Nulos y blancos, ¿una oportunidad?
Millones de votantes, cumpliendo con su deber cívico, se dan la molestia de asistir a los locales, pero simplemente no marcan a ningún candidato.
Las recientes elecciones tendrán ocupados a los analistas por bastante tiempo, pues constituyen una expresión variada de los votantes que no es fácil de interpretar en cuanto a todos sus significados políticos. Si bien se advierten algunas tendencias generales, como el buen desempeño relativo de grupos tradicionales y un escaso apoyo en relación con lo que se esperaba para sectores nuevos y más extremos, hay también una variedad enorme de cifras que pueden ser objeto de un estudio mayor. De interés debe resultar para los partidos el alto número de votos blancos y nulos, que alcanzaron a más de tres millones y trescientos mil en la votación de los representantes a los consejos regionales. Es decir, algo más de uno de cada cuatro electores, llegado el momento de elegir a quien lo representaría, expresó su rechazo a todos los miles de candidatos que poblaban las inmensas cédulas. Ninguno de los pactos de partidos estuvo siquiera cerca de esas cifras.
Desde luego, en todas las votaciones ha existido una proporción no menor de nulos y pero conviene tener presente que, por ejemplo, en la anterior elección de alcaldes esa proporción fue inferior al dos por ciento. Ahora, al haber aumentado el universo de quienes participan, debido a la obligatoriedad de sufragar, ese porcentaje se multiplicó por cinco, llegando a una cifra cercana al diez por ciento en el caso de los jefes comunales. En cuanto a las elecciones de concejales, la cifra aumentó desde un cinco por ciento en 2021 a más del 21 por ciento ahora, es decir, uno de cada cinco votantes no marcó preferencia para los integrantes de los concejos municipales. Existen estudios que muestran una relación entre el tamaño de la papeleta y la tendencia a anular o votar en blanco: abrumados frente a un número enorme de candidatos y listas, muchos electores terminan desechando manifestar una opción. Con todo, el fenómeno puede haberse agudizado en el caso chileno por el descrédito de la actividad política. En efecto, aun tratándose de elegir miembros de un cuerpo colegiado, donde es más difícil para los candidatos darse a conocer y presentar sus planes, se esperaría que los electores confiaran en algún partido o pacto para respaldar a alguien. Pero probablemente la baja adhesión que exhiben los chilenos ante las colectividades hace que sean muchísimos los que prefieran no señalar a ninguna.
La disputa entre las distintas corrientes políticas se ha entendido tradicionalmente como un juego de suma cero, puesto que para ganar votos estos deben serles arrebatados a los rivales. La votación obligatoria parece demostrar que no necesariamente debe ser así: existen millones de votantes que, cumpliendo con su deber cívico, se dan la molestia de asistir a los locales de votación, pero simplemente no marcan a ningún candidato. Las oportunidades de conquistar a esos votantes están abiertas, pero para lograr convencerlos deben ofrecer planes consistentes que demuestren un verdadero interés por los destinos del país. Los múltiples ejemplos de disputas recientes favorecen las interpretaciones populares de que los políticos están más interesados en las luchas de carácter personalista por ganar notoriedad.
Debe recordarse que, hace años, antes de que la Concertación de Partidos por la Democracia empezara a ver amenazada su inicial supremacía electoral, hubo un notorio aumento de los votos blancos y nulos. Una alta proporción de quienes habían sido sus adherentes comenzó así a distanciarse sin que esa votación la recogiera la agrupación contraria. Pero ya en los comicios siguientes se observó el crecimiento de la centroderecha en desmedro de la agrupación rival, manifestado en el hecho de que por primera vez debió hacerse una segunda vuelta en la elección presidencial. Desde entonces los políticos más avezados observan con cuidado estos movimientos, pues pueden anticipar cambios en las preferencias políticas. La reciente elección aún debe ser estudiada y analizada en todas sus dimensiones antes de sacar conclusiones drásticas.