Viernes, 29 de Marzo de 2024

¿Jugando a ser Dios?

ColombiaEl Tiempo, Colombia 15 de diciembre de 2019

Carlos Francisco Fernández R

Carlos Francisco Fernández R. - editor de salud de el tiempo
Cuando a mediados del siglo XIX Gregor Mendel, con su paciencia de monje agustino, cruzaba arvejas de diferentes especies, con lo cual logró descifrar las leyes de la herencia, se creía que esto apenas alcanzaba para darle forma a la teoría de la evolución de Charles Darwin. Si bien el monje dio a entender que toda la información que definía las bases de un individuo se podía heredar, este hallazgo apenas se conoció. Incluso se mantuvo oculto por varias décadas. Pero gracias a la curiosidad del biólogo inglés William Bateson, a comienzos del siglo XX, los trabajos de Mendel fueron redescubiertos y se estableció que la teoría de la herencia que estos encerraban definía las bases de un nuevo conocimiento, que a partir de ese momento se llamó genética. Y aunque para entonces no se tenía ni idea de lo que era un gen, Bateson se atrevió a predecir "que el conocimiento exacto de los mecanismos de la herencia produciría más impacto sobre la humanidad que ningún otro conocimiento científico". Más de un siglo después, el presagio no solo se ha cumplido, sino que ha desbordado cualquier lindero que se le hubiera podido poner a este tema, a tal punto que los alucinantes avances biomédicos que se atisban para la próxima década están sentados sobre las arvejas cruzadas de Mendel. De acuerdo con César Burgos, presidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, el influjo de los genes sobre la vida en general y en la de cada persona es más marcado y más perturbador de lo que se había llegado a imaginar. "La capacidad que hoy se tiene para interpretar, modificar y manipular de manera voluntaria los genes es tan inquietante que permite alterar cualquier destino natural -explica Burgos-. Algo que desde siempre se consideró inmutable, pero que cambiará la existencia en los próximos veinte años". La historia ha sido vertiginosa, con fogonazos que cambian pensamientos, como cuando en 1943 Oswald Avery le aseguró al mundo que una molécula llamada ADN tenía toda la información de un organismo, o cuando en 1953 James Watson y Francis Crick presentaron en sociedad la doble hélice de la citada molécula. Otro destello fue la incorporación del material genético de un virus dentro del de una bacteria, con lo que Paul Naim Berg abrió la trocha para secuenciar genes y realizar clonaciones, lo que permitió el nacimiento de Dolly, la oveja famosa en 1996. Un salto descomunal que, además de permitir crear un animal idéntico, retó a la naturaleza al obtener un ser vivo por fuera de los patrones normales de la reproducción. Por esa vía, la humanidad aprendió a interpretar el lenguaje de los genes. Tanto que en 1977, el británico Frederick Sanger (premio nobel de Química) dio a conocer el genoma completo de un virus y mostró el camino para identificar la genética completa de organismos más complejos, incluido el humano. Eran los primeros pasos del llamado ADN recombinante, explica el fisiólogo José Elías Santacruz, lo que hizo posible que se reordenaran funciones en algunas bacterias para ponerlas a producir sustancias a voluntad, con solo introducirles material genético extraño dentro del suyo. "Así, algunas bacterias modificadas empezaron a producir insulina, lo que cambió para siempre la vida de los diabéticos", agrega. Veinte mil genes históricos Con todas estas herramientas, en el 2001, el mundo conoció la secuencia completa del genoma humano, que presuntuosamente se esperaba que contara con más de 100.000 genes, pero sorpresivamente no fueron más de 20.000, suficientes para entender los problemas que afectan a cada individuo y, por ende, encontrar soluciones específicas para ellos. En el 2006, los titulares daban cuenta de los avances con células madre, y el mundo vio cercana la posibilidad de cultivar células, tejidos y órganos de repuesto, solo con introducir el material genético de una célula en los cascarones de otras. Este sueño encontró un desvío favorable con la llamada reprogramación celular, que devuelve atrás el reloj biológico de una célula madura hasta llevarla a su etapa embrionaria y desde ahí orientarla, para convertirla en una célula o tejido que se requiera. "Crear órganos y tejidos en el laboratorio para reemplazar los que se han dañado en un cuerpo es una realidad disponible. Ya no causa asombro", dice Burgos. Según la bioeticista Carmen Elisa Roncero, el mundo tuvo que adaptarse a ver cómo el hombre era capaz no solo de modificar la vida, sino incluso de pensar que la podría crear en el laboratorio: "Avances que no han estado libres de discusiones éticas, pero que han encontrado un lugar para quedarse y servir de soporte a más adelantos". Porque hay más. Con la secuenciación del genoma también se empezó a entender la base molecular de las enfermedades, y la ingeniería genética y la biología molecular se empezaron a volver esenciales para diagnosticar cualquier patología causada por un daño en el ADN. Sin duda, una revolución. Pero faltaba algo, de acuerdo con Antonio Acosta, director del doctorado en Genética de la Universidad Simón Bolívar, y era la forma para editar de manera fiel el genoma sin daños secundarios. Y es así como en el 2012 hizo su aparición el CRISPR-Cas9, una especie de tijeras biológicas que permiten cortar genes defectuosos, retirarlos y sustituirlos por otros buenos, sin afectar el resto del material genético. Estas tijeras biológicas han evolucionado hasta lograr modelos más certeros. "Ya no solo se lee el material genético, sino se puede modificar para cambiar condiciones defectuosas, o buscar mejoras a lo que ya existe", explica José Elías Santacruz. Por primera vez, la humanidad reescribe su propio manual de instrucciones. Siddhartha Mukherjee, investigador indio-estadounidense, autor de El gen, una historia íntima, es enfático en decir que esto afecta de manera radical la propia definición del ser humano, en razón a que esta técnica es relativamente sencilla y está a la mano de muchos equipos de científicos, con lo que se cierra el círculo que permite modular a voluntad el ADN del organismo. Lo que es útil se hará Según Santacruz, el mundo había sido cauto y permitía intervenir el genoma solo con fines terapéuticos y sin modificar las células germinales. Pero la verdad hoy se sabe que todo lo que se pueda hacer y sea útil, se hará. En otras palabras, hoy es posible modificar el material genético en una célula reproductiva y transmitir los cambios a toda la descendencia. Para la muestra está que los investigadores de Edimburgo que clonaron la oveja Dolly crean unas gallinas capaces de producir huevos con interferón humano, una condición con la que también nacen las gallinas descendientes de ellas. Lo hecho con estos animales también se puede realizar con los humanos, aunque requiere un debate social profundo. Pero por encima de esta advertencia, hace unos meses el científico chino He Jiankui le anunció al mundo que había creado los primeros humanos inmunes al virus del sida, capaces de transmitir esa inmunidad a su descendencia e inaugurar así una nueva especie humana, diferente del resto de los mortales. El logro fue calificado como irresponsable y encendió muchas alarmas, aunque la posibilidad de obtener personas sin enfermedades genéticas ya era un hecho. Estas alertas parecen ser temporales, porque las técnicas genéticas hoy permiten el desarrollo de métodos de diagnóstico precisos y expeditos de agentes infecciosos, mediante la identificación de sus genes, con lo que se facilita la lucha contra ellos. La posibilidad de identificar incluso antes de la implantación de óvulos o de erradicar genes causantes de enfermedades hereditarias como fibrosis quística, distrofias musculares o algunas formas de cáncer hereditario está a la orden del día. También es posible la producción de nuevas líneas celulares con secuencias de genes editados, que pueden ser la base para generar órganos para trasplantes. Sin contar que se pueden crear clones de células para tratamientos de enfermedades. Futuro, más allá de la cura Los avances en biología molecular, en farmacogenética y en genómica no solo permitirán curar enfermedades a partir de la creación de medicamentos específicos, eliminación o reparación de genes, sino también harán posible, al menos en teoría, crear personas en un contexto de diseño específico. "Si un gen defectuoso se puede retirar para cambiarlo por uno bueno, también se podrían introducir genes con características específicas, según la necesidad de una sociedad. Esto plantea discusiones que el mundo se está tardando en abordar", agrega Santacruz. Mejores funciones musculares para deportistas, condiciones mentales favorables, eliminación de genes que se manifestarán en enfermedades y erradicación de ellas a partir de librar a la descendencia de las mismas son asuntos posibles frente a los cuales no hay acuerdos desde el plano ético. Ahora, si de alargar la vida se trata, el King’s College de Londres acaba de encontrar ocho modificaciones genéticas responsables del proceso de la vejez que se pueden contrarrestar con los mecanismos descritos y que retardarían el deterioro celular de manera significativa hasta en un 50 por ciento. Campo Elías Páez, subespecialista en envejecimiento, afirma que antes de una década se podrá modular la edad de la gente a voluntad, algo impensable hasta hace un lustro. Hoy sabemos que el hombre logró modular a voluntad su manual de navegación biológica y tiene en sus manos un poder de magnitud incomparable. Diseñar seres humanos, a partir de su estructura molecular más ínfima, sería como jugar a ser Dios. Carlos Francisco Fernández

es médico cirujano, especialista en rehabilitación y neurofisiología.
carlos francisco fernández Médico cirujano

"Hoy sabemos que el hombre logró modular a voluntad su manual de navegación biológica y tiene en sus manos un poder de magnitud incomparable".
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