¿Qué padecieron y cómo murieron los grandes músicos?
Con una destacada carrera como académica de Medicina, Patricia Ancic, también pianista aficionada, publica "Allegro, moderato, finale...", en el que explora y comenta la causas de muerte de los más brillantes intérpretes y compositores de todos los tiempos. Hay sabrosas anécdotas y diagnósticos clínicos que confirman cómo estas dolencias quedaron reflejadas en sus obras más célebres.
Es médico broncopulmonar titulada en la Universidad Católica y durante prácticamente toda su destacada trayectoria profesional -además de la consulta- Patricia Ancic Cortez se desempeñó como académica de la carrera de Medicina en la Universidad de Chile. Pero además estudió piano en la Escuela Moderna, con Elena Waiss, y suma y sigue. En la Casa de Bello organizó, entre 1999 y 2004, los llamados "Encuentros con la música interfacultades" en los que llegó a tocar con artistas de primera línea; entre otros, el concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile Alberto Dourthé.
En resumen, esta doctora chilena además de ser una gran conocedora del mundo de la salud, ha vibrado desde muy pequeña con el legado de los más brillantes compositores e intérpretes clásicos. Reconocida admiradora de la obra de Frédéric Chopin, confiesa a "Artes y Letras" -a través de una entrevista por Zoom- que "hace algunos años me retiré de la Medicina, pero sigo tocando el piano en reuniones familiares o en casas de amigos. He tomado clases con Elisa Alsina y en algunas oportunidades me ha escuchado Edith Fischer. Para mí, como artista aficionada, es un honor recibir sus consejos", afirma, y añade que durante un tiempo no pudo dedicarse a este instrumento "porque estaba muy pendiente de mi carrera, de la guagua, casa, turnos y beca de especialización, pero nunca dejé de escuchar la música, de gozarla y de seguir estudiando", dice. La profesional de la salud comenta que si bien creció en una familia no especialmente cercana a las partituras, su figura paterna, "a quien le gustaba mucho el blues, el jazz y el trabajo del compositor estadounidense George Gershwin, fue muy importante en mis inquietudes profesionales", rememora.
A inicios del 2010 sus dos grandes pasiones confluyeron en una primera obra: "Causa de muerte de grandes compositores" y que se editó con el apoyo de la Corporación Semanas Musicales de Frutillar.
"Ese fue un ensayo preliminar y me enfoqué solo en 21 artistas", aclara. A poco más una década de que saliera a la luz ese estudio más acotado, la doctora Patricia Ancic acaba de publicar "Allegro, moderato, finale...Cómo vivieron, qué padecieron y de qué murieron los grandes compositores. Una línea de tiempo histórico-médica", bajo la editorial Libros del Amanecer. El volumen, que esta vez incluye a 105 artistas, fue lanzado de manera virtual el pasado jueves y en la presentación participaron el concertino Alberto Dourthé, el periodista Álvaro Gallegos y el doctor Eduardo Medina, psiquiatra y director de Antropología de la Universidad Autónoma de México.
El prefacio de este contundente volumen -que suma 374 páginas- lleva la firma del reconocido director de orquesta Francisco Rettig, quien destaca que muchas veces los melómanos caen en un idealismo, soslayando que los más destacados músicos clásicos son seres humanos de "carne y hueso" y como tales padecieron dolencias y enfermedades. La exbatuta titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile se pregunta por qué Mozart o Schubert y tantos otros tuvieron que dejar el mundo tan prematuramente y por qué otros, como Bach o Haydn, vivieron una vida longeva. "¿Será que entre los grandes maestros se manifestaría una forma de lo que hoy conocemos como estrés y que, probablemente, produce una baja en las defensas?", es una de las inquietudes que se plantea Francisco Rettig y aplaude esta "documentada recopilación de los padecimientos, enfermedades y causas que condujeron al deceso de estos connotados creadores". Entre varios aciertos, "Allegro, moderato, finale..." está plagado de sabrosas anécdotas y , además, la autora introduce al lector en la historia de la música desde el siglo XVII en adelante y en los avances que la medicina ha tenido desde ese período hasta hoy. Cada capítulo incorpora una patología como la tuberculosis, el cáncer, además de otra serie de enfermedades digestivas, respiratorias y psiquiátricas. Junto con ello, hay una tabla con películas biográficas recomendadas en torno a estos 105 músicos y una lista de Spotify con 200 obras a las que se puede acceder con un código QR ubicado al final del libro.
"Se trata de una mirada distinta al universo musical, sumando los ojos de una doctora", dice la autora, y agrega que intercaló el conocimiento médico con la biografía y antecedentes clínicos de cada uno de los creadores incluidos. "Las publicaciones sobre sus enfermedades y causas de muerte son escasas. Muchos de ellos debieron soportar largas y dolorosas enfermedades, a menudo exacerbadas por el poco desarrollo de la medicina, y sobre todo por los precarios conocimientos de higiene de su época", expresa Patricia Ancic, y complementa que a diferencia del trabajo de 2010, en este texto incorporó a dieciséis mujeres compositoras. "En el siglo XXI hay muchas, pero las que incluí fueron las pioneras, hicieron camino al andar. Una de ellas fue la española Isidora Zegers, quien contribuyó de manera tan importante al ambiente musical chileno que me pareció justo incluirla". También adelanta que, en el caso de los chilenos, "no contaba con la información de las causas de su muerte. En los diarios de la época se consignó la fecha de su deceso, pero nada más. El musicólogo Luis Merino me contactó con los familiares más cercanos de estos artistas y ahí pude recabar más información sobre las razones de su fallecimiento".
¿Beethoven alcohólico?
De Ludwig van Beethoven (1770-1827), por ejemplo, escribe que a sus 27 años debió enfrentar tal vez su más grande adversidad, empezó a quedar sordo, "la peor enfermedad que pudiera sobrellevar un músico", confidenció en el célebre Testamento de Heiligenstadt dirigido a sus hermanos Carl y Johann, en 1802. La doctora Ancic afirma que la sordera del padre de la Novena Sinfonía "ha fascinado a otorrinos, audiólogos y músicos durante más de 200 años. Se han planteado innumerables hipótesis diagnósticas que pasan por el tifus, sífilis, otoesclerosis (rigidez de la cadena de huesecillos del oído medio, que causa fijación del estribo), enfermedades autoinmunes, enfermedad de Paget, intoxicación por plomo. A pesar de que sus restos fueron exhumados en 1863 y 1888, no se pudo determinar la causa definitiva de su sordera y los huesecillos del oído finalmente se extraviaron", dice la facultativa, para quien Beethoven presentó síntomas digestivos, como diarrea recurrente y dolor abdominal, desde los 22 años, posiblemente a causa de una fuerte ingesta de bebidas alcohólicas. Y advierte que dos días después de su muerte se le extrajo un mechón de pelo, "cuyo estudio reveló residuos de plomo en un nivel aumentado varias veces sobre lo normal. Se cree que la contaminación por plomo pudo haber contribuido a su sordera como también a la toxicidad del hígado. En el tiempo de Beethoven, era una práctica común, aunque ilegal en Europa, agregar plomo a los vinos baratos para mejorar el sabor", sentencia la autora.
Con respecto a Johann Sebastian Bach (1685-1750), explica que según su hijo Carl Philipp Emmanuel, siempre fue "corto de vista, asociado a las noches enteras que pasó transcribiendo su música durante toda su vida". En 1750 esta cumbre del Barroco presentó un súbito dolor ocular. Consultó a John Taylor (1708-1772), un famoso aunque controvertido oftalmólogo inglés, quien le diagnosticó catarata y practicó una intervención quirúrgica. Taylor, que se autoproclamaba Chevalier y Médico de Cortes, era charlatán e itinerante y le realizó una punción en el ojo para extraer los "humores" que según él eran responsables de la "turbidez" de la visión, e inyectó sangre de paloma recién muerta. Además, practicó una incisión junto a la herida operatoria, donde colocó deposición de pájaros y un vendaje negro en sus ojos. "Tres meses después, cuando Bach no pudo soportar más el dolor y la oscuridad, retiró el vendaje y para su felicidad recobró la vista. Desgraciadamente su visión duró solo unas pocas horas, luego de lo cual presentó pérdida de conciencia, fiebre, quedó en coma y falleció 10 días después sin recuperar la visión. Su causa de muerte fue cirugía ocular, oftalmitis (o infección en el ojo) y sepsis. Bach tenía 65 años al morir", escribe Patricia Ancic.
Una tristeza profunda
Uno de los compositores y músicos a los que le dedica más páginas es al polaco Frédéric Chopin (1810-1849). La doctora desempolva su relación más pública con la escritora George Sand (1804-1876) y que durante el invierno en 1837 ambos fueron a Mallorca "en busca de sol y buen tiempo", pero las lluvias intensas enfermaron a Chopin con tos, fiebre y hemoptisis. Tres médicos lo vieron e hicieron el diagnóstico de tuberculosis, por lo que informaron a las autoridades. Inmediatamente los echaron de la casa que arrendaban no sin antes obligarlos a cancelar la vajilla que usaron, los muebles, inmobiliario e incluso el jardín, porque debían quemar todo para evitar el contagio.
Frente a este diagnóstico, la autora de "Allegro, moderato, finale..." plantea dudas, ya que "ninguna de las personas con las que convivió fue contagiada, lo que es extraño en una enfermedad contagiosa, sin tratamiento". La doctora comenta que en 1987 surgió la posibilidad de una enfermedad genética, la fibrosis quística, y para despejar esta incógnita, un grupo de genetistas solicitaron en 2008 una autorización al gobierno polaco para realizar pruebas de ADN al corazón de Chopin, pero fue rechazada. "Al parecer prefirieron conservarlo como santa reliquia. Chopin es venerado en Polonia. Mientras tanto, se señaló una posible epilepsia lobar temporal debido a ciertas alucinaciones que habría sufrido en Mallorca y durante un concierto, de segundos de duración", dice Patricia Ancic, quien explica que los genetistas insistieron nuevamente al gobierno polaco y esta vez se les permitió mirar el corazón del músico y fotografiarlo, sin abrir la urna de cristal donde está depositado. La doctora considera que si se analiza el caso con los avances de la medicina de hoy, habría sido fundamental en su tratamiento la oxigenoterapia crónica domiciliaria, debido a su insuficiencia respiratoria y que Chopin debió haber recibido O2 durante quince horas. "Ninguno de estos tratamientos existía en la época. Habría sufrido mucho menos de sus dolencias, habría prolongado su vida y mejorado la calidad de esta. Creo que estamos frente a una encrucijada: o estudiamos a fondo su corazón con toda la tecnología actual, o bien lo dejamos tranquilo, respetamos su merecida paz y seguimos disfrutando su maravillosa música. Me inclino por la segunda opción", afirma, y concluye que es sabido que este artista "no le gustaba dar conciertos en público. Tenía una suerte de pánico escénico y vivía de las clases, pero al final estaba tan cansado, tan agotado, que expectoraba sangre y daba sus clases recostado. Algunas de sus piezas reflejan absolutamente su estado de ánimo, esa tristeza profunda".
Del popular músico ruso Tchaikovsky (1840-1893) la autora dice que la información entregada por su familia fue la de una infección por cólera, pero que existe una hipótesis de la musicóloga Alexandra Orlova, en 1960, donde de primera fuente postula que habría recibido presiones por su homosexualidad, que en su época era castigada con cárcel, por lo que lo más correcto sería hablar de un suicidio voluntario. "Su Sexta Sinfonía, llamada Patética, fue la última que compuso antes de partir, es impactante. Su último movimiento describe cómo puede morirse una persona: los contrabajos emiten las palpitaciones del corazón", expresa la autora.
En el caso de las compositoras cita, entre otras, a la chilena Sylvia Soublette (1922-2020) a través de las palabras de su hijo: el director de orquesta Maximiano Valdés, quien comenta que su madre gozaba de extraordinaria salud, con gran sentido del humor y que partió a sus 98 años. "Un paro cardíaco terminó con su vida y se fue tranquila y serena", señala el conductor; y a Fanny Mendelssohn (1805-1847), quien falleció de un accidente cerebrovascular hemorrágico.
El libro también incluye una sección de muertes fortuitas, como la de Anton Webern (1883-1945), quien durante la II Guerra Mundial, en pleno toque de queda, salió fuera de su casa a fumar. Cuando lo vio encender su cigarrillo, un soldado norteamericano por error le disparó y lo mató. Tan trágico como el adiós del español Enrique Granados (1867-1916). El vapor en que viajaba junto a su mujer por el Canal de la Mancha fue impactado por un torpedo alemán. Su esposa cayó al agua, y quiso salvarla, pero como no sabía nadar, ambos fallecieron. También hay líos de faldas como el de Alessandro Stradella (1643-1682), quien "tuvo relaciones con una mujer casada, cuyo esposo contrató un sicario para matarlo. Stradella logró sobrevivir, se cambió de lugar y volvió a enamorar a una mujer comprometida y esta vez otro sicario contratado por un esposo enfurecido terminó trágicamente con su vida. Por eso el título del libro incluye la palabra finale. Nadie es perfecto y, aunque seas un genio de la humanidad, todo tiene un fin", concluye Patricia Ancic.
Continúa en E2 y E3