La importancia de los programas

El proceso electoral en desarrollo muestra una liquidez elevada. La primaria del 18 de julio fue una primera demostración. Las fluctuaciones que han ocurrido desde entonces en las intenciones de voto abonan a esta descripción. A ello cabe agregar las dudas respecto de cuáles serán las tasas de participación el 21 de noviembre y la composición de ese electorado. Estos comicios ocurren además en un ambiente de desconfianza hacia la política y las instituciones, y de alta incertidumbre. Es sintomático, en ese sentido, que convivan la percepción de una buena situación económica familiar -situada en niveles históricos, producto del impulso generado por las ayudas estatales y los retiros desde los fondos de pensiones, como se aborda separadamente en esta página-, con un pesimismo elevado respecto del futuro.
Las candidaturas a la Presidencia y al Congreso han hecho poco por revertir ese cuadro de incertidumbre. Así, por ejemplo, los relatos presidenciales de los dos candidatos que hoy lideran las encuestas no tienen prioridades claras; en cambio, son un listado de iniciativas o aspiraciones con escaso desarrollo. Estas, además, no parecen estar sometidas a un mínimo test de posibilidades, atendida la fragmentación que, con alta probabilidad, se producirá en el Congreso como efecto del sistema electoral y del estado de la política. José Antonio Kast presenta casi 830 medidas agrupadas en distintas dimensiones, pero es difícil saber cuáles estima más cruciales para materializar el proyecto que quiere ofrecerle al país y tampoco tienen un desarrollo que permita visualizar cómo se van a implementar. En otros casos son pronunciamientos voluntaristas, como el retiro del país del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. A su vez, Gabriel Boric ofrece un conjunto de ejes, cada uno con planteamientos que dialogan poco entre sí, que están aún en desarrollo y que demuestran, en ocasiones, poca atención al debate que ha existido antes sobre estos asuntos. Subir, por ejemplo, el impuesto al diésel de 1,5 a 7 UTM es técnicamente correcto, pero ha carecido históricamente de apoyo político.
En materia previsional, asunto crucial del debate público de los últimos años, parece haber poco aprendizaje del estado de la discusión. Ambas candidaturas formulan planteamientos que no parecen hacerse cargo de las dificultades que ha enfrentado dicha reforma, y apuestan por fórmulas que seguramente encontrarán gran resistencia. La política tiene que ser capaz de encontrar, en estos asuntos, puntos de encuentro entre sectores que tienen visiones distintas, porque de lo contrario las soluciones, aunque sean incompletas, se postergan, generando aún mayor insatisfacción ciudadana. Las respectivas propuestas no parecen tomar en cuenta esto. Por supuesto, una campaña podría servir para persuadir a la población de la bondad de una iniciativa específica que se quiere promover en una dimensión relevante. Pero tampoco es esto lo que se observa: a menudo, los planteamientos son generales o cambiantes. Sería positivo si ello fuera señal de una voluntad de diálogo y búsqueda de acuerdos, pero no es ese en general el enfoque que se refleja en los programas. Ello da finalmente cuenta de una falta de auténtico liderazgo político que apueste por convocar y persuadir a amplios sectores ciudadanos.
En los últimos días, distintas candidaturas, incluidas las mejor posicionadas, han comenzado un proceso de revisión de sus programas de gobierno. Las nuevas versiones pueden representar una oportunidad para establecer un vínculo más preciso con la ciudadanía que, por un lado, signifique un mandato para poder llevar adelante las propuestas definidas si se es elegido, y, por otro, otorgue herramientas para buscar en el próximo período acuerdos que permitan volverlas realidad. La gobernabilidad futura se juega, en parte, aquí.