En (pospuesta) guerra comercial
Ayer, gracias a unos acuerdos de última hora con la presidente de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, la Casa Blanca pospuso por un mes la aplicación de aranceles a los productos importados de sus dos vecinos
Ayer, gracias a unos acuerdos de última hora con la presidente de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, la Casa Blanca pospuso por un mes la aplicación de aranceles a los productos importados de sus dos vecinos. Al momento de escribir estas líneas, un arancel del 10% a los bienes provenientes de China seguía programado para activarse a partir de hoy. Estos son los primeros ‘cañonazos’ de la ‘guerra comercial que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió en campaña para el arranque de su segundo mandato. No son pocos los aspectos de esta política comercial de Washington -que está ganando en preponderancia a otras promesas como la reducción de impuestos y del tamaño del Estado- que despiertan alarma alrededor del mundo por sus inciertos e indeseados efectos económicos. El amplio alcance de esta imposición de aranceles que amenaza la Casa Blanca en términos de sectores afectados y alto volumen del flujo comercial. Estas medidas drásticas impactarían, desde el lado mexicano y hacia EE. UU., a la industria automotriz y sus cadenas de suministros, autopartes, equipos eléctricos y de comunicaciones, computadoras, frutas, electrodomésticos, entre otros. En cuanto a Canadá se refiere, el principal golpe se daría en materia de energía -aquí la tarifa del arancel es 10%- automóviles y camiones, autopartes, aluminio, productos metálicos, pan, carnes, suministros industriales, entre otros. En conjunto, el comercio entre las tres economías norteamericanas que se vería sometido a esta ‘guerra comercial’ alcanzó US$ 1,8 billones en 2023, mientras que con China el total es de más de US$643 mil millones. Las razones de la "suspensión" de las agresivas medidas ratifican el temor que el resto del mundo albergaba sobre el regreso de Trump 2.0: el uso de la Casa Blanca de la economía de EE. UU., su mercado y su acceso, como un ‘arma’ de extorsión para la consecución de otros objetivos políticos. Tanto la Presidente mexicana como el Primer Ministro canadiense incluyeron en sus concesiones a Washington acciones de reforzamiento, con recursos billonarios y con el envío de tropas, a las respectivas fronteras para combatir la inmigración irregular y el tráfico de fentanilo. A primera vista, la irrupción Trump con este ‘garrote’ de los aranceles pareciera estar dándole a la Casa Blanca los resultados que espera: forzar a otros países a alinearse con sus prioridades y urgencias. No obstante, de materializarse en un mes, esta política de Washington terminará por generar caos en una integración comercial que EE. UU., Canadá y México han venido construyendo por tres décadas. Si se suman los impactos de las retaliaciones de ambas economías -por ejemplo, 25% de arancel canadiense a las importaciones estadounidense- serán los consumidores de las tres naciones los que terminarán pagando de su bolsillo esta ‘guerra’ sin sentido. Es necesario que, desde Colombia, se estén analizando las oportunidades que podría generarse para los productores nacionales una subida de aranceles de EE. UU. a México, en especial, en términos de nearshoring y sustitución de productos y suministro. Pero no hay que llamarse a engaño: el libre comercio ha venido generando más beneficios que perjuicios, y esta nueva era de proteccionismo, impulsada por Trump, amenaza con descarrilar esas ganancias y minar la estatura de Washington como líder global. Los aranceles, al fin y al cabo, son impuestos que minan la libertad económica.