La oportunidad que abre para la Argentina la geoeconomía, el nuevo concepto que hay que conocer
El presidente Donald Trump recibe al presidente Javier Milei en la Casa Blanca, junto a sus funcionarios
El mundo ha sido invadido por un nuevo concepto: la geoeconomía
El presidente Donald Trump recibe al presidente Javier Milei en la Casa Blanca, junto a sus funcionarios
El mundo ha sido invadido por un nuevo concepto: la geoeconomía. Durante todo este año, en todos los seminarios y conferencias que me ha tocado participar como disertante, el eje de los debates se ha centrado en la incidencia de la geopolítica sobre las decisiones económicas globales . En este marco, predomina la tensión entre Estados Unidos y China por la supremacía planetaria. Esto se proyecta sobre las esferas de influencia geográficas y sectoriales de ambas potencias. La cumbre Trump - Xi Jinping no ha hecho más que corroborar este concepto: lograron una tregua que les permite a ambos comprar tiempo.
El presidente de los Estados Unidos ha decidido enfrentar este desafío con todos los instrumentos que posee, desde aquellos políticos hasta los tecnológicos, pasando por los militares, financieros y comerciales. Surgen así disputas por esferas de influencia, dentro de las cuales América Latina cobra particular relevancia. La gran diferencia con respecto al pasado inmediato es que, para recuperar el terreno perdido en nuestra región a manos de China, el gobierno norteamericano ha decidido financiar áreas de interés recíproco . Así, las prioridades estratégicas del nuevo paradigma se dividen en cuatro vectores clave: infraestructura, minerales críticos, energía y cadenas de suministro.
Este campo de juego encuentra a nuestro país en una coyuntura decisiva. Tras haber sorteado los últimos meses "de puente en puente", la asistencia financiera de Estados Unidos, sumado al resultado de las elecciones, abren la posibilidad de generar una segunda etapa. El desafío consiste en consolidar el superávit de las cuentas públicas, con un equilibrio general que contemple la producción, el empleo y la generación de dólares de exportación e inversión.
Para lograrlo es preciso encarar un enfoque estratégico integral. Por un lado, fortalecer la estabilidad macro a través de la convergencia de la política fiscal, monetaria, cambiaria y financiera. Esto constituye una condición necesaria pero no suficiente, por eso se debe plantear un enfoque productivo y de desarrollo económico-social con transformaciones profundas que abran nuevos caminos que garanticen un sendero de crecimiento continuo.
La Argentina tiene la oportunidad que nos brinda el mundo de generar más y mejor empleo para todos nuestros ciudadanos. Necesitamos una estrategia que integre a los 48 millones de habitantes, no solo a aquellos que participan de los sectores más dinámicos —agro, energía, minería y servicios basados en el conocimiento— que, aunque estratégicos, no pueden absorber toda la fuerza laboral.
Superar el amesetamiento de la actividad económica requiere articular intereses con países que complementen nuestras estructuras productivas. Más aún, el país debe convertirse en un "global trader", capaz de integrarse a las cadenas globales de valor. En este esquema, se precisa una cancillería que busque acuerdos para expandir mercados, con un enfoque pragmático "país por país" y "producto por producto", eliminando barreras arancelarias y paraarancelarias que permitan proyectar nuestra producción hacia nuevas fronteras. Las empresas multinacionales ya no buscan al proveedor más barato, sino al más confiable.
Por otra parte, la Argentina debe recalibrar su programa económico para acumular reservas y recuperar la confianza de los mercados de capitales. Esto implica liberar de manera progresiva las restricciones cambiarias, evitando tensiones, y avanzar hacia un esquema de previsibilidad. En este sentido, el tipo de cambio no puede analizarse de forma aislada. Debe articularse con el resto de la política económica. En términos prácticos, se pueden diseñar incentivos a las exportaciones a través de la reducción de los aranceles que enfrentan nuestros productos en el exterior.
El equilibrio fiscal logrado es un punto de partida. La Argentina necesita una regla que limite el gasto, reduzca la discrecionalidad y garantice la solvencia intertemporal. Ello exige ampliar la base tributaria y simplificar el sistema impositivo, eliminando gravámenes distorsivos y combatiendo la informalidad que deja fuera de la legalidad a la mitad de los trabajadores y empresas. En particular, para impulsar la inversión privada, se deben eliminar impuestos distorsivos tanto nacionales como provinciales que limitan la producción. Basta observar el impacto de los derechos de exportación sobre la producción de soja: en la última década, Brasil logró más que duplicar su producción, impulsado por inversiones e infraestructura, mientras que en la Argentina el crecimiento se mantuvo prácticamente estancado.
Asimismo, se hace necesario modernizar la legislación laboral adaptándose a las nuevas tecnologías. Es decir, un proceso de adaptación a los nuevos tipos de trabajo, reduciendo costos extrasalariales y promoviendo la negociación sectorial. Solo así será posible revertir más de una década de estancamiento del empleo privado registrado.
Por su parte, sin verdadero federalismo no hay desarrollo real. El desequilibrio territorial de nuestro país posterga provincias enteras y cercena el potencial de crecimiento de sus habitantes. En este marco, debemos otorgar a los gobiernos subnacionales mayor capacidad de diseñar su propio desarrollo y modernizar la coordinación tributaria federal. El ordenamiento fiscal demanda una nueva relación entre la Nación y las provincias. Un acuerdo de coordinación que redefina competencias y responsabilidades, modernice la coparticipación y elimine asignaciones específicas que distorsionan la distribución de los recursos.
De este modo, los pilares de la transformación de nuestra economía se sintetizan en: una revolución exportadora que duplique las ventas externas en la próxima década, un federalismo productivo que distribuya oportunidades en todo el territorio, una reforma tributaria que simplifique y formalice nuestra economía, y una agenda de innovación e infraestructura que potencie el capital humano y tecnológico, reduzca costos logísticos y conecte todo nuestro territorio.
La oportunidad está abierta para integrar a todos los argentinos en una agenda común de progreso y desarrollo. El momento es ahora, solo depende de nosotros.