Formas en política
Quien se dedica a la política, sobre todo si ocupa funciones de poder, debiera ser muy cuidadoso con las formas en las que ejerce su papel
Quien se dedica a la política, sobre todo si ocupa funciones de poder, debiera ser muy cuidadoso con las formas en las que ejerce su papel. Parafraseando un viejo principio, el político no solo ha de serlo, sino también parecerlo. De hecho, las formas son el aspecto visible del fondo, algo indican del modo en que alguien se comprende a sí mismo y de la manera en que concibe su posición y su desempeño públicos. Hay una dignidad asociada a ciertos roles que supone o implica conductas y una presentación ante los demás que sean acordes al cargo en el que se está. En este caso, hay un rol que supera a la persona, y es la persona la que debe adaptarse a la investidura y no a la inversa, convertir la investidura en una mera representación de sí mismo.
Esta exigencia aplica, a su vez, al lenguaje, a los discursos que se pronuncian. En vez de excesos retóricos -que fácilmente se vuelven un peligroso boomerang -, conviene refrenarse un poco a fin de hablar con mayor sabiduría y sobriedad.
Por consiguiente, salir de la propia trinchera es una obligación para quienes actúan en representación del Estado, pues sus palabras y sus acciones mientras son autoridades se deben al país y no únicamente a sus partidarios.