Nacida en pandemia, Ay Alberto combina pasión murguera y compromiso social. Mañana dará la Prueba de Admisión con miras a ingresar al Concurso Oficial, tras construir un fuerte vínculo solidario con La Teja.
La de Nicolás Favier es una familia carnavalera. Su padre sacó el conjunto Latinos en el Carnaval de las Promesas, su hermana Carolina es una de las figuras de Zíngaros y su abuelo Alberto era hincha rabioso de Diablos Verdes. Fue en honor a ese hombre bohemio, burrero, chatarrero y defensor de la familia que Nicolás, su hermana Florencia y su primo Gera bautizaron la murga que fundaron en 2020, para sacarse las ganas de cantar marcha camión.
Ay Alberto nació como un tributo al abuelo, fallecido en 1998, y también como un mimo a su abuela Gladys a quien perdieron el año pasado, que hablaba de su esposo como si nunca se hubiera ido. "Tenía ocho años cuando murió y el recuerdo se escapa, pero desde que tenemos la murga, pareciera que hasta charlamos con él. Le pedimos ayuda, pasan cosas y decís: 'fue Alberto'", cuenta Favier a El País.
Él había incursionado en el parodismo con Promesas y salió una única vez en Los Chobys en 2007, pero no se animaba a golpear la puerta de ningún conjunto. Decidió hacer su propio camino y a fines de 2019, empezó a tejer redes entre familiares, amigos con experiencia en Carnaval y compañeros de trabajo.
"Nos dimos manija y la armamos", dice sobre este proyecto que trasciende lo artístico. Desde el primer día, Ay Alberto se pensó con la meta de usar los recursos humanos como herramienta de trabajo social. En 2020 lanzaron una campaña de juguetes y llevaron más de 600 al Paso de la Arena en vísperas de Reyes.
Han impulsado varias acciones solidarias y, en 2025, se vincularon al asentamiento La Cachimba del Piojo, ubicado cerca del Centro Cultural Cecuvi, su local de ensayo desde 2022. Allí realizan ollas populares y hasta funciones de cine.
Este año, además, quisieron probar suerte en el Carnaval 2026. Mañana, a las 20:30, darán la Prueba de Admisión en una etapa que también incluye a Araca la Cana, Jorge, Carambola, Fantoches y Patos Cabreros. Pondrán un ómnibus que llevará a sus amigos de La Cachimba hasta el Teatro de Verano, para que puedan conocer ese escenario y alentar a la murga en esta aventura.
De las rifas y sorrentinos al Teatro de Verano
La primera reunión de Ay Alberto fue en un salón del céntrico edificio donde Favier trabaja y que los cobijó en los inicios. Aún conservan la grabación de ese encuentro, y el coro sonaba pésimo. El primer paso fue salir a buscar un director y una batería. Así apareció Pancho Cancela, que los conocía de Promesas, y les dio una mano en musicalidad, arreglos y textos.
El debut en Murga Joven fue en 2020, y se financiaron con rifas y ventas de sorrentinos. "Era un presupuesto muy bajo: no pagábamos técnicos ni local de ensayo, y el vestuario era ropa nuestra reciclada", cuenta Favier.
La pandemia les hizo todo cuesta arriba, y hasta les tocó ensayar con tapabocas. "Muchas veces nos quisimos bajar, pero asumimos riesgos y tuvimos suerte de que no hubo contagios", dice.
Fue también en 2020 cuando arrancaron con la movida solidaria. Se sumaron a la campaña por una niña que debía operarse en Brasil y lograron recaudar 80 mil pesos con la venta de sorrentinos. Luego organizaron colectas de juguetes y, al llegar al Cecuvi empezaron a vincularse con la gente de La Teja.
Este año montaron un cine y proyectaron películas los sábados. Además, hacen meriendas y los viernes de invierno preparaban una olla popular para después repartir las viandas en el barrio. "Hay compañeros que trabajan en puestos, traían verduras y, con lo que teníamos, hacíamos una comida en una olla gigante. Muchos amigos y familiares venían a cocinar mientras nosotros ensayábamos", cuenta Emiliano Gómez, integrante Ay Alberto.
"Los gurises están fascinados. El Cecuvi es su casa", acota Favier.
Decidieron dar la Prueba de Admisión porque querían apostar al proyecto y hacer algo más que cantar por diversión. Se suman las ganas de recorrer los barrios aunque desde 2023 participan en Más Carnaval y hacen tablados municipales y, sobre todo, ganar visibilidad para poder abarcar más causas sociales.
"Si mañana podemos hacer más cosas porque llegamos a más gente, es un golazo, porque une lo social, lo artístico y nuestra pasión. Eso nos empuja a ir siempre un poquito más", cierra Favier.