Erasmo Zúñiga
Erasmo Zúñiga, cada cierto tiempo, subía al cementerio Santa Inés de Viña del Mar, en Quillota s/n,al Lote 5, calle 13 y cuartel Poniente
Erasmo Zúñiga, cada cierto tiempo, subía al cementerio Santa Inés de Viña del Mar, en Quillota s/n,al Lote 5, calle 13 y cuartel Poniente.
Por algún colega viejo el día que tocara, eso nunca se sabe, y siempre cada 24 de junio, día del aniversario de Everton, para el homenaje anual a los quietos y tranquilos, honor y glorias los que integran el equipo del Mausoleo de los Exjugadores Oro y Cielo.
Con el tiempo, la verdad, las subidas se hicieron frecuentes y también más empinadas, le costaba llegar, pero llegaba.
Zúñiga fue un hombre raro de encontrar, porque le importaban los que habían sido como él: los demás. Y llegaba, siempre llegaba. Colegas, compañeros de profesión y hermanos de ruta que cobraron y vivieron en una época de sueldos impagos, dinero escaso e instituciones ruinosas. Everton campeón 1976 y un par de años posteriores, para él fueron el paraíso, que es un período corto, por si alguien no lo sabe.
A Zúñiga le decían "Mono" o "Monito", no le gustaba mucho, pero qué iba a hacer: nada. Lo que pudo hacer lo hizo. Promovió y forjó la Asociación de Exjugadores Profesionales de Everton que en la población Gómez Carreño tiene la sede donde tratan los asuntos de la vida diaria, para la otra está lo del Mausoleo y esa pared de nichos que se va llenando rápido, con flores, recuerdos y con los que están: Daniel Torres, con sus años respectivos, 1925 - 2013, fue el que lo descubrió tal como era: pobre, cabro, pirquinero por Laguna Verde y buscador de lo que nunca se encuentra: oro. Tenía unos 16 años, jugaba de "8" (¿será verdad?) y era responsable y trabajador como él solo (eso sí es verdad); y en Everton pensaron que era bueno, pero bueno para lateral derecho, siempre el "2".
En el Mausoleo hay de todos los números y están mezclados.
En el arco el profesor Ricardo Contreras, está por ahí abajo: 1937 - 2011. Uno de los centrales de los años 60 del siglo pasado, Reinaldo Gallardo, que después tuvo taxi, por ahí arriba: 1938 - 2013.
Es cosa de mirar nomás.
Miren al argentino José María Lourido, con el año de nacimiento, pero no el de la defunción, porque hasta para morirse fue desordenado:1896 y quien sabe dónde y cuándo.
Erasmo Zúñiga siempre iba y miraba, por algo muy simple: los quería.
Quizás con un pañuelo, a veces, limpiaba la placa o la cara de Daniel Escudero (1941 - 2021); y a Guillermo Martínez, llamado "Chicomito", (1947 - 2020), hasta una flor plástica le ponía.
Era de esa clase, y los suyos sabían que siempre estaba ahí, y llegaba. A los cruces, cierres y centros, como cuando era el 2, y a los exfutbolistas nunca les fallaba.
El viernes pasado, a los 73 años, entre varios lo subieron al cementerio Santa Inés de Viña del Mar, subida Quillota s/n, Lote 5, calle 13 y cuartel Poniente.
Está en el mausoleo entre las glorias y la memoria.
Está de titular con los suyos, a los que quiso tanto, y de ahí no lo mueve nadie.
Erasmo Zúñiga está donde siempre quiso estar.