Alegrías de este mundo
Alegrarse es conocer el gozo en el interior del alma y del corazón del hombre
Alegrarse es conocer el gozo en el interior del alma y del corazón del hombre. Requerimos de la dicha para darle una continuidad positiva a los días y a los quehaceres propios de la jornada. Sin alegría, que no es lo mismo que el jolgorio ni el bullicio, el recorrido de la existencia se hace cuesta arriba. Es necesaria, por ende, una cierta bienaventuranza incluso en este mundo, aunque la gran Bienaventuranza será en el cielo, allí "donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben" (San Mateo 6, 20).
Mientras tanto, es posible vivenciar gozos de menor envergadura, pero diariamente significativos, como una palabra amable, una expresión de gratitud, un reconocimiento al trabajo bien hecho, un gesto de cariño en un momento singular, una compañía amistosa al doliente que está anímicamente abatido.
La alegría es una actitud que refleja esperanza y, en tal sentido, es espejo y antesala de lo que será la plenitud. El ser humano, que oscila entre el disfrute y la tristeza, halla en la alegría el primer puente hacia el paraíso y el primer peldaño hacia la eternidad. En las modestas y hasta efímeras fruiciones de esta vida y de este mundo, el horizonte de trascendencia alza la primera corona de su más excelsa ventura, aquella futura y definitiva.