Crispación
Hoy tendrá lugar la esperada votación para elegir al próximo Presidente de Estados Unidos
Hoy tendrá lugar la esperada votación para elegir al próximo Presidente de Estados Unidos. Hace tiempo que una elección presidencial no venía precedida de tanta expectación, básicamente porque hay mucho en juego, tal vez más de lo que hubo en los últimos cincuenta años. Ello se ha traducido en que el debate entre los candidatos se ha centrado mucho más en aspectos personales, con fuertes ataques mutuos entre ambos, que en sus respectivas propuestas de políticas públicas. El hecho de que, como Presidente, Trump no haya reconocido el triunfo de Joe Biden en la elección pasada -y siga sin reconocerlo-, y que haya alentado a la muchedumbre que asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021 para impedir la certificación del voto de los colegios electorales, ha dado pábulo para el calificativo de antidemocrático e incluso de fascista por el comando y la candidata demócratas. Por su parte, Trump no ha escamoteado los peores insultos para referirse a su adversaria. Así, el país llega a esta elección fuertemente dividido, se enfrenta a un resultado altamente incierto, y todo ello se da en un ambiente político de gran crispación.
El fenómeno de la crispación política se ha estado viendo con cada vez mayor frecuencia en distintas partes del globo. Así, en España, el duro enfrentamiento entre oficialismo y oposición se arrastra ya por varios años, y está acompañado de fuertes duelos verbales entre ambos sectores y una abundancia de epítetos descalificadores. En Francia se han observado fenómenos similares, especialmente durante la última elección parlamentaria llamada por el Presidente Macron, durante la cual los distintos sectores políticos se refirieron con gran agresividad a sus respectivos adversarios. En Brasil, la elección de Jair Bolsonaro, y luego su intento de reelección, también se dieron en un ambiente emocionalmente caldeado y con un lenguaje muy duro. Por cierto, Chile no ha escapado a este sino y durante los últimos cinco años ha vivido un período de intensa crispación. Baste recordar la revuelta de octubre de 2019 y sus secuelas, con un tratamiento indigno a la figura del entonces Presidente de la República y, posteriormente, el lenguaje descalificador con que se desarrolló la campaña para elegir a la Convención Constitucional, el que continuó durante todo el año en que ella funcionó.
El progreso de los países requiere de acuerdos políticos básicos en torno a ciertos principios, así como concordancia respecto de ciertas metas. La discusión de las herramientas para sostener los primeros y alcanzar las segundas debe ocurrir en un ambiente de civilizada deliberación. Cuando el debate se crispa, la posibilidad de alcanzar acuerdos se disuelve, la discusión respecto de las soluciones para los problemas más acuciantes se eterniza, las expectativas de la ciudadanía se ven frustradas, y el sistema democrático pierde prestigio y fuerza. Esa solo es una receta para más problemas.
No resulta fácil escapar a este estado de cosas. Cuando la discusión política, dada una particular coyuntura, se plantea de manera especialmente agitada, ella se ve multiplicada por las cámaras de eco con que las redes sociales hacen circular esa información. Pero también, e inversamente, el sustrato que las mismas redes construyen -con información distorsionada o falsa, aglutinando a las personas en grupos con ideas similares, pero antagónicos entre sí- prepara el camino para que el fenómeno surja con mucho mayor facilidad. La crispación ocurre porque las emociones de los participantes se inflaman de indignación moral, y esto se ve exacerbado tanto por los actores que se dejan llevar por aquellas como por el ambiente confrontacional que algunos medios, además de las propias redes sociales, construyen sobre lo anterior. Se trata de fenómenos sociales que deben ser mejor estudiados y comprendidos para encontrar fórmulas que permitan atenuarlos. Una tarea para ser acometida a la brevedad.
EE.UU. llega a esta elección fuertemente dividido, se enfrenta a un resultado altamente incierto, y todo ello se da en un ambiente político intensamente crispado.