"Alumnos han faltado por el miedo a salir de sus casas", dijo Carina Gigena, Hermana de un colegio de la zona a El País; Interior despliega operativos para redoblar la vigilancia.
Redacción El País "Vamos a salir a cazar", se escuchó durante el velorio de un adolescente de 17 años el pasado jueves. La expresión utilizada por varios de los presentes hacía referencia a ir a tras el asesino que presumen que fue otro adolescente para vengarse. El fallecido había sido atacado a balazos días atrás en el barrio Reducto y murió como consecuencia de tres impactos de bala.
Horas después del velorio, la Policía reportó una intensa balacera en el barrio Casavalle, donde vive el presunto homicida. Pero los tiroteos no comenzaron ese día sino el lunes, cuando murió el menor. La escalada de violencia posterior al homicidio llevó a que el Ministerio del Interior desplegara un importante operativo con personal de la Guardia Republicana y otras unidades para controlar la zona.
El sistema de detención de disparos ShotSpotter captó decenas de detonaciones, la mayoría de ellas concentradas en un cuadrante delimitado por las calles San Martín, Aparicio Saravia, Simón del Pino y Pasaje Aserradero. Dentro de esta área y a pocos metros de la casa de quien los vecinos apuntan como el asesino del adolescente se encuentra ubicado el club de niños Casa de todos (convenio entre INAU y la Organización San Vicente).
Por protocolo, al escuchar la primera balacera los funcionarios resguardaron a los niños en la sala más segura de la edificación. Mientras tanto, se comunicaron con sus padres para avisar de la situación y pedir que se los vaya a retirar lo antes posible. Al día siguiente, el centro permaneció cerrado.
Lo mismo ocurrió el jueves, cuando tras el velorio se volvieron a reportar balaceras en el barrio, y también se repitió el viernes. Fuentes de INAU explicaron a El País que cuando ocurren este tipo de hechos, se realiza una evaluación del contexto al día siguiente para determinar si el club abre o permanece cerrado. Los vecinos del barrio también están alerta, ya que en caso de augurar un nuevo episodio violento deciden que sus hijos no salgan de sus casas
Por otra parte, los equipos de INAU que trabajan en el territorio (llamados "equipos de calle") también suspendieron sus actividades de forma temporal, ya que se determinó que enviarlos sería poner en riesgo su vida. Se trata de funcionarios a los que en algunas oportunidades se les brinda locomoción, pero en otras deben trasladarse por su cuenta, llegando incluso a ser asaltados. Según dijeron los informantes, esto ocurre "cada vez con más frecuencia" y en múltiples barrios de Montevideo. Desde el Ministerio del Interior dijeron a El País que esta semana se ha "redoblado la vigilancia en zonas concretas". La cartera aseguró que la denominada Operación Atenea (que comenzó el día de la muerte del adolescente) brindó insumos para potenciar la investigación de múltiples hechos de violencia. Este lunes hubo una reunión con autoridades policiales, en la que se realizó un análisis y evaluación del operativo.
A pesar de la presencia policial, vecinos de Casavalle, que prefirieron mantener el anonimato por temor a represalias, manifestaron que durante la semana posterior al homicidio del adolescente se dieron intensos tiroteos "a todas horas". "La Policía se va y empiezan de vuelta a los tiros. En el barrio se huele cuando el clima está turbulento", dijo uno de ellos.
En una rueda de prensa realizada este lunes, el ministro del Interior, Carlos Negro, remarcó la apuesta de la cartera para "reforzar" la Policía Comunitaria para "anticipar los problemas". Consultado sobre cuál es el grado de conocimiento de la Policía sobre los grupos delictivos del país dijo que es un "conocimiento bastante amplio".
Escuelas intentan educar entre disparos
En medio de los disparos producto de conflictos entre familias del barrio y otras organizaciones criminales, las instituciones educativas intentan trabajar con los niños. "Una mamá nos pidió tener más paciencia con su hijo porque no había podido salir a jugar afuera en todo el fin de semana por los tiros, por lo que podía estar un poco más inquieto", relató la Hermana Carina Gigena del colegio Obra Banneux a El País.
Ha escuchado decenas de testimonios como ese en los últimos meses. Niños que "protestan" a sus familiares porque no los dejan ir a jugar a la plaza ante la probabilidad de un tiroteo, otros que se resguardan en el patio trasero de sus casas para no ser víctimas de una bala perdida u otros cuyos familiares son quienes protagonizan los episodios de violencia.
El pasado 30 de agosto, fecha de importancia para el colegio por ser su aniversario, un hombre fue baleado en la puerta durante el horario de salida, lo que causó una enorme preocupación entre los padres.
Carina ve en la educación una forma de ayudar a los niños para "encontrarle un sentido a la vida". "Intentamos brindarles técnicas para relajarse, silenciarse y mejorar su autoestima. Queremos que vean una forma diferente de vivir, lo que pasa a su alrededor los marca", aseguró. "Hay que incentivarlos y que se den cuenta de que ellos y su vida son muy valiosos", concluyó.
Por su parte, el sacerdote Luis Ferres, de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, dijo a El País que "es importante poder llevar a los jóvenes valores y educación" y remarcó la dificultad de "rescatarlos" de las adicciones. "Tratamos de dar una mano y ser agentes de paz para tender puentes", aseguró.
Allí funciona una olla popular, que entrega más de mil platos de comida a la semana, según estimaciones realizadas por personas de la parroquia.