Sentimientos electorales

Las semanas que vienen serán políticamente muy importantes. Es un fin de año no solo con una alta temperatura climática, sino también uno en el que estaremos nerviosos y expectantes por lo que se decida próximamente en las urnas. Antes que ello, habrá que ver si los discursos incrementarán o apaciguarán esos ánimos últimamente tan caldeados. Conviene tener en cuenta que una elección política supone una dirección anímica y un reflejo del corazón de los votantes. Pese a la apatía con que algunos miran el ejercicio político, la verdad es que este posee la virtud (o el defecto) de encender los espíritus de muchos, pues al final las autoridades de un país deciden sobre cuestiones que interesan y afectan a todos, más allá del compromiso ideológico con que cada quien participe de esta contienda por los votos.
Cualquiera sea su preferencia y la mía, señor lector, requerimos votar tanto con la cabeza como con el corazón, con realismo y sensatez, con cordura y responsabilidad, con cariño y respeto por la historia y por el lugar en el que vivimos y en el que posiblemente seremos también enterrados. Un país no es una abstracción, es donde cada uno de nosotros lleva a cabo su propia vida. Es la tierra donde la historia personal se entrecruza con la contingencia nacional, y donde si no hay paz ni diálogo en serio, tampoco habrá alegría para ningún compatriota.