Sábado, 20 de Abril de 2024

El ejemplo de Tobar

ChileEl Mercurio, Chile 7 de octubre de 2022

No es fácil ser árbitro

No es fácil ser árbitro. Generalmente visten de negro, pero son blancos fáciles para las críticas de cualquiera que quiera maquillar sus culpas cuando tiene malos resultados. Su labor transita entre el anonimato, los insultos y el desprecio. Pasa en Chile, en España y en la quebrada del ají.
Por eso, actuaciones como la de Roberto Tobar en el partido del martes entre Colo Colo y Universidad Católica son destacables. Aunque hace unos meses pasó por un bajón y hasta se quedó fuera del Mundial de Qatar por no poder dar una prueba física, el juez FIFA reapareció en toda su dimensión en el Monumental para influir en el espectáculo de la mejor manera: dándole ritmo y continuidad al juego.
Los números lo muestran. Hubo 54 minutos efectivos de acción entre albos y cruzados, ocho minutos por sobre el promedio del torneo local. Sin cobrar "foulcitos", Tobar y los asistentes Christian Schiemann y Claudio Ríos permitieron que los protagonistas se concentraran solo en jugar y no en reclamar por cualquier cosa.
El futbolista es vivo. Sabe cuando un árbitro es dubitativo en sus cobros y busca sacarle partido a eso, simulando o magnificando situaciones para aprovecharse de las falencias de quien lleva el silbato. Con Tobar eso no pasa. Se ha ganado una autoridad y respeto por sus actuaciones, generalmente correctas, y en línea con lo que se ve en los torneos internacionales en Sudamérica, donde los árbitros dejan jugar más.
El problema es que el resto de los réferis queda retratado en su discreto nivel cuando se le compara con lo visto en el duelo entre albos y cruzados. En el resto de los partidos del fútbol chileno generalmente hay interrupciones constantes del juego, cobros cuestionados que no se aclaran ni siquiera con el VAR y, lo peor de todo, criterios dispares no solo entre los distintos árbitros, sino que también en un mismo juez, que una semana cobra una cosa y a la siguiente decide algo distinto ante una misma jugada.
La solución debe venir desde más arriba. Y en eso la ANFP tiene mucha culpa. Se nota que a Pablo Milad el tema arbitral le preocupa. Por algo su primera gran decisión tras asumir la testera de Quilín se produjo el 28 de agosto de 2020, un día antes del regreso del fútbol tras la pausa por la pandemia, cuando despidió a Enrique Osses y designó a Jorge Osorio en la jefatura de la comisión. Una decisión que con el tiempo quedó demostrada como un error.
Lo que vino después fue peor y los palos de ciego han abundado. El 31 de julio de 2021, Milad anunciaba que habría un intercambio con los árbitros brasileños, algo que nunca ocurrió, en una de las tantas promesas incumplidas de la gestión del maulino.
Poco tiempo después, el 21 de septiembre de 2021, salió Jorge Osorio y asumió Javier Castrilli, quien pese a sus pergaminos no logró enderezar el rumbo y se fue en abril pasado en medio de una escandalosa salida que hoy tiene a la ANFP demandada en los tribunales laborales y a los réferis en un interinato que seguramente no se resolverá hasta después de las elecciones.
Mientras tanto, en las cuatro fechas finales del torneo, solo queda confiar en que los árbitros traten de seguir el ejemplo de Tobar.
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