protección social. El debate sobre este tema está muerto antes de empezar porque mientras la juventud no pueda construir una pensión para su vejez porque sus ingresos y los sistemas actuales no se lo garantizan, la única forma sería un esquema no contributivo financiado por el Estado, imposible con niveles de impuestos del 13 o 14% sobre el PIB. Pero este tema no se toca. Entonces, ¿de qué productividad y finalmente de qué competitividad se está hablando? Adicionalmente, desigualdad de ingresos, de riqueza, de género, de desarrollo regional, de etnias, y concentración inmensa de la tierra en pocas manos no son temas de coyuntura, y mientras no se aborden con estrategias de corto, mediano y largo plazo, este país seguirá con un crecimiento mediocre y uno de los más desiguales de América Latina y del mundo. Sus efectos sobre el potencial de crecimiento de la economía ni siquiera se considera en los debates de la coyuntura, pero en estos temas sí que nace el freno al verdadero desarrollo económico del país. Quienes deberían incentivar este tipo de debates trascendentales, como el sector gremial, en su afán de apoyar a un gobierno débil, se quedan solo en las pequeñas luces, muchas de ellas intermitentes, y no tocan estos temas que sí cambiarían el ritmo y la naturaleza del desarrollo económico nacional. Es fundamental que se tome conciencia de que centrarse solo en el análisis del hoy y el ahora, por las razones que sea, termina matando las posibilidades de actuar para construir las bases reales del crecimiento que el país requiere. En palabras de Mafalda: lo urgente nunca deja tiempo a lo importante.
Exministra cecilia@cecilialopez.com

La Nación Argentina O Globo Brasil El Mercurio Chile
El Tiempo Colombia La Nación Costa Rica La Prensa Gráfica El Salvador
El Universal México El Comercio Perú El Nuevo Dia Puerto Rico
Listin Diario República
Dominicana
El País Uruguay El Nacional Venezuela