Galletas de coco

Nos trenzamos en una discusión con tía Waverly sobre las galletas. Que cuáles eran las mejores. Que qué marcas debieran preferirse. Que si acaso hay "clásicas" imperecederas (como las de jengibre para Navidad), etcétera. Con sus conocimientos de historia, la tía hizo mención también a las galletas marineras del siglo XIX, presas en disputa entre la tripulación y las ratas.
La cosa se puso ruda cuando arremetió contra las galletas de coco, esas setenteras y bien chilenas, que le parecen sencillamente horribles. Mas yo me sentí tocado en mi propia historia, pues recordé que ellas, junto a las de "agua" y las de "vino", acompañaron buena parte de mi adolescencia y la de casi toda mi generación.
Y pensé cómo hay cosas, nimias e insignificantes, que nos marcan para la vida. Por supuesto recordé la magdalena de Proust... aunque no puedo comparar la experiencia vital del protagonista de "À la recherche..." con la mía. Pero el punto sigue siendo el mismo: si miramos nuestro pasado, si escudriñamos en la memoria que también configura nuestra identidad, vemos no solo experiencias y acasos, penas y alegrías, sino también detalles que importan todo un significado existencial. Así las humildes galletas de coco, propias alguna vez de un país pobre, pero también simple y sencillo.
Lamento que la tía no tenga esa sensibilidad, y en cambio perore en favor de las galletas holandesas y las "cookies" inglesas (incluidas las shortbread de Escocia). Pero, bueno, cada uno con su vida.