Domingo, 07 de Diciembre de 2025

Expertas de Texas proponen casas de "transición" para mujeres presas: "No podemos seguir haciendo lo que no funciona"

UruguayEl País, Uruguay 7 de diciembre de 2025

Michele Deitch y Alycia Welch estudian el sistema carcelario hace décadas, llegaron a Uruguay, visitaron varias prisiones y señalaron el mal estado de estos centros de reclusión.

Al país en el que casi la mitad de los presos están en condiciones "inhumanas, crueles y degradantes", llegaron Michele Deitch y Alycia Welch, dos expertas de Texas (Estados Unidos) que han dedicado su vida a estudiar cómo pueden hacer las cárceles más seguras y humanas para los reclusos. Proponen la implementación de un programa de viviendas de transición para mujeres.

-¿Cuál es la razón por la que están de visita en Uruguay?

-Michele Deitch (MD): El foco de nuestro viaje involucra analizar cómo mejorar la situación de las mujeres privadas de libertad.

-Alycia Welch (AW): También evaluar las formas para reducir la cantidad de mujeres presas, dado que los establecimientos carcelarios de Uruguay están sobrepoblados.
-¿Qué han realizado en estos días?

-MD: Desde el lunes tuvimos la agenda llena. Pasamos bastante tiempo en reuniones con jerarcas y funcionarios del INR (Instituto Nacional de Rehabilitación). Hablamos con ellos sobre la población femenina en las cárceles y el desarrollo de viviendas de transición. Visitamos dos cárceles para mujeres; una de ellas, de madres con hijos.

-AW: También nos reunimos con miembros de la sociedad civil.

-¿Cómo funcionarían las viviendas de transición para mujeres que ustedes proponen?

-MD: Nosotras creemos que la mayoría de las mujeres no necesitan ir a prisión y tampoco creemos que debería ser el primer paso. No lo precisan y estando allí solo están ocupando camas y volviéndose peores. Los tipos de viviendas de transición de los que hablamos son aquellos que tienen como objetivo a las personas que salen de prisión.

-AW: Nosotras entendemos que las viviendas de transición son un puente entre la cárcel y la comunidad para una integración social completa. En estas viviendas podrán vivir en forma independiente, segura y sana en comunidad.

-MD: De hecho, el INR ya desarrolló una propuesta bastante similar a la que estamos conversando. Nosotras estamos ayudando, colaborando con algunos detalles, pero ellos ya estaban pensando en esa línea, lo que nos entusiasma mucho. Pese a eso, también tienen que haber servicios para que las personas no vayan a ir presas en primera instancia. Esa es la prioridad. Uno de los peligros que tiene esto es que alguien puede decir: "¡Oh!, enviémoslas allí (a las viviendas de transición) en lugar de a prisión". Eso puede resultar en el fenómeno que en Estados Unidos llamamos "net widening" (ampliación de la red). Significa que podemos terminar imponiendo algo incluso más estricto o restrictivo de lo que la persona realmente necesita. Muchas de ellas pueden ser supervisadas en comunidad y ofrecérseles algunos servicios, pero mientras viven en sus casas. Lo que nosotras propusimos en esta oportunidad es para personas que salgan de prisión, para que luego vayan allí.

-Deitch, usted es profesora emérita en una Universidad de Texas, y usted, Welch, es directora de un laboratorio allí. ¿Cómo es la tarea que realizan?

-MD: Alycia y yo dirigimos un centro en la universidad, un laboratorio enfocado en estudiar cómo convertir las cárceles en un lugar más seguro, humano y transparente. El objetivo es mejorar las condiciones carcelarias y la supervisión de las prisiones.

-AW: Antes de trabajar en la universidad, dirigí un programa de viviendas de transición para mujeres que salían de la cárcel. Trabajé 20 años en ese tipo de asuntos y en el vínculo entre la salud mental, el abuso de sustancias y cómo eso puede terminar en problemas penales.

-MD: Las dos tenemos trayectoria trabajando junto a quienes diseñan las políticas públicas. Antes de ingresar a la academia, fui asesora para la legislatura de Texas.

-A partir de lo que han visto en su visita, ¿cómo describirían las cárceles uruguayas?

-MD: Hay cosas muy destacables y otras que son muy preocupantes. El sistema está mayormente sobrepoblado, eso genera un costo y crea un problema de seguridad. Entiendo que la seguridad es una de las principales preocupaciones de la población. Los sistemas hacinados son los que dan lugar a las bandas o cárteles de drogas. Cuando las personas se sienten en riesgo, eso gravita a dinámicas muy peligrosas. Por lo que, si el país quiere abordar esas preocupaciones, tiene que enfocarse en las condiciones de las cárceles y en reducir su población.

-AW: Porque eso gravita hacia la creación de dinámicas para obtener protección.

-MD: Exactamente. Y esto sucede porque en las cárceles las condiciones son peligrosas. Muchos de los establecimientos que vimos en Uruguay estaban infraestructuralmente muy deteriorados. Literalmente, el edificio se caía a pedazos. Eso es una preocupación. La parte positiva que notamos es que los funcionarios y jerarcas del INR son destacables. Les importa profundamente lo que pasa y actúan basándose en la evidencia. Entienden cuáles son las mejores prácticas y los vimos trabajar para convertir las cárceles en el lugar que deberían ser.

-AW: Y abordan los problemas a consciencia. Son claros en eso y no creo que estén escondiendo nada.

-MD: También nos impresionó mucho, positivamente, el programa para madres con hijos. Es significativamente más grande que el que hay en Estados Unidos, o aquellos que hayamos visto en cualquier otro lugar.

-Dijeron que lo que pasa en las cárceles impacta en la seguridad. Eso es parte de la discusión aquí. ¿Cómo describirían el vínculo entre lo que pasa adentro de las cárceles y lo que pasa afuera en un sistema como el uruguayo?

-MD: Lo que hemos aprendido en los años en los que estuvimos trabajando en estos temas es que lo que pasa adentro no queda adentro. No es una coincidencia que en países como Ecuador y Brasil muchos cárteles de crimen y drogas hayan arrancado en las cárceles. Cuando las personas se sienten inseguras, forjan vínculos y comunidades. Las bandas surgen en ese tipo de contextos. Creo que el público tiene la percepción errónea de que hay una línea que divide el adentro con el afuera, pero no es el caso. Las personas entran y salen todo el tiempo. O porque son liberadas, o porque son atrapadas; también los familiares de presos entran y salen a visitarlos; y también los funcionarios entran y salen todos los días. Así que no hay ninguna línea y lo que pasa adentro es importante, repercute en el afuera. Si el público en general quiere sentirse más seguro, debe prestar atención a lo que pasa en las cárceles.

-¿Qué recomendaciones harían a un país que está en la situación de Uruguay?

-AW: Una de las oportunidades que estuvimos explorando es la creación de alternativas, específicamente, como mencioné, de una vivienda de transición para mujeres. Si podemos generar más alternativas que le den a las personas el apoyo y los servicios que precisan, es decir, que cubran las necesidades que los llevaron al crimen en primer lugar, veremos a muchas personas que no volverán a recaer en el sistema.

-MD: Es importante entender que aquí hay un ciclo. Las personas no tienen sus necesidades cubiertas viviendo en comunidad, entonces empiezan a actuar en formas que contribuyen a la conducta criminal. Son arrestados, van a prisión y la cárcel tampoco cubre sus necesidades. De hecho, los vuelve peores. Especialmente a las mujeres, porque ellas suelen entrar a prisión con un historial de trauma, entonces la cárcel vuelve a detonar muchas de esas experiencias. Eso hace que salgan peores y el ciclo vuelve a iniciar. Para romper ese círculo hay que cubrir esas necesidades subyacentes. Frente a eso, recomendamos dos estrategias. Una es reducir la cantidad de mujeres presas; la segunda, en tanto, es abordar los daños que experimentan cuando son encarceladas y asegurarse de que sus necesidades están cubiertas.

-¿Cómo describirían el perfil de las presas uruguayas?

-AW: Es bastante similar al de las mujeres presas en Estados Unidos. Tienen desafíos de salud mental que no pueden afrontar, son adictas a las drogas, viven en la pobreza, su trayectoria laboral es esporádica, tienen un acceso limitado a la educación y lo más común es que hayan experimentado muchas situaciones traumáticas en su vida. Trauma psicológico, emocional, físico o sexual. Las investigaciones muestran que el 90% de las mujeres presas en Estados Unidos pasaron por episodios traumáticos severos. Cuando no se plantea un abordaje sano a esas situaciones y ellas no lo pueden procesar, se inclinan hacia otros mecanismos para sobrellevar ese estrés generado por el trauma. La droga es uno de ellos. Y cuando a eso se suman problemas de salud mental que nunca fueron identificados ni tratados, se está dejando a estas mujeres libradas al fracaso.

-MD: Las investigaciones también muestran que en Estados Unidos el 80% de las mujeres presas son madres. Muchas de ellas, son jefas de familia. No sé exactamente cuál es el número aquí, pero claramente un gran porcentaje de las mujeres recluidas también son madres y eso es un gran problema por varias razones. La primera es que les añade un estrés increíble. ¿Quién se queda con los niños? ¿Cuándo podrán verlos? ¿Cómo hacen para visitarlos? Todo eso las preocupa. A su vez, hay un riesgo de que el ciclo de prisionalización pase a la siguiente generación. Cuidar a esas mujeres significa también ayudar a esos niños a que no entren en el círculo del crimen.

-AW: Hay estudios sobre ese tema que demuestran que la mayoría de los niños que tuvieron a uno de sus padres presos, en algún momento ingresan a prisión.

-MD: Eso significa que la inversión en las mujeres es, también, una inversión a largo plazo.

-Referentes del sistema político coinciden que el problema de las cárceles, en 30 años, solo ha ido a peor y que es algo muy difícil de revertir por el costo y la logística. ¿En qué proporción el problema se soluciona con inversión económica?

-MD: Claramente es necesario que haya alguna inversión de recursos. Es decir, esto no es gratis. Pero también hay un gran componente que es tener el enfoque adecuado, las intenciones y la actitud de reconocer que hay algo que cambiar.

-AW: No podemos continuar haciendo lo que vimos que no funciona. Entonces, tenemos que probar algo que se ha demostrado en otros lugares que funcionó. El programa de viviendas de transición tuvo enorme éxito reduciendo la reincidencia en Estados Unidos. En algunos lugares logró bajar la reincidencia entre 3% y 5%. Creo que es una importante oportunidad para Uruguay. Aunque pueda llevar al gobierno a tener que invertir más recursos, sin dudas es una inversión que asegura que las mujeres van a tener el apoyo y los servicios que precisan. Pero, además, pueden llegar a recibir apoyo económico de la comunidad, porque al final, es contribuir a asegurar el futuro para sus propios hijos.

-MD: Para ser clara, no hacer nada tampoco es gratis. ¡No hacer nada es caro! Las cárceles así son lo más costoso y lo peor que podríamos estar haciendo.

-AW: Es importante que se invierta la correcta cantidad de recursos, porque si se ofrece un monto mínimo, es muy probable que estas instalaciones luzcan y se sientan igual que una cárcel. La mujer tiene que sentir que vive en comunidad, que esa comunidad la va a apoyar y que allí tiene todo lo que precisa: ropa, alimentos, artículos de higiene. Las cosas que una persona necesita para vivir. Entonces, si es que hay intenciones de crear este servicio, no destinen lo mínimo indispensable. Porque probablemente terminen creando algo que parezca y se sienta como la cárcel, y si estas viviendas de transición se parecen y se sienten como la cárcel, reproducen el daño que llevó a las mujeres a caer en el sistema de justicia penal en primer lugar.
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