Viernes, 18 de Julio de 2025

LA SEMANA POLÍTICA

ChileEl Mercurio, Chile 6 de julio de 2025

La imagen que seguramente quedará es la de la expresidenta Bachelet abdicando de ser parte del Socialismo Democrático, manteniendo un silencio que pocos anticipaban, mientras se desplomaba la candidatura de Tohá. Las críticas más elocuentes contra la idea de que un comunista encabece el gobierno no es necesario buscarlas en la derecha, sino que han venido de figuras como Carolina Tohá en la campaña y Camilo Escalona (PS) en 2021.

Vaciamiento de la centroizquierda
El impacto del triunfo de la militante comunista Jeannette Jara, en las primarias del oficialismo, se está sintiendo con fuerza en el ambiente y en el debate público. No solo logró encumbrarse rápidamente en las encuestas -aunque hoy perdería en segunda vuelta ante Matthei y Kast, todo indica que su candidatura será altamente competitiva frente a cualquiera de ellas, y de perder, se quedaría con el liderazgo de la oposición-, sino que el desplome del Frente Amplio y del Socialismo Democrático está muy cerca de ser terminal. Incapaces sus dirigencias de hacer la mínima autocrítica de las causas de la debacle electoral del domingo pasado, parecen ahora más preocupados de sumarse de forma irreflexiva como vagón de cola a una aventura política liderada por los comunistas, para salvar lo que puedan de sus cuotas de poder. Simplemente, no quieren ver el terremoto que pasó sobre ellos y que supone un profundo cambio en la llamada "correlación de fuerzas".
Lo más preocupante es el vaciamiento electoral de la centroizquierda, al que se sumará la pérdida quizá definitiva de una identidad renovada que les costó décadas construir. Si bien no es algo que sucedió de un día para otro y tiene muchos responsables, la imagen que seguramente quedará es la de la expresidenta Bachelet abdicando una y otra vez de ser parte del Socialismo Democrático, manteniendo un silencio que pocos anticipaban, mientras se desplomaba la candidatura de Tohá. De más está decir que cualquier resurgimiento de ese proyecto se ve ahora muy lejos y, de suceder, exigirá una completa renovación de aquellos rostros que permitieron que se cayera en esta deriva.
De otro lado, la actitud de gran parte de los parlamentarios DC, de apresurarse alegremente en apoyar a Jara, da cuenta no solo del extravío de un partido que parece ya estar condenado a la irrelevancia, sino que es la constatación de que, por sobre la defensa de principios que se suponía eran para ellos esenciales, prima la defensa de sus escaños (ver editorial arriba).
¿Es irrelevante que Jara sea comunista?

Las características personales de Jara, simpatía y cercanía, no debieran ocultar el hecho de que se trata de una candidata de un partido que es una rémora ideológica, ajeno a cualquier proceso de renovación, que apoya a las peores dictaduras del mundo, que proclama la vigencia del marxismo-leninismo y que descree de la democracia representativa. Las críticas más elocuentes en este sentido no es necesario buscarlas en la derecha, sino que han venido desde Carolina Tohá durante la campaña -"no soy partidaria de que el Partido Comunista gobierne el país"; "donde ha gobernado (el PC) en el mundo, los países se han estancado socialmente y ha cundido la pobreza", sostuvo- y de Camilo Escalona (PS) el 2021, cuando advirtió la inconveniencia y los riesgos de que los comunistas lideren una coalición de gobierno -"el proyecto de la Unidad Popular fue posible porque lo dirigía un socialista" (...) "no era posible dirigido por comunistas", dijo entre otras expresiones.
No es indispensable, sin embargo, tener que recurrir al viejo debate sobre su doctrina y las consecuencias que implica fomentar desde arriba la idea de la lucha de clases, el persistente apoyo a gobiernos totalitarios en el extranjero, ni tampoco resaltar su comportamiento histórico de décadas para tener fundadas aprensiones sobre el futuro de nuestra democracia que puede implicar el hecho de que una militante comunista encabece un gobierno en Chile. Basta mirar la actuación reciente de ese partido durante el estallido -de inmediato exigieron la renuncia del presidente Piñera; cohonestaron como ninguna otra agrupación política con la violencia; se opusieron siempre a buscar una salida institucional a la crisis; las presiones denunciadas por Sergio Micco cuando presidía el INDH, entre otras cosas-; en la Convención -hicieron todo lo que pudieron por saltarse el quorum de los dos tercios acordado, lo que finalmente no ocurrió solo porque no encontró apoyo en otros partidos de izquierda, pero igualmente llamaron a "rodear la Convención"-; durante la pandemia -llenaron de querellas a las autoridades que les tocó enfrentar tamaño desafío, y utilizaban la expresión "asesino con delantal" para referirse al ministro Mañalich; luego del crimen del exmilitar venezolano Roland Ojeda salieron en defensa del régimen venezolano; tras los allanamientos en Villa Francia llegaron al extremo de acusar de montaje a la ministra Tohá, entre una larga lista de conductas, a las que se agregan las habituales funas que han sufrido quienes han debido competir o discrepar con ellos, o informar en los medios sobre materias que les afecten.
Así las cosas, en un régimen presidencial como el nuestro, el formar parte de una coalición de partidos o el suscribir un determinado programa de gobierno está lejos de ser suficiente para hacer desaparecer esas preocupaciones.
Con todo, como muchos analistas advierten con razón, sería un error pretender centrar la campaña de quienes compiten contra Jeannette Jara exclusivamente en su militancia. Más que la apelación reiterada al miedo, la oposición debiera buscar marcar diferencias, ofreciéndole al país un proyecto de futuro convocante, que logre interpretar a amplios sectores. ¿Será capaz de afrontar tamaño desafío?
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