Viernes, 29 de Marzo de 2024

RD y el "amor romántico"

ChileEl Mercurio, Chile 24 de febrero de 2020

La pretensión de definir desde la política cómo deben relacionarse las personas no es nueva

Controversia provocó en redes sociales una campaña lanzada el pasado 14 de febrero por Revolución Democrática en contra del "amor romántico". Por este se entendía el "amor heteronormado que obliga a tener relaciones eternas, incondicionales y sacrificadas". De acuerdo con la colectividad, tal concepción relega a segundo plano el amor propio, "normaliza relaciones donde la posesión es parte del núcleo" y "elimina la individualidad, dando paso a la dependencia emocional". Dichos planteamientos generaron diversas respuestas, algunas irónicas y otras defendiendo la libertad de las personas para definir su modo de relacionarse con otras, pero, más allá de lo anecdótico, el episodio resulta en algunos aspectos revelador.
Desde luego, la idea de una campaña contra el "amor romántico" no es original. Desde hace años, sectores vinculados a Podemos han venido impulsando en España iniciativas similares. Desarrolladas en tono festivo, con dibujos y alusiones a la cultura popular, se sustentan -al igual que la campaña de RD- en algunas teorías feministas de acuerdo con las cuales la idea del amor romántico sería "una herramienta de control social" que perpetuaría la dominación sobre la mujer e incluso propiciaría la violencia de género ("el amor romántico mata", según un eslogan muy difundido). Quienes rebaten tales planteamientos advierten que no existe base para establecer una vinculación entre la violencia hacia la mujer y la existencia de relaciones de pareja que aspiren a la permanencia. De hecho, históricamente, la violencia de género es anterior a la aparición del paradigma de amor romántico; culturalmente, este significó una liberación respecto de prácticas -como el matrimonio por conveniencia- profundamente restrictivas de la libertad de las mujeres.
Lo anterior puede ser legítimo objeto de debate. Llama la atención, empero, que un partido tome tan explícitamente postura en una materia como es el modo en que las personas conciben sus relaciones con otras, y que incorpore como objetivo político el cambiarlo radicalmente. A propósito de esto, algunas críticas han advertido en el planteamiento RD un sesgo moralizante, comparable en este sentido, si bien no en su contenido, al discurso religioso más tradicional. Con todo, debe recordarse que la idea de definir desde la política la forma en que deben desarrollarse la relaciones entre las personas no carece de antecedentes en la izquierda más dura. Existe de hecho toda una literatura que aborda cómo en el siglo XX esas directivas exigían de sus militantes una disciplina total. Esta se extendía, a veces dolorosamente, a los ámbitos más privados de la vida.
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