Martes, 02 de Diciembre de 2025

El declive de Occidente: Asia está sacando ventaja

UruguayEl País, Uruguay 2 de diciembre de 2025

Los programas se miden por lo que se gasta y no por el resultado que generan, algo que, visto desde la razón resulta incomprensible. Se confunde gasto con valor, nada más errado.

En mi anterior columna hice un repaso de lo que la teoría predice y los estudios empíricos muestran acerca de las bondades y defectos del gasto público y los impuestos. Es claro que en generación de distorsiones que afectan (reducen) el crecimiento económico y, por ende, la disponibilidad de recursos en una sociedad, los impuestos sobre las rentas, sean al capital físico, humano o financiero ganan, sin competencia cercana, la "pole position". También es claro que existe un rol para el gasto público y que éste debe financiarse de manera genuina, o sea vía impuestos.

En términos teóricos la decisión no deja dudas, si el beneficio social de la intervención estatal supera al costo de la pérdida de bienestar que causa a la sociedad el impuesto que se crea o amplia, debe intervenirse y viceversa. Sucede que las matemáticas no suelen precisas en las mediciones y, además, las decisiones que toman quienes deciden suelen estar cargadas de un afán "de hacer", sin preguntarse si lo que ya existe es suficiente o no, cuál es la evaluación (medición) de los programas vigentes y, entonces, si se debe modificar o no. La norma es "vamos a hacer esto que no se hacía" pero no se propone dejar hacer nada, como sería lógico. Los programas se miden por lo que se gasta y no por el resultado que generan, algo que, visto desde la razón resulta incomprensible. Se confunde gasto con valor, nada más errado. Nadie en su vida privada decide dedicar recursos a algo sin que le genere una satisfacción (bienestar) superior a lo que deja de dedicar.

En esa lógica, sucede que el gasto público tiene un límite y, como todos los bienes y servicios tienen utilidad marginal decreciente, es decir el beneficio (bienestar) que brinda cada peso aplicado es inferior al que brindó el anterior. A su vez, el beneficio debe compararse con el costo global para la sociedad, es decir conocer la contribución efectiva a la mejora de la calidad de vida genuina, en definitiva, al crecimiento económico.

El gasto público en relación al PIB creció, junto a la carga impositiva, desde la primera década del siglo pasado hasta los ´70, cuando el estancamiento y la inflación se hicieron insoportables, dando paso a la reducción en los ´80 y ´90. El paradigma de los países nórdicos hace mucho que no es tal aunque, de todos modos, los servicios públicos que brindan son de calidad y eso hace posible un mayor gasto público financiado con impuestos. Es un tema de eficiencia y equidad. El mayor problema se genera con altos impuestos y malos servicios, muy poca eficiencia y la equidad sólo un discurso vacío.


Los estudios muestran que entre los determinantes del crecimiento económico, a igualdad de certezas jurídicas, la disponibilidad de buena infraestructura física y los bajos impuestos a las rentas ni que hablar de los al patrimonio o capital, que económicamente son un adicional "ciego" del impuesto a la renta y no existen en casi ningún lugar del mundo, son los que mejor explican las diferencias entre los países. Buena infraestructura y bajos impuestos, mayor crecimiento. La infraestructura básica es imprescindible, del mismo modo que la buena educación y salud.

A diario nos maravillamos con los progresos que muestra China, Vietnam, Corea del Sur y el Asia oriental en general, países donde la inversión en capital físico está entre el 27% (Japón) y 39% (China) del PIB. Asia global invierte más del 30%. Cuando advertimos que en Occidente, Europa y EE.UU. apenas invierten 21% del PIB y Latinoamérica y el Caribe ronda el 19%, enseguida se entiende el porqué del crecimiento de unos y el cuasi estancamiento (salvo EE.UU.) de los otros.

La grandeza de EUA y Europa fue precisamente por hacer economías súper competitivas en base a una imponente infraestructura que redujo los costos de energía, transporte y logística. Los gobiernos dejaron de invertir en ello y comenzó el proceso de deterioro al que hoy asistimos atónitos cuando vemos imágenes del estado del subte de Nueva York, como ejemplo sintomático. Lo de Europa asusta. El "buenismo" y la falta de rigor nos trajo a esta sociedad liviana, donde lo único que parece importar es la igualdad del gallinero, pensando exclusivamente en programas que se vuelven asistenciales, los que a corto plazo pueden generar cierto alivio en la población vulnerable, pero tan exagerados y mal diseñados que virtualmente impiden la genuina generación de valor del sector privado. La consecuente es el bajo crecimiento y no sólo porque en algunos países ha alcanzado "la madurez" sino especialmente por las (malas) políticas aplicadas que desdeñan el sacrificio privilegiando el cortísimo plazo.

En la desesperación por obtener recursos, en especial los países europeos (OCDE) presionan para que el resto imponga impuestos en la esperanza que se van a quedar con parte de ello. Asia directamente los ignora, quienes ceden (Latam) se perjudican y ya llevamos más de una década de virtual estancamiento. ¿No deberíamos preguntarnos si esto no es el resultado esperable de la baja inversión, el gasto público en aumento y los altos impuestos (creación y aumento de los más inconvenientes para el crecimiento)?

El punto central, además del volumen del gasto público es en qué se gasta y la medición de su retorno. Los países occidentales salvo raras excepciones están todos muy endeudados. Pretender seguir subiendo los impuestos solo traerá un peor futuro, es tarea de los líderes concientizar a la población porque de lo contrario llega el momento en que la inflación arregla por las malas lo que no hicimos por las buenas.

La tentación cortoplacista es grande, pero Asia está sacando importantes ventajas por su conducta y rigor a la hora de las decisiones, siempre pensando en el futuro y sacando de verdad de la pobreza, y no estadísticamente mediante una transferencia monetaria, decenas de millones de personas por año.
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