Domingo, 02 de Noviembre de 2025

¿La economía fomenta la desigualdad?

Costa RicaLa Nación, Costa Rica 1 de noviembre de 2025

Un execonomista del Banco Mundial analiza cómo la economía neoliberal y el nacionalismo fomentan la desigualdad, argumentando por un retorno a la cooperación y la confianza.

Vivimos tiempos difíciles. En medio de una desigualdad en aumento, los líderes políticos de muchos países están recortando programas y servicios que benefician a los pobres, al mismo tiempo que atizan el miedo y la ira contra los inmigrantes y los refugiados. Sus nobles intenciones -salvaguardar la libertad individual, promover la prosperidad y proteger a los ciudadanos- muchas veces son la tapadera de una agenda política diseñada para enriquecerse a sí mismos y a sus amigotes ricos.

Este deterioro en la práctica de la política puede atribuirse a muchas causas. Una de las más importantes puede radicar en el deterioro de la manera en que se practica la economía.

Muchas veces se describe a la economía como una disciplina científica, que estudia proposiciones condicionales sin referencia a la moral ni a los valores. Sin embargo, los hallazgos científicos efectivamente afectan a nuestros valores y juicios normativos, y las afirmaciones de "objetividad científica" pueden utilizarse para justificar acciones que ofenden nuestra sensibilidad moral. De hecho, la lógica de la economía convencional -en particular, la ideología neoliberal, dominante desde hace tiempo, que enfatiza el crecimiento, la eficiencia y la libertad de mercado- a menudo ha justificado e incluso fomentado la codicia, la explotación y la desigualdad extrema.

Esto bien podría estar integrado en la disciplina. Un estudio de 2012 basado en el "enfoque de las capacidades" del economista y premio Nobel Amartya Sen -un marco para evaluar los acuerdos económicos que se centra en la capacidad de las personas para vivir el tipo de vida que valoran, no solo en la riqueza material- concluyó que algunos enfoques educativos pueden contribuir a que las personas sean más solidarias y cooperativas. Sin embargo, otros estudios indican que los estudiantes de economía tienden a comportarse de forma más egoísta que otros, lo que indica que la economía, tal como se la enseña, bien podría promover el egoísmo como un principio ético normal o incluso deseable.

El problema, argumentaba otro economista galardonado con el Nobel, el difunto Kenneth Arrow, en un artículo de 1978, relativamente desconocido, es que el "modelo de mundo laissez-faire de interés propio absoluto" que imagina la economía neoclásica "no sobreviviría ni diez minutos" en un "mundo de cualquier complejidad". Los mercados no pueden funcionar a menos que los actores económicos, incluso las "empresas e individuos que compiten entre sí", cumplan fielmente con sus "obligaciones recíprocas". En otras palabras, dependen de la confianza y la cooperación.

Arrow también cuestionaba la tendencia de la economía dominante a tratar la libertad y la igualdad como contradictorias. La lógica neoliberal es que cualquier grado de desigualdad es natural y justo y, por lo tanto, cualquier intervención para reducirla erosiona la libertad: uno recoge lo que siembra. Si uno es muy rico, debe de habérselo ganado, por ejemplo, mediante el trabajo duro o el pensamiento innovador, y debería ser "libre" de disfrutar de los frutos de sus contribuciones.

Pero, como señalaba Arrow, cuando "unos pocos" toman las "decisiones importantes de las que depende el bienestar humano", lo hacen "en interés propio". En su opinión, la libertad y la igualdad eran "prácticamente idénticas" en "muchos contextos". Las acciones que socavan la igualdad -como la ruptura de huelgas y las "formas más sutiles de presión económica"- limitan considerablemente la "libertad de los trabajadores", y la "absorción de la economía por una pequeña élite" implica que "la democracia formal y la libertad" son una "farsa". En definitiva, escribió Arrow, "las instituciones que generan grandes desigualdades atentan contra la dignidad igualitaria de los seres humanos".

El filósofo Isaiah Berlin lo expresó de manera sucinta: "La libertad para los lobos a menudo ha significado la muerte para las ovejas". Esta advertencia es especialmente profética hoy, cuando los "lobos" disponen de enormes recursos para canalizar hacia los líderes políticos y las causas que eligen, así como de herramientas digitales sin precedentes para influir en la opinión pública. Como observó otro economista y premio Nobel, Joseph E. Stiglitz, el principio de "una persona, un voto" ha dado paso a "un dólar, un voto".

Pero centrarse excesivamente en el propio interés económico es solo una parte del problema. El nacionalismo virulento también está contribuyendo al aumento de la desigualdad.

Hubo un tiempo en que el Estado-nación era una institución vital para organizar la vida económica, y el orgullo nacional desempeñaba un papel fundamental en el progreso. Pero en nuestro mundo globalizado, los flujos transfronterizos de personas, bienes y capital son a la vez motores ineludibles e importantes de prosperidad -sobre todo para los más ricos-. Al mismo tiempo, los superricos y los políticamente poderosos suelen avivar cínicamente el nacionalismo para promover sus intereses. Es una fórmula de eficacia comprobada: quienes libran guerras en defensa de la "nación" no se movilizarán contra la desigualdad de riqueza o poder, e incluso podrían agravarla.

El orgullo nacional es una reliquia del pasado. Ahora es el momento de la cooperación global en torno a objetivos colectivos, desde acuerdos comerciales mutuamente beneficiosos hasta una acción climática justa e inclusiva. Pero conseguirlo no será fácil: al igual que el funcionamiento de los mercados, la acción multilateral ante desafíos compartidos depende de la confianza y la cooperación.

El "juego de la caza del ciervo" del filósofo francés Jean-Jacques Rousseau ilustra este desafío. Si dos cazadores cazan una liebre cada uno por su cuenta, la recompensa es pequeña pero segura. Si deciden cazar un ciervo juntos, pueden ganar mucho más, pero solo si pueden contar con el apoyo mutuo; de lo contrario, se quedarán sin nada. Del mismo modo, al fomentar la confianza en la cooperación, organizaciones multilaterales como la Organización Internacional del Trabajo y el Tribunal Internacional de Justicia pueden ayudar a los países a conseguir más de lo que jamás podrían lograr por sí solos.

Ahora bien, reforzar estas y otras instituciones de cooperación exigirá que reajustemos nuestra brújula moral. En lugar de considerar "racional" centrarse exclusivamente en el interés propio o limitar nuestra compasión a quienes se parecen a nosotros, suenan como nosotros o rezan como nosotros, debemos valorar la humanidad por encima de la nacionalidad.

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El autor, execonomista jefe del Banco Mundial y asesor económico principal del gobierno de India, es profesor de Economía en la Universidad Cornell y miembro no residente de la Brookings Institution.

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