Miércoles, 14 de Mayo de 2025

El diario íntimo de Lulú Petite

MéxicoEl Universal, México 26 de septiembre de 2024

El profesor chiflado Lulú Petite (El Gráfico) Querido diario: El cliente es un científico muy reconocido en el mundo académico

El profesor chiflado







Lulú Petite



(El Gráfico)







Querido diario: El cliente es un científico muy reconocido en el mundo académico. Una de esas vacas sagradas, dueño y señor de alguno de esos Institutos de Investigaciones y con una amplia trayectoria en su especialidad.



Lo cierto es que, si algo he aprendido en este oficio, es que los cerebros más impresionantes están tan dedicados a su ciencia que rara vez son directores de institutos o llevan trayectorias entre lo social y lo académico.



Este más bien era del segundo grupo. Más adicto al reflector que al laboratorio. Era, además, paranoico: ¿Qué pensaría el mundo de la ciencia si se descubre que el Dr. Don Francis Von Ver Ghas metió a su motel a una puta? Pensaba.



Todo debía hacerse con tanta prudencia, que no pudiera quedar rastro del delito.



Nos vimos afuera de la ciudad. Se hospedó en un hotel de lujo, pero un asistente sacó la habitación y la pagó con efectivo no facturable. El asistente me dio una llave a mí y la otra al Profesor Von Ver Ghas.



El asistente, que nunca dijo su nombre, me pagó la noche por adelantado. Era un tipo guapo y joven, pero de pocas palabras. Se fue y yo sólo esperé al patrón hasta eso de las diez de la noche.



Antes siquiera de acercarse con intenciones sexuales, se sentó frente a mí y comenzó a entrevistarme. Me preguntó sobre el libro que escribí, sobre las cosas que pienso, sobre la vida, el amor, el tiempo.



No sé cómo explicarlo. No era aburrido, pero tampoco divertido, era como jugar a las preguntas con un viejito medio loco.



Todo iba bien hasta que pregunté si haríamos el amor. Me explicó que prefería verme hacerlo con su asistente. Lo paré en seco. En mi trato sólo dos personas podían estar en la habitación. Si llegaba un tercero, yo me iba, sin devoluciones del adelanto.



Me explicó que él no participaría. Que se quedaría en el sillón y me ofreció pagar el doble. Cuando acepté, el muchacho joven entró.



Sin decir mucho, se me fue a los labios y comenzó a desnudarse mientras me ayudaba también a quitarme la ropa. Me besaba deliciosamente y tocaba cada milímetro de mi cuerpo con delicadeza, pero también con cuidado para dejarle la mejor vista a su patrón.



Me puso de perrito mirándolo ambos a él y, mientras me penetraba con furia, el anciano sacaba su miembro casi seco; con dificultad logró una erección y estuvo jalándosela con fuerza, mientras nos veía a su canchanchán y a mí hacernos el amor salvajemente.



De pronto, el científico gimió y una gota de semen espeso salió de su sexo. Se limpió de inmediato con un pañuelo desechable que tenía al lado.



De inmediato, el morro me la sacó, se vistió y, sin decir palabra, se fue. Yo me vestí, recibí una propina extra y me quedé en la habitación. La noche estaba pagada y el científico tenía la suya.



Eso pasó hace años, pero ayer me lo topé en un restaurante. Nos vimos y me sonrió. Tal vez vuelva a llamar, pero no. La experiencia me pareció rara, no estoy con ánimo de repetirla.



Hasta el martes, Lulú Petite
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