Miércoles, 24 de Abril de 2024

La vida en EE.UU. de Jeremy Laprida, el mejor jinete de Chile

ChileEl Mercurio, Chile 9 de agosto de 2020

Después de ganar el Derby y el Gran Premio Latinoamericano, viajó a Filadelfia en busca de un sueño: llegar al Salón de la Fama de la hípica. Quiere cumplir la promesa que le hizo a su padre, fallecido hace 17 años.

J eremy Laprida tenía solo ocho años, pero recuerda cada detalle. "Fue el 20 de julio de 2003... Siempre acompañaba a mi papá, pero ese día estaba con mi mamá en la casa de su hermana: se iba a cortar el pelo, porque la operaban de cáncer. Encendimos la televisión para ver las carreras. Y en la primera vino la rodada...".
Sucedió en el hipódromo Isidro Bosh de Antofagasta. Francisco Laprida, de 35 años, montaba a Roico, cuando la silla le jugó una mala pasada y cayó. "El caballo de atrás lo pisó... Llamaron a mi mamá para avisarle que lo llevaban al hospital, estaba grave. Yo me quedé en la casa. Tenía costillas fracturadas, el corazón perforado, el pulmón igual... Murió", relata.
A Jeremy Laprida siempre le gustaron los caballos, pero dice que la partida de su padre le generó un lazo todavía más fuerte: "A él lo acompañé siempre, lo veía como superhéroe. Él era todo para mí. Cuando lo estábamos velando, le prometí que iba a ser jinete. Siempre me decía que tenía que ser mejor que él".
-¿Nunca sintió miedo?
"No, al contrario; es una profesión muy riesgosa, lo sé. Murió mi papá, varios jinetes han perdido la vida. Y todos los días está el riesgo, aunque miedo no voy a tener nunca".
-Antes de ser jinete, usted pudo ser futbolista.
"Cuando mi papa murió, mi mamá me quitó la hípica, no me dejó ir más. Fueron tres años fuera. Empecé a jugar a la pelota, también bailaba, eran mis pasatiempos. Me probé en Deportes Antofagasta, quedé. Estaba en la Sub 15, jugaba de '6'. El problema es que yo iba de mala gana. No quería. Era flaco, bajito, pero había que trabajar pasa sacar más cuerpo, fuerza. Y no quería, porque si crecía más de la cuenta y sacaba músculos no iba a poder ser jinete. Después conversé con mi mamá, le expliqué que ser jinete era mi sueño, que cuando estuviera grande le iba a doler sacarle en cara que no pude seguir en la hípica por culpa de ella... Aceptó".
-Y se fue a Santiago...
"Ahí empezó todo. Mi primer triunfo fue con Los Sauces, con el preparador Manuel Velarde. Fue un sueño, el primero que tenía. Mira dónde estoy ahora: en Estados Unidos, dispuesto a cumplir otro sueño".
-¿Fue muy grande el cambio?
"Sí, pero maravilloso. Por la televisión veía El Ensayo, el Derby, el Gran Premio, los clásicos, a Luis Torres, Ányelo Rivera, Héctor Barrera, Manuel Martínez, los jinetes que seguía y miraba para aprender... Después estaba corriendo con ellos. Había viajado solo desde Antofagasta, fue difícil. Me hizo madurar rápido, porque con 17 años iba a ser papá. Yo, un cabro chico, sin nada, tenía que aterrizar y generar lucas para que a mi hijo no le faltara nada. Fue un cambio radical, pero lo mejor que pudo haberme pasado".
-¿Lo miraban raro los jinetes grandes?
"Decían 'ahí va el hijo de Laprida'. Mi papá corrió en Santiago, entonces lo conocían. Sabían quién era yo. Nunca tuve problemas. Cuando empecé a ganar comenzó la envidia, mala onda, enemigos, pero es parte de la vida. Es lo de menos".
Rumbo a la fama
Jeremy no demoró en ganar respeto. Ya no era el hijo de Francisco: "En 2016 gané mi primer Grupo Uno. Y 2019 fue excepcional, logré todo: viajé al extranjero, gané en otro país, representé al país, me eligieron el mejor deportista del año, recibí el Cóndor... Empecé a soñar en grande".
Tan alto soñó que este año se mudó a Estados Unidos. "Es la mejor hípica a nivel mundial; es como los futbolistas que sueñan con llegar a España, o a la Premier. Lo mismo con los jinetes. Pasa que en Chile la hípica no es bien mirada ni reconocida".
-¿Por qué?
"Con los años se ha ido ensuciando. Por el tema de las drogas, el alcohol, eso la ha ido desprestigiando... Yo estoy en Filadelfia, otro mundo totalmente distinto. La vida es más cara, pero se gana más dinero. Una por otra".
-¿Qué es lo que más le gusta de Estados Unidos?
"El trato a los caballos; la importancia de los jinetes, el reconocimiento que les dan, los miran como a los futbolistas en Chile. Somos bien respetados... Es sacrificado igual: me levanto a las cinco, a las seis voy con los primeros caballos, monto hasta las 10 y si después hay carreras, empiezo a correr. Alrededor hay cinco hipódromos, todos a una hora. Si no corro, me quedo en casa, troto, bajo de peso. Hay que hacer sacrificios, ser constante, no puedo perder tiempo, porque si desapareces hay 200 jinetes más. Y a mí no me van a esperar. Tengo que darle duro por lo menos de tres a cinco años, sin parar, para hacerme un nombre".
-¿Qué sueños tiene ahora?
"Ganar una estadística, un clásico, el Derby de Kentucky, correr en los hipódromos más grandes, llegar al Salón de la Fama como José Santos".
-¿Le hablan mucho de Santos?
"No, no tanto. Igual pasó harto tiempo. Tiene su prestigio, está en el Salón de la Fama. Es como el futbolista. ¿Qué se habla de Caszely? Que se le fue el penal. De Zamorano, ¿qué hablan de él? Del Transantiago. Ni se acuerdan de lo bueno. Esto es así, se vive el presente".
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