No culpes al Señor
A mi amigo Juan, socio servicial en el Club de los Canallas, le ha mermado el entusiasmo
A mi amigo Juan, socio servicial en el Club de los Canallas, le ha mermado el entusiasmo. Hace un par de meses falleció su esposa y su ánimo ha perdido el apetito. Jonathan lo consuela y le alienta con el fin de activarle las defensas espirituales y evitar así que caiga en una nefasta depresión.
-Juan es fortacho -me comenta Jonathan- y es hombre de fe. Le pregunté si rezaba. Me dijo que sí, pero que la situación lo superaba.
"Ojalá que, como suele ocurrir, no culpe al Cielo de tal adversidad".
"Hay una canción que ejemplifica lo que digo. Cuenta el caso de un varón que sufre un accidente de automóvil junto a su compañera. Entonces dice: 'Por qué se fue, por qué murió,/ por qué el Señor me la quitó...'. El primer impulso emocional es culpar a Dios. Hasta Gardel, ante la muerte de su noviecita, se queja: '...pero el Señor, celoso de sus encantos, hundiéndome en el llanto me la llevó'. Claro que, en busca de la verdad, en el caso del accidente es el mismo chofer quien aclara lo que pasó: 'Íbamos los dos al anochecer,/ obscurecía y no podía ver./ Yo manejaba, iba a más de cien,/ prendí las luces para leer;/ había un letrero de desviación,/ el cual pasamos sin precaución,/ muy tarde fue y al frenar/ el carro volcó y hasta el fondo fue a dar'. Reconoce su culpa. Entonces debió decir: '¿Por qué se fue?, ¿por qué murió? Por mi distracción, Señor...', pero, bueno, esa es otra canción, ¿no te parece?".