Miércoles, 24 de Abril de 2024

Valor por convicción

MéxicoEl Universal, México 22 de agosto de 2019

JUCHITÁN, Oax

JUCHITÁN, Oax., agosto 22 (EL UNIVERSAL).- A toda prisa, Mauricio sacó a su padre dializado de entre los escombros de la casa de teja que colapsó ese 7 de septiembre. Como pudo lo puso a salvo y salió corriendo hacia la central de bomberos. En 20 minutos atravesó la ciudad de Juchitán ya en ruinas; no se detuvo, sabía que los minutos eran decisivos. La encontró convertida en un refugio para heridos. Esa noche de 2017 fue la más larga que ha pasado en sus 28 años de vida. Después, no dormiría por cinco noches más.

Mauricio Jiménez Flores es uno de los 15 bomberos que forman parte del Honorable Cuerpo de Bomberos de Juchitán de Zaragoza, uno de los ocho que posee el estado de Oaxaca y el único en el Istmo de Tehuantepec que está incorporado a la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca (SSPO).

Aunque la refinería Antonio Dovalí Jaime de Salina Cruz tiene su cuerpo de emergencia interna, al igual que la empresa Cruz Azul en Lagunas, los bomberos zapotecas de Juchitán son los únicos que atienden a 10 municipios del Istmo y tienen en sus manos las 200 mil almas de las personas que los habitan.

La noche del sismo, sólo seis bomberos estaban de guardia, el resto descansaba. Uno de ellos despertó debajo de los escombros y sus compañeros se enteraron cuando ya estaba en el hospital. Dos perdieron familiares y todos sufrieron daños en sus viviendas. Aun así el deber los obligó a abandonar a los suyos para salvar a los otros, a quienes exigían su ayuda para rescatar vidas y patrimonio.

"Esa noche fue muy larga y estresante, nadie se fue a su casa en cinco días. A penas y pestañábamos, por lapsos, algunos cerrábamos los ojos, pero las emergencias nos levantaban. Yo salvé a mi padre y corrí a ayudar a la gente. Nadie dejó la central, ni siquiera los que perdieron un familiar, el pueblo nos requería. No nos dimos abasto porque somos pocos, pero hicimos lo humanamente posible", comenta Mauricio mientras se coloca su pesado traje amarillo.

Ni él ni sus compañeros se consideran héroes, pero aseguran que es un oficio por convicción, por amor al prójimo. Prueba de ello es su salario. Cada uno de ellos gana 4 mil 400 pesos a la quincena. Esa es la paga por arriesgarse todos los días, no sólo por el fuego, ahora también por la violencia.

Luego del sismo del 7-S, la emergencia más grande que han atendido, la preocupación que abraza a estos bomberos es quedar entre las balas cruzadas de grupos delictivos que hasta el momento han dejado más de 180 homicidios dolosos y todos los días cobran víctimas en la región más violenta del estado, según la Fiscalía General de Oaxaca (FGEO).

Lo anterior, porque al ser el único servicio de emergencia en el Istmo y al estar adscritos a la Secretaría de Seguridad Pública, también participan en el rescate de víctimas de secuestro y en el levantamiento de cuerpos de ejecutados, con el riesgo de cruzarse con los sicarios o de ser interceptados rumbo al hospital mientras trasladan a algún sobreviviente.

Surge Central de Bomberos. Francisco Vásquez Jiménez, titular de la Central de Bomberos de Juchitán, recuerda que la historia de este heroico cuerpo comenzó hace más de 12 años, con tres voluntarios. Después de años de hacer conciencia y de llamar la atención de los gobiernos estatal y municipal se logró consolidar el proyecto de manera oficial.

"Comenzamos debajo de una árbol, luego nos dieron un edificio abandonado que era el Instituto de la Mujer, nosotros lo fuimos acondicionando. Es cierto, somos pocos en equipo y operatividad estamos al 40%. Mínimo deberíamos tener 50 bomberos para atender a 200 mil habitantes" explica el líder de los bomberos. "Aun así actuamos con eficiencia, nos capacitamos cada año y respondimos con profesionalismo ante la gran emergencia del sismo".

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(NOTA RELATIVA)



"El pensar en mi familia me impulsa a combatir las llamas"

CUERNAVACA, Mor., agosto 22 (EL UNIVERSAL).- En la penumbra de una cisterna impregnada por los fuertes olores de solventes y químicos sólo había una forma de rescatar a los cuatro adultos que yacían inconscientes e intoxicados. Para el rescate se requería valor y un equipo de respiración autónoma para trabajar en atmósferas pobres en oxígeno.

Sin conocimientos de rescate, un vecino ingresó a la cisterna para intentar rescatar a los tres adultos que habían caído, pero cuando descendió perdió el conocimiento, golpeado por el olor de los químicos de la cisterna de tres metros de profundidad. Así que con el vecino eran cuatro personas intoxicadas en el interior del depósito de agua.

La solicitud de ayuda llegó a la estación de bomberos de Cuernavaca como a las 5 de la tarde con el reporte de personas atrapadas en una cisterna y lo primero que pensó el bombero Carlos Camacho fue que la estructura había colapsado y mantenía aprisionados a los adultos.

Con sus compañeros se dirigió al sitio donde pedían el auxilio y rápidamente se colocaron el equipo de respiración autónoma para planear el descenso. Carlos, de casi 1.70 metros de estatura, fue el primero en ingresar.

La visibilidad era deficiente, pero con la capacitación recibida en el Cuerpo de Bomberos de Cuernavaca durante siete años de trabajo, buscó los cuerpos y cargó cada uno para llevarlos a la superficie y sujetarlos con una cuerda para que sus compañeros lo sacaran de la cisterna.

Los cuatro adultos estaban tendidos al suelo cuando llegaron las unidades de urgencias médicas. Carlos se acercó a un muchacho casi de su edad, levantó su cabeza y el joven abrió los ojos y pronunció su nombre.

?¿Eres Carlos Camacho?, preguntó.

?Sí, soy yo. ¿Me conoces?

?Sí, fuimos compañeros de kínder.

"Entonces me abrazó y comenzó a llorar. Se quería levantar para sacar a su papá. ?Mi papá está adentro y mi hermano también?, me dijo. ¡No, tranquilo, ya están afuera, ya los están atendiendo los paramédicos?, le respondí.

"Al otro día, cuando salí lo visité y ya estaban en su casa. Platicamos y agradecieron el rescate y eso es lo más gratificante para mí. Lloró y yo también me conmoví, porque también he trabajado con mi papá en trabajos temporales y a veces le ayudo.

"Para mí fue como si mi papá y mis dos hermanos estuvieran en esa cisterna. Proyecté a mi familia en el peligro y saber que los pude ayudar me deja que alguien más puede auxiliar a mi familia o a otras personas", cuenta Carlos.

Al evocar su infancia, Carlos recuerda que en el kínder nació su inspiración por ser bombero, luego de conocer a un "matafuegos". Tenía cinco años cuando en su plantel se dio una plática sobre medidas de prevención, dictada por un bombero de Cuernavaca.

"Lo vi como un hombre gigante, enorme, muy seguro de sí mismo. Yo tenía cinco años y desde que conocí a ese bombero supe que seguiría el mismo camino", dice.

Unos 13 años después Carlos ingresó al Cuerpo de Bomberos, donde su ídolo se había jubilado, pero supo que fue un elemento "entrón", valiente y fuerte combatiente de las llamas.

Ahora sigue esa enseñanza, pero reconoce que no deja de sentir miedo cuando se levantan ante su vista grandes lenguas de fuego, cuyo calor hace que su mente llame las imágenes de su esposa, su hijo de cinco años, sus padres y hermanos; incluso sus compañeros.

El bombero de 26 años admite que su miedo más fuerte es morir bajo los escombros de una estructura colapsada o que suceda una explosión mientras combate el fuego. "A veces quieres salir corriendo, pero tienes la adrenalina, es como un juego de emociones que se siente estando en servicio, pero pienso en mi esposa y mi hijo", comparte.
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