Viernes, 29 de Marzo de 2024

Practican cómo mantenerse   seguras

Puerto RicoEl Nuevo Dia, Puerto Rico 23 de enero de 2020

A media tarde de ayer, el maestro José A

A media tarde de ayer, el maestro José A. Cabán explicaba a una veintena de estudiantes las dinámicas militares que caracterizaban a la cultura espartana en la antigua Grecia. Sentado sobre un pupitre, hablaba sobre esos temidos y venerados soldados que, en nuestros días, se han convertido en leyendas.
"El entrenamiento militar en Esparta no ocurría como el entrenamiento militar de hoy día", explicaba el profesor a las estudiantes de su clase de Historia.
De repente, el sonido de una alarma se apoderó de los salones y pasillos del Colegio Puertorriqueño de Niñas (CPN).
El chillido no era nuevo para las alumnas en el salón de Cabán. En segundos, todas se agacharron debajo de sus escritorios.
La alarma era la señal que sustituyó el rugido de la tierra que aún se escucha en el sur de la isla. En Guaynabo, el suelo no tiembla con la misma intensidad que lo sigue haciendo en Guánica. Las escuelas privadas de la zona norte -que por operar de forma independiente son más ágiles en sus respuestas a emergencias que el sistema de enseñanza público- ya han iniciado el semestre escolar tras un leve retraso provocado por los temblores de enero. Pero la "normalidad" de un día de clases ahora es diferente.
Los simulacros de terremoto y desalojo han cobrado un nuevo sentido de urgencia. Después del 7 de enero, el país sabe cuán real es la advertencia de que un sismo puede ocurrir en cualquier momento.
Sentadas sobre sus piernas, con la frente casi pegada al piso, las estudiantes en el salón de Cabán cubrieron sus cabezas con sus brazos. Hasta el maestro se ubicó debajo de su escritorio.
Pasaron 20 segundos
Nadie se movió hasta que la alarma dejó de sonar.
El silencio fue sustituido por las instrucciones del maestro a sus estudiantes para que salieran del salón. Es el protocolo. Las niñas salieron en orden, una detrás de la otra. En el pasillo, giraron hacia la izquierda, rumbo a las escaleras que las lleva a la salida más cercana. Cabán agarró una mochila negra y roja que mantiene cerca de su escritorio. Verificó que nadie quedara atrás y fue el último en salir del aula.
En caso de haber sido un terremoto real, toda la escuela debe vaciarse, si las condiciones de la estructura lo permiten. El Plan Operacional de Emergencias del colegio detalla las medidas que se deben tomar en caso de que el edificio de tres niveles sufra daños. Pero, por el momento, la prioridad es asegurarse que estudiantes y empleados conozcan al dedillo cómo asegurar sus vidas.
Desde que comenzaron las clases el pasado lunes, 13 de enero, el plan de emergencias del colegio ha sido uno de los documentos más consultados, señaló la directora Cristina M. Dávila. No porque necesitara revisión, sino para repasar lo que contiene y confirmar que están listos para cualquier incidente, indicó.
"Nuestro plan operacional de emergencias se revisa anualmente. Nosotros hacemos simulacros de terremoto con frecuencia, según establece nuestro plan, pero posterior a la emergencia que se vivió en el país en estos días, los estamos haciendo con mayor rigurosidad", narró Dávila.
Todos los pasos que se siguen en sus simulacros han sido avalados por expertos en manejo de emergencias y las autoridades del gobierno federal y estatal que han certificado el documento, añadió.
"En el caso específico del simulacro para terremoto, si están en un espacio interior, (los pasos son) agacharse y cubrirse. Eso es lo que establece nuestro plan y es importante decirlo porque, a veces, escuchamos muchas versiones, que si debajo (de los escritorios), que si al lado de los escritorios. Pero después de las evaluaciones de nuestro espacio físico, eso es lo que los especialistas establecieron en nuestro plan operacional", expresó Dávila.
La oficial de asuntos estudiantiles de la institución, Margarita Viejo, recordó que en 2016, en un taller organizado por la Asociación de Educación Privada, el exdirector de la antigua Defensa Civil Epifanio Jiménez le urgió fortalecer y practicar su plan para terremotos.
Más de tres años después, celebran haberlo hecho.
De vez en cuando, han hecho cambios. Recientemente, incorporaron lo que llaman la "mochila sísmica", la cual contiene artículos de primeros auxilios, indicó la directora. Cada maestro mantiene una en su salón, la cual carga en cada simulacro.
"Cuando me las encuentro fuera de los salones, yo les pregunto a las estudiantes, sobre todo a las más grandes, ¿qué vas a hacer si tiembla cuándo estás en un pasillo? ¿Si estás afuera? ¿Si estás en la biblioteca? La intención es que estén preparadas", señaló Viejo.
En el comité de infraestructura de la Junta de Directores del colegio, hay ingenieros, quienes se encargaron de la primera inspección del edificio tras el terremoto del 7 de enero. El colegio no sufrió daños, pero pospusieron el inicio del clases del 9 de enero al 13 para dar tiempo a una evaluación formal de ingenieros estructurales que tranquilizara los temores de los padres y los empleados, indicó Dávila.
Ana Velasco Mirandés, estudiante de undécimo grado, relató que los simulacros y las orientaciones la han ayudado a sentirse segura en la escuela.
"Nos han preparado para poder enfrentar lo que ha pasado en los últimos días. Hemos practicado bastante", sostuvo la adolescente.
Mientras las niñas saben cómo cuidarse, la maestra de Salud Aracelis Troche destacó que cada docente y no docente sabe cuál es su rol en medio de una emergencia.
Casi todos los maestros han tomado cursos de primeros auxilios y varios, como los de Deportes, están certificados en resucitación cardiopulmonar.
La maestra de preescolar tiene la llave del portón que lleva a un parque aledaño por el cual se desaloja toda la escuela elemental. Hay otras dos salidas que usan las alumnas para salir lo más rápido posible de la estructura hacia el parque, donde se acomodan según su grado.
Los padres saben que ese es el punto de encuentro en caso de una emergencia real, destacó Dávila.
La maestra de inglés Glorimar Mejías es una de las que se queda atrás en un desalojo. A la hora en que sonó la alarma ayer, no tenía estudiantes en su salón, así que era su responsabilidad entrar a los baños, la biblioteca y el teatro para asegurar que ninguna estudiante se haya quedado atrás.
La última en salir es la directora, "la capitana del barco", explicó Dávila.
Ayer, las 351 estudiantes, 48 profesores y 28 empleados administrativos desalojaron la escuela en dos minutos y 10 segundos. La meta, según el plan de emergencias, es hacerlo en menos de tres minutos y 45 segundos.
Dávila sonrió cuando dio las instrucciones para que las niñas regresaran a sus clases.






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