Viernes, 29 de Marzo de 2024

Escribir como mujer, firmar como hombre

PerúEl Comercio, Perú 7 de marzo de 2021

En torno al 8 de marzo, Día de la Mujer, escritoras locales reivindican a las abuelas literarias que se vieron obligadas a publicar sus libros usando nombres masculinos.

Por enrique planas



El 29 de diciembre de 1836, Charlotte Brontë, joven maestra ilusionada con la vocación literaria, escribió una carta al ya laureado poeta Robert Southey. En ella le compartió lo que consideraba sus mejores poemas, pidiéndole un juicio de valor antes de publicarlos. La respuesta del autor británico, meses después, fue brutal: ?La literatura no puede, y no debería, ser asunto de la vida de una mujer?. El golpe no la intimidó, y años después, en 1847, publicó la notable ?Jane Eyre? bajo un seudónimo masculino para sortear el profundo abismo que separaba a las mujeres de un mundo literario colonizado por los hombres. Currer Bell fue su nombre.





Sus hermanas Emily y Anne siguieron sus pasos como Ellis y Acton Bell. Como nos recuerda la escritora Teresa Ruiz Rosas, Emily Brontë publicó en Londres ese mismo año ?Cumbres borrascosas?, novela cuya singularidad temática y estructural suscitaron desconcierto. ?De saberse que tras el seudónimo andrógino de Ellis Bell se hallaba una autora, la novela habría sido rechazada?, afirma. ?El libro se convirtió en clásico, pero Emily Brontë no saboreó el triunfo: murió en 1848 de tuberculosis, con solo 30 años?, señala.





Como las Brontë, fueron muchas las escritoras que tuvieron que apelar a un nombre de hombre como ajustada máscara. En el siglo XIX, Amantine Aurore Dupin solo fue popular tras el nombre de George Sand; Matilde Cherner solo conoció la fama como Rafael Luna; Violet Paget firmaba como Vernon Lee, y Mary Ann Evans publicaba tras la varonil identidad de George Eliot. En tiempos en que las conquistas alcanzadas por las mujeres llegan a un punto de no retorno, parece haber llegado el momento en que las autoras obligadas a sobrellevar un seudónimo masculino sean reconocidas por sus nombres.





Eso resulta claro para la editorial Destino, en cuya serie Reveladas trae a librerías locales las novelas ?Indiana? de Dupin, ?Silas Marner? de Evans, ?Ocaso y aurora? de Cherner y ?Embrujada? de Paget, luciendo por primera vez sus nombres y tachando en la portada el seudónimo masculino, clara enmendadura de la historia.





Por supuesto, se trata de decisiones editoriales no exentas de polémica. En la historia literaria, los seudónimos son un disfraz que no solo esconden, sino que revelan información de un tiempo y su circunstancia. Para algunos críticos, reescribir la historia eliminando aquellos conflictos puede borrar el sentido en la relación entre la autora y su público.





?Dupin y el travestismo?





Quizás lo más adecuado sea analizar caso por caso. Por ejemplo, el origen del seudónimo George Sand para la francesa Dupin fueron sus colaboraciones para el diario ?Le Figaro?, ya casada, en colaboración con su amante Jules Sandeau. Olga Saavedra, profesora de Literatura de la Universidad de Lima, destaca que, a partir de este seudónimo, la autora empezó a vestir trajes masculinos con mayor regularidad. ?De esa manera, no solo penetró más fácilmente en ese mundo editorial francés patriarcal, sino que pudo recorrer París con libertad y explorar lugares en los que las mujeres no eran admitidas. Convirtió su vida en una performance que demostró que la mujer solo podía obtener derechos si ocupaba el lugar del hombre, mostrando las desigualdades de género?, dice.





Coincidiendo con Saavedra, la escritora Kathy Serrano señala que el seudónimo le permitió a Dupin vivir como la mujer más plena, libre y creativa de su época. ?Fumaba en público y vestía de levita, chaleco y pantalón. Optó por el divorcio para ser feliz y libre junto a su hija y su hijo, y vivió el amor a plenitud?, precisa.





?Evans contra lo ?light??





El caso de Mary Ann Evans es diferente. La novelista Jennifer Thorndike nos recuerda que la autora inglesa era ya conocida como una celebrada crítica cuando tomó la decisión de escribir ficción. ?Para hacerlo, no solo cambió su nombre, sino también su género. Esto lo hizo porque la literatura escrita por sus contemporáneas se centraba en tramas triviales y románticas. Evans quería hablar sobre la realidad, del estatus de las mujeres en la sociedad, de la política, de la hipocresía social. Quería crear personajes psicológicamente complejos?. Por ello, señala Thorndike, Evans temía que si escribía con su nombre iba a ser considerada una escritora ?light?. ?Eso nos da una lección: creer en estereotipos que aseguran que las mujeres solo escribimos de ciertos temas, asociados a la intimidad?, dice.





Para la autora cusqueña Karina Pacheco, Mary Anne Evans resulta un personaje deslumbrante. ?Que usara un seudónimo masculino para sus novelas estuvo motivado porque las publicó cuando ya vivía con un hombre casado, hecho que suponía un escándalo por su condición de mujer. En nuestro país, su obra ha tenido escasa difusión, pese a que sus novelas están consideradas entre las cumbres de la literatura inglesa?, apunta.





?Dos casos peruanos?





Y en nuestro país, ¿que casos de autoras escondidas por seudónimos masculinos podríamos citar? Hay un caso paradigmático: la poeta Amarilis, de quien hasta hoy se desconoce el nombre a pesar de que su ?Epístola a Belardo?, de inicios del siglo XVII, supone un hito en la literatura colonial peruana. ?Solo sabemos que nació en Huánuco. Aunque no usó un seudónimo masculino, el ocultamiento de su nombre verdadero nos revela el temor a romper con las posiciones de subordinación asignadas a las mujeres?, señala Karina Pacheco.





Un ejemplo más reciente nos lo regala la poeta Carmen Ollé: el caso de la poeta barranquina Nelly Fonseca (1920-1963), redescubierta después de décadas. ?Un accidente la dejó parapléjica a los 9 años. Desde entonces, se vio confinada a una silla de ruedas. Para liberarse de su inmovilidad buscó ser otra y se vestía con trajes masculinos. Su primer poemario, ?Rosas matinales?, lo publicó a los 12 años y lo firmó como Carlos Alberto Fonseca, seudónimo que acompañaría el resto de sus libros?, añade.

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