Sábado, 20 de Abril de 2024

¿El fin de una institución?

ChileEl Mercurio, Chile 15 de diciembre de 2019

La falta de reconocimiento de su valor y la indolencia frente al violentismo han golpeado duramente al Instituto Nacional.

En el Instituto Nacional quedaron 112 vacantes disponibles en séptimo básico para llenarse en un segundo llamado del sistema de admisión escolar para familias que no postularon en la primera convocatoria o que no aceptaron matricular a sus hijos o pupilos en los planteles en que quedaron seleccionados. Finalizado ahora ese segundo proceso, 58 cupos siguen aún vacantes. Hace no mucho tiempo, para cada cupo disponible había casi seis postulantes. No solo se percibía que en ese liceo había una educación de calidad, sino que también se lo consideraba un vehículo de movilidad social. Además, enorgullecía a las personas que querían una educación pública robusta y desafiante.
Ese capital se ha dilapidado en pocos años y ha quedado clara la facilidad con la que se pueden destruir instituciones destacadas. Su desarrollo, en cambio, toma tiempo y una dedicación extraordinaria. Las tomas y paros prolongados, unidos en el último tiempo a una violencia irracional, terminaron por pasarle la cuenta a una institución que nació con la república. Recuperarla aparece hoy como una tarea imposible. No hay una única razón para explicar este deterioro, pero la falta de reconocimiento de esta experiencia y la indolencia frente a la actuación de grupos radicalizados han sido fundamentales en esta evolución.
Los países que tienen buenos sistemas educativos no sacrifican el funcionamiento normal de sus colegios y casas de estudio superiores. Los costos son demasiado grandes no solo en el logro de aprendizajes, sino que también en equidad educacional. A pesar de ello, se ha instalado en nuestro país casi todos los años una paralización prolongada de actividades educacionales. Son muy pocos los que levantan sus voces frente a esta situación, e incluso algunas autoridades, particularmente del ámbito universitario, asumen actitudes complacientes. Ello da cuenta, finalmente, del poco aprecio que parece existir por una educación rigurosa y exigente. Pero es difícil imaginar un país que progrese renunciando al rigor.
El caso del Instituto Nacional es una prueba de esa visión. La selección por aptitud académica fue negada como una virtud por importantes sectores. Se sostenía que ella no reflejaba ningún mérito y solo era un indicador de capital cultural, consecuencia, por tanto, de un factor aleatorio que no era controlado por los niños que postulaban en séptimo básico. Sin embargo, estas visiones carecen de sustento. Niños y niñas de hogares de igual capital cultural y social pueden tener y efectivamente exhiben logros educativos muy distintos. De hecho, en el último informe PISA se lee que "un 11 por ciento de los estudiantes desaventajados de Chile fueron capaces de tener resultados en el cuartil superior de desempeño en lectura, sugiriendo que la desventaja no es destino". El proyecto del Instituto Nacional, tanto en la entrada como en la salida, validaba esta afirmación. Ha sido una enorme irresponsabilidad sellar su actual destino.
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