Domingo, 02 de Noviembre de 2025

El Simce a la palestra: académicos manifiestan por qué apoyan o cuestionan su aplicación

ChileEl Mercurio, Chile 2 de noviembre de 2025

El inicio de la medición 2025 reavivó la discusión sobre su vigencia. Mientras algunos especialistas consideran que distorsiona el sentido de la educación, otros defienden su valor como instrumento para diagnosticar y orientar políticas.

Tras el accidentado comienzo de la aplicación del Simce 2025 -más de 7 mil estudiantes de 8° básico en la Región Metropolitana no pudieron rendir la prueba debido a la falta de examinadores y cuadernillos, mientras que en algunos establecimientos de Tarapacá esta se suspendió por un corte de agua no programado-, este miércoles y jueves continúa la segunda etapa del proceso con las evaluaciones de 4° básico. El último nivel en presentarse a la prueba será 2° medio, cuya medición está agendada para los días 11 y 12 de noviembre.
Ante el despliegue a nivel nacional que supone su rendición y la mayor exposición mediática que acarrearon los problemas en su aplicación, "El Mercurio" consultó a cuatro especialistas si creen (o no) que el Simce sigue siendo una herramienta necesaria y valiosa. Algunos dicen que es "un ejemplo en Latinoamérica", otros, "una aberración y un despilfarro de dinero enorme". Acá sus argumentos.
En contraJuan Casassus, Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2025, se refiere al Simce como "una aberración y un despilfarro de dinero enorme". Para el investigador, la prueba solo mide aspectos limitados -"no habla de conocimiento matemático, solo informa sobre la memoria matemática", ejemplifica- y deja de lado objetivos educativos que le parecen más cruciales, entre ellos, el desarrollo integral de la persona, la capacidad de convivencia o la resolución de problemas. "En fin, todo aquello que significa calidad de la educación, y que es la finalidad de esta".
Casassus cree que la preeminencia del Simce distorsiona los objetivos pedagógicos y de gestión en las escuelas, desviando recursos hacia el "entrenamiento" para la prueba. "Las horas de libre disposición no se usan para mejorar la comprensión lectora, sino para aprender a responder mejor a las preguntas del Simce. Son cosas distintas", indica.
"Hay países que aplican este tipo de mediciones todo el tiempo, como Corea, Singapur o Japón. Pero son países donde las políticas educativas no se orientan al desarrollo integral de las personas, sino que a obtener puntajes específicos relacionados, por ejemplo, con Matemáticas. Y los alumnos viven en la angustia", dice. En cambio, en los países nórdicos, "que se considera tienen algunos de los mejores sistemas educativos del mundo, no tienen este tipo de pruebas estandarizadas".
Según señala, existen mejores métodos de evaluación, centrados en el seguimiento continuo de los alumnos y la personalización del aprendizaje. "Los portafolios son una forma de juntar antecedentes", ejemplifica.
"Imagina estar en un colegio que tiene inclusión, o que tiene un componente fuerte de inmigración, con el 50% de los alumnos siendo migrantes y en ocasiones ni siquiera hablando el idioma. Por supuesto que les va a ir mal en el Simce y van a ser mal categorizados".
Alejandra Falabella , académica de la U. Alberto Hurtado y autora del libro "La evaluación en la mira: una examinación crítica y propositiva", que acaba de ser publicado, es clara: "El mundo está cambiando radicalmente, pero el Simce incentiva una pedagogía retrógrada, inadecuada para los desafíos del siglo XXI". Bajo su visión, la prueba no apuntaría a fortalecer destrezas que hoy se consideran claves, entre ellas, el pensamiento crítico y creativo, las habilidades socioemocionales o la capacidad de trabajar en equipo.
"Este tipo de políticas evaluativas, además, puede llevar a interpretaciones equívocas y a culpabilizar y estigmatizar establecimientos que en su mayoría atienden comunidades en contextos de mayor pobreza, los que justamente requieren mayores apoyos y mejores condiciones para atraer, retener y potenciar buenos profesores y enfrentar desafíos complejos".
Falabella cree que muchas veces, los resultados llevan a interpretaciones equívocas, dado que un establecimiento puede "entrenar a sus estudiantes para la prueba, reducir su pedagogía a lo que es medido, sin generar aprendizajes significativos y con prácticas excluyentes hacia los niños y niñas que tienen ritmos de aprendizaje más lentos". Asimismo, colegios que se han especializado en acoger a estudiantes con mayores dificultades en sus trayectorias académicas, "aunque puedan estar realizando un trabajo extraordinario en contextos desafiantes, son sancionados por el sistema".
Muchos niños pequeños -continúa- se ven afectados por el Simce, porque este pone "mayor presión y estandariza la pedagogía (...) en vez de promover el disfrute por aprender a leer; a aprender por medio del juego". ¿Su propuesta? "Pensar en un diseño más complejo y multinivel". Y agrega: "No se requiere una evaluación cada año, eso desgasta y comprime los equipos pedagógicos".
A nivel local, los sostenedores y equipos docentes "pueden diseñar evaluaciones propias".
A favorVerónica Cabezas, directora ejecutiva de Elige Educar , piensa que "tan importante como la aplicación del Simce es la entrega oportuna de los resultados, porque eso permite a las comunidades educativas analizar datos, tomar decisiones pedagógicas para el próximo año, generar espacios de reflexión y tomar decisiones informadas para básicamente generar esos procesos de mejora continua. Para mejorar prácticas pedagógicas y fortalecer los aprendizajes".
Más allá de la reflexión propia en las comunidades educativas, la investigadora cree que la prueba también "es una herramienta valiosa para la toma de decisiones en educación en cuanto a política pública. Por ejemplo, saber si las políticas de lectoescritura que están ahora implementándose en 1° y 2° básico, en dos años más se verán reflejadas en el Simce de 4° básico o no. Nos da una mirada, una especie de brújula para saber si grandes políticas públicas, especialmente aquellas enfocadas en el aula, en los niños y en su aprendizaje, están o no teniendo resultados".
Cabezas habla del Simce como "un ejemplo en Latinoamérica" y también recuerda "que incorpora preguntas sobre, por ejemplo, expectativas de los docentes y apoderados, sobre mentalidad de crecimiento o elementos socioemocionales en las comunidades educativas. Todo eso, en conjunto, permite que se les pueda acompañar".
El instrumento "en el fondo es el adecuado. Lo que me parece que no es adecuado es su mal uso o que la información llegue en forma tardía a los colegios, algo que este año no sucedió", plantea. Bajo su mirada, un ejemplo de hacer mal uso de la prueba supone priorizar las asignaturas que se evalúan (como Matemática o Lenguaje) y quitarles importancia a otras como Artes, Educación Física o Educación Musical, "que son tan importantes".
"El foco en la humanidad y el vínculo dentro del proceso educativo pueden coexistir con tener esta información macro que permite, tanto en las comunidades educativas como en la política pública, poder ir acompañando".
Carlos Williamson, investigador principal de Clapes UC , cree que es importante partir diciendo que la medición de los aprendizajes y la evaluación sobre las emociones pueden ir de la mano. "No creo que la opción sea lo uno o lo otro; creo que es lo uno y lo otro", dice a propósito de la crítica respecto a que el Simce no logra capturar la complejidad de la calidad educativa.
"El Simce tiene una parte cualitativa, donde, por ejemplo, se les hacen preguntas a los jóvenes, a los profesores y también a los padres. Esa parte cualitativa está entregando señales que son importantes", explica. Como ejemplo menciona un estudio que, a través de estos datos, logró concluir que tener un director empático y cercano, que "se mueve y va a las salas de clases a conversar con los estudiantes" incide en el mejoramiento del clima escolar, impactando positivamente en los resultados de aprendizaje.
Williamson destaca los "Otros Indicadores de Calidad", que entregan información relacionada con el desarrollo personal y social de los escolares, de manera complementaria a los resultados del Simce, yendo más allá del dominio de conocimientos académicos y concentrándose "por ejemplo, en qué está pasando con la autoestima de los estudiantes".
Para el también integrante del Consejo Nacional de Educación, la parte cuantitativa del Simce es asimismo necesaria, porque "permite mirar en el tiempo qué está pasando en términos de aprendizaje de cierto contenido importante para la vida, como manejar elementos básicos analíticos, matemáticos, comprensión lectora o gramática, para poder comunicarse".
La medición "es fundamental para abordar el mundo en que van a vivir los jóvenes el día de mañana; para poder adaptarse".
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