BRICS in the wall
Chile no debe ser parte de los BRICS ni debe dar señales confusas sobre ello
Chile no debe ser parte de los BRICS ni debe dar señales confusas sobre ello.
Aunque este grupo -cuyo nombre contiene las iniciales de los países fundadores, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- se estableció formalmente en 2009, sus orígenes son anteriores. Por lo menos una década antes ya había partido un debate de cómo el crecimiento de los países emergentes modificaría el orden global construido después de la Segunda Guerra Mundial. La caída sistemática en el peso económico de los principales países desarrollados en los últimos 40 años impulsó un acercamiento de países en desarrollo, lo que fue recogido por Rusia y China para fundar este grupo. Parece razonable que a medida que los países emergentes tomen un mayor peso global, sus voces tomen mayor preponderancia en la elaboración de normas globales. ¿Por qué entonces oponerse a ser miembro de este grupo?
Hay razones estratégicas y tácticas para ello. Entre las primeras, destaca lo obvio. Los BRICS buscan generar un frente común en organismos multilaterales para coordinar posiciones políticas, políticas económicas y -como no- para desbancar al dólar como moneda de intercambio global. Pero esta coordinación no se da en el vacío. La reformulación de las reglas globales es, básicamente, su eliminación y reemplazo por un sistema donde predominan las negociaciones bilaterales y donde acuerdos multilaterales para evitar prácticas comerciales injustas de algunos países dejan de tener validez. Aunque no se reconozca así, ese es el objetivo final. Paradójicamente, un mundo donde manda el más fuerte no es muy diferente a lo que busca Trump, y no nos conviene, independiente de si el poder lo tiene el azul o el rojo.
También hay razones tácticas. No es el momento para tomar partido en la gran disputa global entre Estados Unidos y China. Más bien, el único partido que por ahora debemos jugar es el de mantener canales abiertos para el intercambio y la inversión, fortalecer nuestra institucionalidad local para evitar decisiones que puedan aparecer como arbitrarias y hacer ver de manera clara nuestra preferencia por reglas globales. Coquetear con los BRICS es un gustito que puede costar caro, y entrar a él representa un acercamiento decidido a una coalición con claro sesgo antioccidental.
Esta estrategia es de alto riesgo y muy bajo retorno. No vaya a ser que un mensaje confuso o una mala señal le cueste al país una oleada proteccionista -un BRICK in the wall -, con consecuencias en exportaciones y empleo. Lo responsable hoy es pasar más desapercibido y mantener serenidad en las relaciones internacionales. Hay momentos para hacerse notar; este no parece ser uno de ellos.
No es el momento para tomar partido en la gran disputa global entre Estados Unidos y China.