Centenario y renovación en el Consejo del BCCh
Este año que termina se conmemoró el centenario del Banco Central de Chile (BCCh)
Este año que termina se conmemoró el centenario del Banco Central de Chile (BCCh). Fue un aniversario marcado por hitos significativos: la excelente exposición de arte "Reflejos de Chile", dispuesta en el Centro Cultural La Moneda; la conferencia anual, que congregó a destacadísimos economistas y autoridades del mundo; la acuñación de una moneda de cien pesos conmemorativa; y la ceremonia protocolar en el propio Banco Central, encabezada por el Presidente de la República. Pero, más allá de la conmemoración, el calendario institucional nos recuerda que en 2025 culmina el período de uno de los cargos del Consejo, el que actualmente ocupa Stephanie Griffith-Jones.
Desde la promulgación de la Ley Orgánica del Banco Central, este rito republicano de nombramiento de consejeros se repite cada dos años y, por la naturaleza del ciclo, coincide también habitualmente con los procesos electorales del país. Se trata de un mecanismo ininterrumpido por 35 años, es decir, más de un tercio de la existencia legal de la propia institución. Y, como ocurre habitualmente en estas instancias, comienza también la discusión pública sobre las características deseables del futuro candidato o candidata, junto con la reiterada alusión a un supuesto "cuoteo" político.
Pongo "cuoteo" entre comillas porque, a diferencia de otros espacios donde confluyen múltiples actores -como los gabinetes ministeriales, las listas parlamentarias o los directorios empresariales-, en el caso del Consejo del Banco Central se elige a una sola persona. Más allá de los argumentos que puedan emerger en el debate, es difícil sostener la idea de cuoteo cuando solo existe un cargo a llenar y lo que realmente importa es el carácter técnico y el resultado de la votación en el Senado. Es ese órgano el que delibera respecto del valor de tener distintas visiones para evitar identificar al Banco con una sola mirada o ideología. La diversidad fortalece la autonomía, no la debilita.
Conviene observar la evidencia histórica. Desde 1991, la gran mayoría de los nombramientos propuestos por el Ejecutivo han sido aprobados con amplias mayorías. A partir de ese año, los votos emitidos por los senadores en los nombramientos de consejeros suman algo menos de 800, incluyendo repeticiones en algunos casos. Solo un 14% ha sido en contra y un 3% abstenciones, y dos tercios de esas oposiciones se concentraron en 1995 y 1997. Desde la adopción del esquema de metas de inflación en 1999, el porcentaje de votos en contra ha sido apenas cercano al 5%. Este patrón es revelador: habla de un grado excepcional de legitimidad, confianza y respeto hacia el Banco Central por parte de la ciudadanía, los mercados y la clase política.
Resulta aún más ilustrativo que, en los dos fallidos procesos constitucionales recientes, la organización y funcionamiento del Banco Central ocuparan un lugar secundario frente a otros temas definidos como prioritarios. También es notable que, entre las diversas instituciones inauguradas en la transición democrática -como la inamovilidad de los comandantes en jefe, los senadores designados o la elección indirecta de alcaldes-, la única que mantiene su sistema original de nombramientos es el Banco Central. No es casualidad: su diseño inicial respondió a un arduo proceso de diálogo político que permitió un consenso clave para la estabilidad económica del país, como ha relatado Andrés Bianchi, primer presidente del Consejo.
Más conceptualmente, la literatura de ciencia política suele sugerir que mecanismos uninominales de elección reducen la polarización. Y en teoría de juegos se reconoce que, en contextos de dilemas intertemporales, las decisiones consecutivas en juegos repetidos permiten construir reputación, y así contribuir a instituciones estables y de horizonte largo.
Sería lamentable que, por cortoplacismo, presiones coyunturales o tentaciones electorales, se rompiera la regla fundamental que ha permitido sostener este equilibrio por décadas: alcanzar grandes mayorías en el Senado para el nombramiento del futuro consejero o consejera. Esta es la verdadera ancla institucional del Banco Central y no un supuesto "cuoteo" político.