Jueves, 25 de Abril de 2024

En cuarentena, ser un buen vecino implica un esfuerzo doble

ChileEl Mercurio, Chile 6 de abril de 2020

Conciliar encierro, teletrabajo y las tareas del hogar sin molestar al resto implican nuevas reglas y autocontrol. La falta de empatía hace que algunos no vean los nuevos límites de la libertad personal.

La semana pasada, en el barrio Bellas Artes hubo reclamos por ruidos molestos. Risas y gritos alertaron a los vecinos, pero solo los dueños de casa estaban en el lugar. Las otras 20 personas que completaban el bullicioso escenario estaban conectadas a través de una aplicación. Aunque siempre la relación entre vecinos ha sido compleja, en tiempos de cuarentena los posibles conflictos se agudizan y también cambian. Las reglas de convivencia están bajo una prueba máxima.
Camila (36) es fotógrafa, por lo que está acostumbrada a trabajar en su departamento en Providencia. Por eso estar en su casa no ha sido un problema para ella, pero sus vecinos sí. "La gente se olvida lo que es vivir en comunidad, en un edificio donde todo se escucha", opina. Por eso no entiende lo reacios que son algunos a usar audífonos, por ejemplo, como su vecina que hace videoconferencias en la terraza, "incluso cuando hace ejercicios con el pololo".
Conciencia del otro
Aunque los ruidos molestos no son excepcionales, la cuarentena les da otro significado. "Estamos enfrentando un fenómeno complicado y nuevo. No estamos acostumbrados a estar encerrados, y menos todos al mismo tiempo", dice Ana María Rodríguez, psicóloga de la Clínica Universidad de los Andes. Por ello no solo hay que lidiar con el estrés de la pandemia, sino que también se agrega el estrés de los vecinos, continúa. Este también puede terminar en molestias físicas, como dolor de cabeza o mal dormir, entre otros.
Marta (59) llegó a Chile hace pocos meses desde Venezuela. Ella y su hija se cambiaron a un departamento en Ñuñoa justo antes de que empezara la cuarentena. "Era media mañana cuando de repente escuchamos un alarido tremendo. Nos asustamos mucho, porque no sabíamos lo que pasaba", cuenta. Ahora saben que los vecinos de arriba salen al balcón dos veces al día a "descargar energías". Y a ello se suman largos períodos de zapateos; aún no determinan si sus vecinos están jugando fútbol o bailando. Asegura que no han reclamado a la conserjería porque están recién llegadas, pero advierte que la paciencia se les está agotando.
"Ahora tengo que ser aún más consciente de cómo mis actos van a repercutir en los otros", asegura la psicóloga Ana María Rodríguez. Por ello el cumplir las reglas con relación a los ruidos es algo en lo que se debe tener más cuidado. "Cada uno tiene que colaborar, y cuando hay niños y adolescentes esto se debe reforzar aún más", agrega. Establecer reglas claras es esencial.
Gonzalo (40) no se acostumbra del todo a teletrabajar desde su departamento en Providencia. "Trato de seguir con mis horarios, pero la concentración se hace difícil cuando pareciera que nadie más lo está haciendo", cuenta. Se ríe cuando dice que está rodeado. Intermitentemente, durante todo el día, los niños del departamento de abajo y de los edificios de enfrente y de al lado gritan, corren, lloran y tiran cosas. "Entiendo que son niños y que están encerrados, pero todos estamos tratando de sobrellevar esto", opina. "Por eso creo que son los adultos los que tienen que hacerse responsables", agrega.
Gestión personal
La situación que estamos viviendo apela al autocontrol individual y a la colaboración, dice Carlos Osorio, sociólogo de la Universidad Andrés Bello. "El respeto al aislamiento es beneficioso para mí y para el resto, pero depende de las condiciones previas en las comunidades si la colaboración se fomenta o se inhibe", dice. El conocimiento entre los vecinos puede incidir en cómo se vive la cuarentena en comunidad.
Todos los días, entre las 10:00 y las 11:00 de la mañana, un niño o niña sale al patio de una casa a practicar flauta dulce en un barrio residencial de Ñuñoa. "No he dicho nada por la relación que tenemos todos los vecinos", dice Carolina (53). Pero es algo que le molesta, reconoce.
Julio (60) vive junto a su señora en un edificio en Las Condes, donde no hay ascensor y las escaleras son usadas por todos. "Entiendo que lo ideal es seguir haciendo deporte, varios lo hacen en el jardín del edificio, pero tomarse la escalera me parece que se sale de todo entendimiento de vivir en comunidad, y sin considerar que ello también puede ser una fuente de contagio", opina.
La responsabilidad individual es clave para transitar esta prueba y lograr una mejor convivencia, dice Carlos Osorio. Y eso no es un tema generacional o de características de algunos, dice.
Trinidad (35) tiene tres hijos, de 7, 5 y un año. Ella intenta que los juegos más intensos tengan ciertos horarios, pero los niños necesitan gastar energía, dice. Para ella es necesario encontrar el balance.
Los expertos consultados coinciden en que la empatía en estos días es clave. "Todos estamos teniendo que aprender a ser más tolerantes y flexibles", dice la psicóloga Ana María Rodríguez.
Falta de empatía"Las personalidades con rasgos narcisistas son más egocéntricas, y les cuesta mucho desarrollar la empatía y ponerse en el lugar del otro", dice la psicóloga Ana María Rodríguez. Por ello a esas personas les cuesta darse cuenta de que ni ellos ni sus hijos, si los tienen, son los únicos. Este es un buen momento para comenzar a desarrollar el sentimiento de comunidad y solidaridad, dice.
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