Además del coronavirus
La ciencia -luz- expandió el saber
La ciencia -luz- expandió el saber. Los miedos -tinieblas- retrocedieron. Las investigaciones estelares sembraron promesas optimistas que llegaron al paroxismo: los antibióticos, la vacuna Salk contra la poliomielitis, los trasplantes de órganos, las misiones extraplanetarias. La humanidad se creyó llamada a vivir sin interrogantes ni inquietudes. En el tibio oleaje de lo inmediato, funcional y palpable, la mitad civilizada del mundo se descansó en su seguridad biológico-sanitaria, sin preocuparse demasiado del destino de la otra mitad. > > Pero el misterio, implacable, volvió por sus fueros. Hoy, una onda expansiva de fragilidad estremece al mundo. Tras dos centurias largas de triunfos en las ciencias duras y tras un siglo de ciencias sociales opacando a la filosofía, el límite entre la vida y la muerte ha vuelto a confirmarse tenue e imprevisible. Y con él, se nos volatilizó la frontera entre la seguridad y el peligro, entre la respuesta y la pregunta, entre el conocimiento y la conjetura. > > En el marco de la más portentosa tecnología de la historia, hemos sido arrojados a un nuevo punto de partida flanqueado por preguntas básicas que nos martillan, ya no como ciudadanos sino como personas que quieren orientarse y saber a dónde van. Todos, en todas partes y desde todas las generaciones, hemos sido llamados a aprender a vivir desde la angustia de muchos ¡¿quién sabe?!> > ¿Eso es todo obra del Covid- 19? No. Aquí y en el mundo la pandemia atacó a traición a los pueblos y los agarró -¡de garras se trata!- con las defensas bajas. Mucho más en el alma que en el cuerpo. No es cosa entonces de concentrar la atención sólo en la fecha o la marca de la "vacuna" que finalmente consiga cada país, ni tampoco es cuestión de emprenderla a punta de groserías contra gobernantes arrojados a explorar al tanteo, que dejan el alma al servicio de su país.> > Es cuestión de respetar los mandatos inspirados en el bien recíproco, léase amor al prójimo. Es asunto de saber que el resto también existe: no es silencio, no es color rosa y exige a cada instante redoblar nuestro afán. > > Un horror con repercusión universal como la insurrección que, con su oratoria dolosa, azuzó Trump y un horror nacional con poco eco como el de antenoche en el ex Comcar, aparentemente no tienen ningún parentesco. Y sin embargo, cada uno de los muertos en esos espantos -y muchos más jornada a jornada- muestra, en su plano, la quiebra sustancial de la filosofía civilizadora y humanista que entrelazó el ideario de Jefferson y Franklin con el de Artigas y el de todos ellos con el enciclopedismo francés. Esto que soportamos no es el noble proyecto de ellos.> > Lo mismo en la capital del primer mundo que en el Penal de nuestra comarca, lo que ocurrió es una quiebra insolente del imperio del Derecho.> > Resolverla va a requerir más tiempo y energías aun que las necesarias para vencer al virus. Es un tema cultural de largo aliento y hay que atacarlo aquí y ahora, sin esperar que aclare lo sanitario.> > Entonces, no permitamos que -por pereza de unos y por sorpasso de otros- la pandemia aumente la indiferencia, la despersonalización y la quiebra de sentimientos que nos viene machacando desde mucho antes de saber que existía Wuhan.