Jueves, 28 de Marzo de 2024

Juicio político a Donald Trump: un proceso que pese a su final cantado ya dejó una cicatriz

ArgentinaLa Nación, Argentina 22 de enero de 2020

Washington

Washington.- Antes de que los demócratas pusieran en marcha el impeachment contra Donald Trump, Nancy Pelosi, arquitecta y jefa absoluta de la oposición en el Congreso, renegaba de toda la movida porque, decía, un juicio político era "muy divisivo". Todo lo que vino después confirmó ese temor: en Estados Unidos, el impeachment es la grieta.
Trump será absuelto por el Senado, pero el proceso que acaba de comenzar y que, se prevé, terminará rápido, en unas semanas, ya ha dejado una cicatriz en el país. El primer día del dejó sobradas evidencias de las irreconciliables diferencias que existen entre el oficialismo y la oposición.
Los republicanos acusan a los demócratas de querer deshacer la elección de 2016, de montar "una farsa", en las palabras de , sus abogados y varias figuras del Congreso, con escasas evidencias y sin pruebas contundentes de culpa porque aún mastican la derrota de hace tres años, sin poder digerirla. Los demócratas, a su vez, acusan a los republicanos de poner a Trump por encima del país, la Constitución, las leyes y, en última instancia, la salud de su democracia, la más longeva del planeta.
La grieta llegó hasta el debate por las reglas del , otra clara señal -una más- de que los dos partidos políticos que se dividen el poder en Washington están embarcados en una disputa sin concesiones.
El oficialismo maniobra para llegar a una rápida absolución de Trump, defenestrando, en el camino, toda la investigación opositora. La oposición denuncia un encubrimiento.
Pero los demócratas solo pueden patalear: sin mayoría en el Senado, no tienen control sobre el juicio, y la posibilidad de llamar testigos claves -como el exasesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, o su abogado personal, Rudy Giuliani- depende de la buena voluntad de un puñado de senadores republicanos "moderados", renuentes a romper con Trump, dueño absoluto del Partido Republicano.
Mitch McConnell, el líder republicano del Senado, detestado por los demócratas, ha repetido una y otra vez que está siguiendo el modelo del juicio político a Bill Clinton, hace 20 años, una "hoja de ruta", explicó, que garantiza la imparcialidad. Pero los demócratas lo culpan de poner palos en la rueda, impedir un "juicio justo" y buscar una absolución veloz a la medida de Trump.
En ese ambiente corrosivo, nada indica que el juicio político ofrecerá respuestas sobre el Ucraniagate. El veredicto quedó atado a la ideología.
Para los demócratas, Trump abusó del poder de la presidencia al condicionar un paquete de ayuda a Ucrania a cambio de una investigación contra Joe Biden, quien puede ser su rival en la elección presidencial de noviembre.
Para los republicanos, todo lo que hizo Trump fue perfectamente apropiado. Bajo la óptica de la oposición, Trump montó una diplomacia paralela corrupta para sacar ventajas en la elección. Un ataque a la democracia. Bajo la del oficialismo, Trump solo hizo su trabajo y buscó combatir la corrupción en Ucrania, incluida la de Biden, quien no ha sido acusado de nada. El ataque a la democracia es, en esa visión, de los demócratas, que quieren deshacer la última elección.
La grieta en el Capitolio y en el juicio a Trump es un espejo de las divisiones en el país.
La mitad de Estados Unidos quiere echar a Trump de la Casa Blanca, y la otra mitad quiere que se quede. En una de las últimas encuestas, de la cadena CNN, la división fue quirúrgica: un 89% de los demócratas creen que Trump debe ser removido de la presidencia, mientras que un 89% de los republicanos dijeron que debe ser absuelto.
Esos números apenas se movieron desde que se desató el escándalo del Ucraniagate. Cada revelación de la investigación, cada avance en el proceso del juicio a Trump solo pareció cimentar la posición de uno y otro bando. Lo que cada uno cree o quiere parece jugar más fuerte que la realidad.
Quienes recuerdan el juicio político a Bill Clinton, en 1999, por el escándalo desatado a partir de su romance con Monica Lewinsky remarcan un escenario similar al actual, pero con los roles cruzados. Los argumentos que esgrimen los republicanos ahora para defender a Trump son parecidos a los que utilizaban los demócratas antaño para defender a Clinton. Los gobiernos cambian, pero la grieta persiste.

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