El fin del mundo
La declaración de Bill Gates es un golpe al integrismo ambiental, a pocos días de su máxima fiesta en el corazón del Amazonas.
De que escribir hoy? Esa es la pregunta angustiante de cada sábado por la mañana. Y eso que esta semana no faltaban temas. Tenemos el patinazo del gobierno con las lanchas, donde no está claro si hay una reculada racional, o si se dobla la apuesta. Todo depende qué "fuente" de Torre Ejecutiva escuchemos. Está el problema con ASSE, y su presidente, a quien cada día le salta un ingreso nuevo. 100% de acuerdo con que el salario es ridículo, pero... ¿siete changas extra?
La realidad es que la intención se volcaba hacia el caso de "Pata" Kramer, la senadora frenteamplista (una de las más racionales y reflexivas de la bancada), que acaba de tener que hacer una especie de mea culpa pública al mejor estilo del cubano Heberto Padilla, solo por decir un par de verdades en una muy disfrutable entrevista con Petinatti. Por lo visto, hay sectores del FA que parecen muy copados y abiertos, pero al final del día tienen el mismo dogmatismo que el PCU.
Pero una noticia ocurrida sobre el final de semana, y que pasó sorpresivamente bajo el radar de muchos medios, nos sedujo más que ninguna. Resulta que Bill Gates, que se ha convertido en los últimos tiempos en una especie de oráculo generalizado, que lo mismo te habla de vacunas, de inteligencia artificial, o de la producción de carne (y cada vez es titular en medios de todo el mundo), acaba de dar una puñalada letal al ambientalismo extremo.
En una entrevista esta semana, el rey de las ventanitas dijo lo que nadie esperaba: "El cambio climático es grave, pero no va a llevar a la humanidad a su fin". Y que centrar el foco global en "limitar la subida de temperatura" puede distraer de lo que importa: tomar acciones concretas para "mejorar vidas", especialmente en los países más pobres. "Los mayores problemas siguen siendo la pobreza y la enfermedad", sostuvo Gates. Y desde el lejano Uruguay se pudo sentir el atore de Greta Thumberg con su caramel macchiato matinal, con el que recupera fuerzas tras su epopeya gloriosa en las mazmorras israelíes.
De nuestra directora del cambio climático, no se ha escuchado nada, lo cual nos genera profunda inquietud. Tal vez está en algún viaje, sin conexión en el avión.
Lo de Gates es pura racionalidad. Y no es muy distinto a lo que suele señalar gente como Bjorn Lomborg en sus columnas periódicas en este diario. O muchos científicos prudentes, que sin negar que allí hay un probable problema que merece atención, no se suman al coro apocalíptico que clama a gritos que volvamos a la era preindustrial.
Está claro que Gates no es un científico, ni un experto en temas climáticos. Como tampoco Al Gore, Pedro Sánchez, ni ninguno de los socialistas "sandía", que han visto en esta causa la justificación ideal para revivir su obsesión por dirigir la vida ajena. Pero lo que dice es clave por dos cosas.
Primero, porque es alguien que ha puesto cientos de millones en esta causa, y es difícil que la tropilla de fanáticos irracionales que la ha cooptado lo puedan acusar de "negacionista" o linduras por el estilo. Por lo cual este mensaje tiene el potencial de calar mucho más hondo en la sociedad.
Segundo, porque lo hace a pocas semanas de que se concrete la famosa COP 30, una especie de conferencia/festival de la ONU para abordar el tema del cambio climático. Estos eventos se han convertido en un aquelarre ideológico, donde se mezclan activistas, políticos, planificadores y cantautores de guitarra acústica. Y que esta vez tendrá lugar en el corazón del Amazonas, ya que Lula piensa usarlo como gran punto de partida de su campaña por la reelección.
Hay tanto dinero y atención en torno a este evento, que casi todos los medios del mundo están generando productos y coberturas especiales. Y surgen noticias tan caricaturescas como que hay problemas para coordinar las pistas para todos los jets privados que llegarán. No hay suficientes hoteles de alta gama para los invitados "top". Y hay indignación porque el chef oficial ha dicho que se niega a preparar platos veganos a los dignatarios, y que usará pescados y carne de animales de la zona.
Dejando la insidia de lado, se trata de un tema relevante para Uruguay. Que tiene sus pros y sus contras.
En contra, que hay algunas tecnologías a las que hemos apostado mucho, y de las que dependen varias de las principales (y escasas) inversiones que hay en vista a corto plazo, que pueden verse afectadas. A favor, que nuestros principales rubros de exportación, como la carne, o los granos, dejarán de ser vistos por algunos extremistas del primer mundo como productos tóxicos, con argumentos tan serios como que los gases de las vacas contaminan más que las fábricas de china.
Pero todo eso está por verse. Los puntos de vista de Bill son casi tan veleidosos como el sentido de respeto a los contratos en nuestra Torre Ejecutiva.