Jueves, 18 de Abril de 2024

La democracia argentina: entre la pobreza y la revolución digital

ArgentinaLa Nación, Argentina 3 de febrero de 2023

Las democracias occidentales atraviesan momentos de profundas transformaciones

Las democracias occidentales atraviesan momentos de profundas transformaciones. La llegada de la sociedad digital, consecuencia de la revolución tecnológica, ha modificado la forma en la que los individuos interactúan; desde sus relaciones sociales y afectivas, pasando por el empleo y la recreación, hasta los alimentos que consumen. La oferta, facilidad y velocidad para acceder a información, sumado al papel que desempeñan los algoritmos en el consumo digital de los seres humanos, está tendiendo a construir sociedades más pendientes de lo individual por sobre lo colectivo. Estos cambios en la naturaleza de la sociedad inciden sobre las demandas hacia el Estado, como así también en la satisfacción con sus respuestas: bienvenidos a la posmodernidad.



La llegada de la revolución digital a la Argentina no ocurre en un contexto similar al de los países de Europa, Estados Unidos o Canadá; sino que se produce en el marco de una sociedad que se desintegra lenta pero sostenidamente desde hace algunas décadas. Dicha desintegración responde a la reproducción de generaciones de personas y familias que no acceden a derechos sociales básicos, cristalizando una sociedad cada vez más desigual. Esta vulneración de derechos humanos (agua, salud, educación, vivienda, trabajo, etc.) ha forjado un piso de pobreza estructural que involucra a un cuarto de la población argentina; con cada crisis económica, ese piso aumenta. Lo llamativo, es que el deterioro del tejido social argentino ha ocurrido en los últimos 30 años, período en el que, según lo relevado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en términos generales la pobreza y la pobreza extrema han disminuido notablemente en el mundo.



La llegada del siglo XXI nos muestra una sociedad casi antagónica si se la compara con la "sociedad histórica" argentina, caracterizada por ser un atractivo para los inmigrantes (entre 1870 y 1930 Argentina recibió en promedio 100.000 inmigrantes por año); y por la posibilidad del ascenso social, cuestión que permitió la consolidación de una gran clase media en el país. Hoy, es esa clase media la que se siente abandonada por un Estado que ha transitado las últimas décadas entre la inestabilidad económica y la falta de soluciones para disminuir la reproducción de la pobreza. Esta situación produce insatisfacción con la política tradicional, de la cuál no se reciben soluciones, como así también altera la cohesión social, generando en la clase media un sentimiento de estancamiento y una mirada crítica frente a un estado que se percibe como asistencialista y no como progresista.



El gran interrogante es cómo se articulan los desafíos (oportunidades y amenazas) que brinda la revolución digital en el marco de una sociedad empobrecida. ¿Cómo se aprovecha la facilidad para acceder a la información y al conocimiento cuando en Argentina el 50% de los menores de 14 años vive en la pobreza, sin conectividad y acceso a dispositivos tecnológicos? ¿Cómo se brindan servicios basados en el conocimiento al mundo, cuando en Argentina se deteriora el capital humano? ¿Cómo afrontaremos los cambios en el mercado de trabajo con el avance de la automatización? ¿Cómo se sostiene una democracia, siendo uno de sus pilares fundamentales la igualdad en el acceso a derechos y la posibilidad de llevar adelante un proyecto de vida?



Ideas para abordar la pobreza y fortalecer la democracia en la Argentina



La primera respuesta que gana más consenso es que para combatir la pobreza en la Argentina necesitamos crecimiento económico. Si analizamos el horizonte temporal de los últimos treinta años, los períodos de mayor crecimiento económico a tasas altas y sostenidas fueron los períodos donde se llegó a reducir y mantener la pobreza argentina en sus niveles más bajos. Este fue el caso del período 1990-1999 y del 2003-2012.



La segunda respuesta que gana más consenso es que necesitamos revisar la orientación y el impacto de nuestro gasto social. El aumento del gasto social no ha sido una herramienta que haya logrado disminuir la pobreza de manera autónoma. Si miramos los mismos períodos, entre 1990-1999 el gasto social apenas aumentó en un 2% del PBI logrando un piso promedio de 22% de pobreza, mientras que entre 2003 y 2012 este gasto aumentó en un 8% del PBI y sólo logró bajar la pobreza hasta un 27%. Si extendemos el período de análisis e incluímos los años posteriores a 2012 (años en los que no existió crecimiento económico) es posible observar todavía más crecimiento del gasto social orientado a combatir la pobreza (exceptuando 2018 y 2019). No obstante, se inició un sendero creciente de la pobreza hasta desembocar en cifras que han llegado a superar el 40%. Desde una mirada etaria, hace más de cinco años que la mitad de los niños y niñas de la Argentina es pobre (EPH - INDEC), mientras que entre los adultos mayores la incidencia desciende a menos de un 15%. La paradoja: en 2019, por cada peso que el Estado destinó a asignaciones familiares para niños/as pobres, destinó 5 pesos a pensiones no contributivas para adultos mayores vulnerables.



Tres son los principales acuerdos de los especialistas a la hora de encarar un reordenamiento estratégico del gasto social: 1) Segmentar el sistema de transferencias de ingresos reformando la Asignación Universal por Hijo a los efectos de otorgar mayores beneficios a las familias que se encuentran en la indigencia (un sistema de scoring ); 2) Crear mecanismos efectivos que inserten a los jóvenes en el mercado de trabajo formal; y 3) Potenciar la integración de las cooperativas de trabajo a la economía formal, facilitándoles el acceso al financiamiento productivo, la registración, y la formación técnica, como el acceso a mayor comercialización



Otro punto importante radica en el abordaje de la pobreza desde la primera infancia. Según datos de Indec, el 50% de los menores de cinco años vive en la pobreza. Ello implica un desafío fundamental, urgente y de tipo estratégico para la política argentina: esa vulneración actual de derechos humanos, puede convertirse en un déficit de fuerza productiva en 15 años, y en problemas de sostenibilidad fiscal para el Estado Argentino. Una idea interesante es la creación de agencias gubernamentales para la primera infancia en el nivel provincial, encargadas de abordar exclusiva e íntegramente el problema. En la Argentina el desempleo juvenil es especialmente problemático, pues es el país con mayor desempleo juvenil del Cono Sur, según datos de Cippec. Sin embargo, en sentido contracíclico a otros rubros de la economía, la industria del conocimiento ha crecido sostenidamente durante 15 años, presentando una gran demanda de puestos de trabajo y ofreciendo empleos de alta calidad. Dos modelos resultan exitosos para que los jóvenes de bajos ingresos puedan insertarse en el mundo digital: el Proyecto de Potreros Digitales, presente en provincias de la Argentina, Brasil y México y que logró la certificación de 2470 estudiantes, de los cuales más de 1000 ya se encuentran trabajando. O el caso de Laboratoria, que logró más de 3000 egresadas (mujeres provenientes de contextos de vulnerabilidad), con un 87% de empleabilidad y salarios que están por arriba de los 900 dólares mensuales.



Una mirada federal y a largo plazo



El problema de la pobreza interpela a las élites políticas y es el principal desafío para el Estado Argentino. Se trata de la evolución de una sociedad que reproduce vulneraciones de derechos humanos y que se desintegra paulatinamente. Ejerce presión sobre una democracia en la que muchas personas no pueden llevar adelante su proyecto de vida, debido a la falta de equidad en el acceso a oportunidades. Desencadena lo que el sociólogo francés Dubet categoriza como "pasiones tristes": pérdida de confianza en la política, las instituciones democráticas, y resentimiento con el otro.



Abordar la pobreza en la Argentina demanda tener en cuenta dos cuestiones: en primer lugar hacerlo desde una mirada federal, comprendiendo la desigualdad, las debilidades, y la falta de oportunidades que existen en algunas regiones del país; y en segundo lugar hacerlo con una mirada a largo plazo: se necesita de voluntad y acuerdos políticos, políticas públicas de calidad y sostenidas en el tiempo, y humildad para entender que estamos ante un problema de gran magnitud, que no será solucionado por liderazgos mesiánicos, sino que, en sentido contrario, necesita del esfuerzo y la cooperación común de la política, el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil .



Picabea, Mg. en Políticas Públicas de la Universidad Austral; Palacios, lic. en Ciencia Política por la Universidad Torcuato Di Tella
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